Respírame

35 | Todo

・゜✩ 。*

Capítulo 35. Todo.

Maydelinne Hanae.

Estar entre los brazos de Devan era como ser sostenida por el cielo y el infierno al mismo tiempo. Sentirse así de protegida pero con las preocupaciones a mil. Estando a su lado, no sabía lo que podría pasar, el futuro era incierto. Pero aun así, entre toda la neblina que se extendía frente a mí, no he dudado en caminar a ciegas. Sí yo misma no me doy las fuerzas de seguir, ¿Quién lo hará?

No quiero seguir molestando al chico de ojos azules, él tiene sus propios problemas, sus propios asuntos.

Hace una semana que me mude, y aunque hay cosas buenas tanto como malas, me ha ido bastante bien, mejor de lo que imagine, ya había encontrado quien cuidara a Dawson. Aunque al principio no tenía la suficiente confianza para dejarlo en una guardería, sé que lo cuidan muy bien y le enseñan algunas cosas, juega con niños de su edad y se divierte.

Por otra parte, no deje de asistir a la escuela, mi novio me hizo entrar en razón, lo bueno de todo esto es que el departamento de él no queda tan lejos del mío y todos los días viene a recogerme. Le he dicho varias veces que no es necesario que lo haga, pero como es demasiado terco, no se le puede discutir mucho.

Claramente recibí muchas preguntas de parte de Michelle y Steffi, en primera porque se supone que no iba a volver a verlas, por eso me fui sin despedirme—además de que no quería que Joan se enterara de nada—, les dije que me había mudado más no les dije a donde. Me sentía tan avergonzada con ellas y Anisa. Me había permitido ser egoísta y solo pensar en Dawson y en mí. ¿Estaba mal?

No podía saber de qué era capaz Joan cuando se enterará de que me había ido, seguro ya lo sabía. Pero no lo creía capaz de notificarlo a la policía... ¿O sí? Me había ido con mi hermano por abuso sexual y psicológico.

Tan solo en pensar en esas palabras se me apretaba el pecho, nunca me había gustado decirlas ni escucharlas. Tal vez era porque aún no creía que yo pasara por aquello. Por aquello que se escuchaba tan fuerte, tan crudo y así era como se sentía. Me estaba ahogando en ese departamento. Y aunque sé que debo denunciarlo, soy tan cobarde, tan débil que no creo poder hacerlo.

—¿Quieres una, May? —salgo de mi cavilaciones al escuchar la voz de Zed, miro el paquete de galletas y niego.

—No gracias —le sonrío levemente y miro mi sadwich sin terminar, bebo de mi jugo de manzana pasando la vista por cada árbol buscando al chico de ojos azules.

—Yo si quiero una —la vocecita de Michelle no se hace esperar.

Me levanto para comenzar a caminar adonde me llevan mis pies, es como si completamente solos supieran qué camino tomar. Veo como el ligero humo del cigarro sale de sus lindos labios. Me detengo a unos cuantos-muchos-pasos de él observándolo llevarse el cigarro a sus labios con tanta familiaridad.

Algunos de los mechones de su cabello tocan su nuca, la liguera barba se alcanza a notar desde mi posición y puedo afirmar que se mira mucho más varonil. No quiero decir que sin ella no lo haga, porque yo lo veo perfecto de cualquier forma. Es solo que sin rastro de barba su carita es más bebé y se ve mucho más joven.

—¿Qué tanto me observas acosadora? —pego un santo al sentir unas manos envolverse en mi cintura y pegarme a un pecho cálido.

—No estaba observándote, solo miraba... Por ahí —me hago la desentendida, trago saliva. Dejo las manos en su pecho.

—Claro, deja te creo un poco —río al sentir sus besos en mi cuello.

—Me haces cosquillas, Devan.

—Mm, hueles tan bien solecito.

—Basta, van a vernos —mi rostro se torna rojo como siempre mientras veo a los lados esperando que nadie nos esté mirando. Mis ojos se van cerrando a causa de los besos.

—Eso se resuelve fácil, vámonos.

—¿Qué? ¿Estás loco? Aun no salimos de clases —acaricio su puchero.

—Anda solecito, vámonos —trato de ignorar como roza sus labios contra los míos, eso de chantajear a la gente se le da muy bien.

—No Devan, tengo clase y no quiero fal- ¡Ah! ¡Keller, bájame ahora!

—¿Alguien escucha al sol hablar? Porque yo creo que nadie lo escucha. ¿Tú lo escuchas, hermano?

—¡Estás loco! ¡Nadie escucha nada!

Gruño cuando escucho la voz de Zed siguiéndole el juego.

—¡Por favor no la dejes sin caminar! —el grito de mi mejor amiga me hace levantar la cabeza para poder verla feo, pero la posición en la que estoy no me lo permite.

—¡Michelle!

—No prometo nada.

Cierro los ojos al escuchar su susurro, mi rostro se vuelve completamente rojo, también siento como la sangre corre hasta mi cabeza. No duro mucho en su hombro cuando me baja, me sostengo de sus hombros para lograr estabilizarme.

El castaño me recarga en su auto mientras lo abre. Abro los ojos, volteo a verlo con los brazos cruzados.

—Estoy molesta.

—Bueno, usa tu molestia para entrar al auto —hace un ademan con su mano para que entre cuando abre la puerta.

Suspiro y me subo al auto. No lo hago de mala manera, no puedo decirle que no a Devan, pero ¿Por qué no puedo hacerme la difícil unos segundos? Acomodo mi vestido, cuando el chico entra al auto espero a que lo encienda. Veo por la ventana los demás autos, algunos de los alumnos se pasean por el jardín.

Volteo a ver a Devan, cuando me topo con sus ojos, muerdo mi labio. Antes de que pueda preguntar qué es lo que pasa, pasa rápidamente sus manos a mí cintura y me jala hacia él hasta sentarme en su regazo.

—¿Qué pasa?

—Pasa que no creo aguantar hasta que lleguemos a mi departamento.

Sus manos acarician mi espalda acercándome a él mientras su boca se une con la mía.

Y como si fuese un pajarito en busca de agua le correspondo, porque no tengo la intención de negarle un beso a este chico. Permito que sus manos acaricien mi cuerpo, que su boca reparta besos en mi piel.




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