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Capítulo 37. Perdiendo el control.
Maydelinne Hanae.
1... 2... 3...
Respiro hondo sin poder retener más el aliento.
Acaricio el cabellito de Dawson mientras veo por la ventana, ver pasar los árboles, dejando atrás la civilización. En este momento pasan tantas cosas por mi cabeza, cosas de las que tengo tanto miedo.
Vi tantos panoramas, demasiados diaria yo. Pero nunca este.
Nunca me paso por la cabeza el irme con él.
Y las lágrimas no son una opción ahora mismo.
Desde el primer momento en el que escuche su voz, esa voz que me ha dado las peores pesadillas de mi vida, la que me asquea y me aterra. No vi otra opción más que la del arma apuntando la pequeña cabecita de Dawson. ¿Por qué tenía que meterse con lo que más quiero en el mundo?
¿Qué culpa tenía mi bebé de tener un tío tan mierda? ¿De ser tan pequeño y no poder defenderse?
No estoy aquí porque quiero, ¿a qué mujer le gustaría que la golpearan? ¿O a qué persona? Nunca me han gustado los abusos de este tipo. Y mucho menos cuando empecé a recibirlos. Joan me ha hecho la vida un infierno, y cuando creo que todo se ha acabado... Empeora.
—Tranquila nena, ya vamos a llegar —me tenso al sentir una de sus manos en mi muslo. No quiero voltear a verlo, el simple hecho de ver la sonrisa que tiene en el rostro me llena de terror. ¿Por qué no pudo largarse sin mí? ¿Por qué, Dios? —. Ya quiero que veas la casa, va gustarte mucho.
No quiero llorar, no quiero llorar más. Ya no.
¡¿Por qué actúa como si yo estuviese aquí por mi propia voluntad?! ¿Tan mal esta que le lo pone feliz mi dolor? ¿Mi tristeza?
—Hubieras dejado que Dawson se quedara...
—¿Vas a seguir con eso, Hanae? Dawson es nuestro, no vamos a dejarlo como si fuese nada. Así que cierra la boca si no vas a contestar lo que digo.
Frunzo el ceño levemente abrazando más contra mi cuerpo al pequeño. Hubiera preferido mil veces dejarlo con Michelle.
Cuando quise ir a visitarla esta mañana me topé con Joan en los pasillos, ya no me dejo ir. Intente correr al principio pero me pareció algo tan absurdo recordando que cargaba al pequeño. Mi pecho se llenó de terror pero no me dejo hacer nada. Simplemente me saco del departamento y me arrastro hasta el auto que seguramente ni era de él. Lo primero que se me ocurrió fue mandarle un mensaje a mi mejor amiga, un mensaje por el que me gane una bofetada.
Los escenarios que una vez imagine se hicieron realidad, alejándonos de todo, de todo lo que puede salvarme, de Devan. ¿Por qué tenía que ser tan injusta la vida conmigo? ¿Había hecho algo mal acaso en mi vida pasada? No le encontraba explicación y sinceramente las fuerzas se me iban. Siempre he sido creyente de las cosas pasan por algo. Esto tiene que pasar pero ¿por qué? ¿Para hacerme más fuerte? ¿Para destrozarme la vida? ¿Qué tengo que demostrar?
Salgo de mis cavilaciones cuando siento que el auto se detiene justo frente a una pequeña casa, nuestro destino ha sido el pueblo más cercano y alejado de la ciudad. Las esperanzas de un escape se esfumaron durante las horas de camino en auto.
—Ven, va gustarte más por dentro —jalo mi brazo para que deje de tocarme, ¿por qué esta tan contento? ¿No esta consiente que acaba de secuestrar a una persona? Su mirada no tarda mucho centrarse en mí de otro modo—. Deja de ser tan... —suspira hondo—. No quiero pelear, solo entra a la casa, Hanae.
—No quiero. No quiero estar aquí, no te quiero cerca, no quiero que me toques. ¿Cuándo vas a entenderlo, Joan?
Su mandíbula se aprieta y toma mi brazo enterrando los dedos en mi piel, trato de no hacer una mueca. Mira de reojo a Dawson que lo mira en silencio totalmente callado. De un solo movimiento comienza a arrastrarme dentro de la casa.
Al entrar lo primero que me llama la atención es lo frío que esta, podría decir incluso que hace más frío aquí dentro que afuera.
—Eres una maldita malagradecida. Todo lo que he hecho por ti deberías de pagármelo al doble.
Ruedo los ojos caminando hasta la alfombra de la sala de estar. Trato de dejar a Dawson en esta pero no me suelta, sus ojitos me miran suplicantes para que no lo deje que no puedo evitar atraerlo de nuevo a mi cuerpo. El dolor en mi pecho vuelve a hacer su aparición con más fuerza que antes.
Beso la cabecita de mi pequeño para que pueda calmarse, las vibras en esta casa no son nada buenas.
Siento unas manos posarse en mis caderas, trago saliva sintiéndola amarga de repente. En este momento quisiera salir corriendo. Frunzo el ceño mirando la pared completamente blanca, desconectándome unos segundos de la realidad.
—Mami...
Las asquerosas manos de Joan se detienen de manosear mi cuerpo con el susurro de Daw. Bajo la mirada hacia él, sus ojos verdes miran de reojo al monstruo detrás de mí. Un suspiro sale de mis labios y beso su frente antes de apartarme y caminar por la casa buscando una habitación.
—Deja a ese niño allá y vuelves aquí.
Ignoro sus palabras totalmente.
—Mami...
Devan Keller.
Mis manos se aprietan al volante con demasiada fuerza, por mi cabeza cruzan las palabras de Michelle. Acelero para llegar lo antes posible al departamento.
Muchas de las cosas que están pasando ahora no llego a comprenderlas y quiero saber el porqué. No entendí bien lo que la amiga de mi novia quiso decirme. O tal vez si lo entendí pero no lo creo aun. No lo creo posible cuando May es una chica tan tierna, tan delicada.
Lo que más quería yo, era protegerla y sin saberlo ya estaba dentro de la boca del lobo.
Aprieto la mandíbula con fuerza, el pensar que algo podría pasarle. En lo que me va contar Michi. Tengo la cabeza hecha un lio.
Al llegar al edificio, no pierdo el tiempo. Subo rápidamente los escalones dejando de lado el ascensor. La sonrisa de May pasa por mi cabeza, su voz, sus caricias. Me detengo a mitad de las escaleras con el ceño fruncido y los puños apretados. Los cardenales, la falta de sonrisas, los golpes en su rostro.