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Capítulo 36. Perdido en ella.
Devan Keller.
Revuelvo mi cabello al bajar del auto, suspiro hondo el aire fresco y helado. Acomodo mi suéter antes de encaminarme hacia la casa frente a mí. Andrew me ha pedido que viniera para resolver algunos asuntos. Aunque aún no sé qué asuntos quiere tratar conmigo.
Hoy sábado he decidido ir por May y Dawson cuando salga de aquí, tengo pensado que vayamos al parque o alguna otra parte. Iré de sorpresa ya que no le he avisado nada, solo espero que si este en el departamento.
—Estaba esperándote —es lo primero que dice cuando entro, lo veo acomodar y leer algunas hojas.
—Ya vez, el tráfico no es muy lindo a esta hora —tomo la silla frente al escritorio y me siento.
—Necesito que me resuelvas un asunto.
—¿De qué estamos hablando exactamente? —me recargo en la silla con los brazos cruzados.
—Hay un hijo de puta que solo viene a comprarnos droga junto con un amigo. Nos deben ya mucho dinero, sabes que cuando me deben algo, no recibo atrasos ni adelantos. Ya me lo debieron y solo sus miserables vidas pagan.
—¿Dónde puedo encontrarlo?
—Se juntan mucho en un callejón, quiero a los dos fuera de este mundo. Si tan machitos son para venir a comprar droga sin pagar, que lo sean cuando quiera cobrarla a mi manera.
—Bien, ¿algo más? —me pongo de pie. Sus ojos siguen cada uno de mis movimientos atentamente. Elevo una ceja cuando distingo su semblante—. ¿Qué pasa, Andrew?
—¿Algo qué quieras hablar con tu hermano, Devan? —entrelazada las manos encima del escritorio.
Sonrío de lado por su pregunta.
—Nada que quiera compartir contigo, hermano —acomodo la silla.
—Cuida bien a la chica, Keller —me detengo antes de que pueda girar el pomo. Mi rostro cambia rápidamente, siento mi cuerpo tenso de repente.
—Ella está fuera de esto.
—Yo decía lo mismo de Lexie.
Aprieto el pomo de la puerta, su tono más bajo de lo común, sé que si volteo a verlo estará viendo hacia algún punto pensativo. Abatido, lleno de culpa.
—La diferencia entre tú y yo, es que tú metiste a Lexie en esto sin darte cuenta. No repetiré errores. —cierro la puerta de su despacho sin esperar a que conteste.
Mientras camino a la salida, por uno de los pasillos me encuentro a una señora cargando a una bebé, lo primero que se me viene a la cabeza es Dawson. Me detengo para contemplarla más tiempo, porque nunca vine a verla. Me recordaba tanto a Lexie y sé que aunque Andrew amaba con locura a esa niña le hacía recordar, recuerdos dolorosos.
Los grandes ojos azules, llenos de pestañas se topan con los míos. Le sonrío levemente, pequeños balbuceos salen su boca y me quedo ahí. Me acerco, la tomo en brazos cuando la señora me lo ofrece, sí supiera todo lo que su madre hizo por mí. Que estoy tan agradecido con ella.
...
Cuando llegue a mi departamento sin ganas de hacer nada solo puse el reproductor de música a todo volumen y me tire al sofá. Bazzi sonaba en todo mi departamento. Me sentía en un tipo de nostalgia, el recordar mi pasado, el ver al bebé, el volver a hablar de ella.
Eran temas delicados para mí.
Luego de estar pensando un buen rato, me meto a bañar para poder ir a hacer el encarguito que me ha dejado Andrew. No se me hace nada difícil, pero antes de atacar tengo que investigar al tipo, lo poco que me ha dicho mi jefe no me ayuda de nada.
También hablo de otro tipo, dijo que quería a ambos fuera de este mundo. Y es lo que haré, voy a darme una vuelta por el callejón. Estoy consciente que no puedo matarlos de una, primero los investigo a fondo, que lugares visitan, con que tanta frecuencia y donde puedo dar mi golpe.
Me coloco mi chaqueta negra y salgo del departamento tomando las llaves de mi auto. El vivir sin mi madre me tiene más ligero, sin el peso en mi espalda, ahora tiene que cuidarse ella misma, trabajar para poder vivir. Y aunque aún tengo esa espinita que me carcome por dentro por dejarla sola, sé que no debo de sentirme así. ¿Cuándo ella se preocupó por mí?
No tengo ni idea si ella fue la que cuido de mí cuando era un bebé, ¿acaso me alimentaba? ¿Ella me cuidaba cuando comencé a dar mis primeros pasos? No tenía la menor idea, me era difícil creer que Zara me había llegado a cuidar, si desde que tengo memoria nunca lo hizo.
Cambiando de tema, al llegar al callejón caminando—ya que deje lejos el auto—lo primero que hice fue verificar el perímetro. Tenía que saber que no me estaba metiendo en la boca del lobo, una de mis manos se encontraba justo encima de mi arma. No sabía con lo que iba a encontrarme, claramente tampoco iba a ciegas, sabía exactamente en qué casa se encontraba el bastardo. Y si su amigo no se encontraba con él tendría que buscarlo por otra parte.
Al detenerme frente a la puerta, gire mi cabeza hacia los lados, al ver todo totalmente despejado y oscuro, paté la puerta abriéndola de golpe.
Tal vez era cuidadoso, pero me gustaba hacer las cosas rápido.
—¡¿Qué mierda te pasa, idiota?!
Lo primero que mis ojos pudieron ver entre tanto cochinero dentro de ese pequeño cuarto fue, al tipo en calzoncillos arrodillado mientras inhalaba el muy conocido maldito polvo blanco. Eche una rápida mirada a toda la habitación haciendo una mueca, era literalmente un basurero.
Mis ojos se detuvieron en una chica en ropa interior completamente dormida... o desmayada en la pequeña y desordenada cama.
—¡Te pregunte algo, imbécil!
Mi mirada fue a parar al pelirrojo que apenas podía pararse, estaba tan drogado que creo que ni siquiera sabía que estaba pasando o si yo era real.
—¿Eres Roger?
—¿Qué te importa a ti, imbécil? ¡Sal de mi casa!
—Eso me confirma que eres Roger.
—¿Y si así fuera que im-