Respírame

41 | Fragilidad

Capítulo 41. Fragilidad. 

Maydelinne Hanae.

Vuelvo a tocar la puerta con más insistencia, aprieto a Dawson más a mi pecho, su cuerpecito se encuentra frío. Debí de tomar una cobija antes de salir de aquella casa. Veo el número en la puerta y compruebo que sí es la de Devan.

Suspiro hondo y me voy resbalando por la pared hasta terminar en el suelo, tal vez no está. Solo espero que llegue pronto, no quiero volver a salir, me da terror que Joan este buscándonos. Solo necesito sentirme segura, no se me ocurrió otro lugar para ir, lo único que mi cabeza decía una y otra vez era el nombre de Devan.

Beso la cabeza de Daw y cierro los ojos por unos segundos, los segundos se convierten en minutos y los minutos tal vez en horas. Escucho a mi pequeño quejarse contra mi pecho, sé que tal vez no nos tocó la vida que hubiéramos querido. Tampoco quiero ser una desgraciada.

Recuerda, May. Hay más personas sufriendo mucho peor que tú, tú sigues viva. Agradécelo.

Frunzo el ceño al escuchar por donde van mis pensamientos, ¿estará bien sentir lastima por ti misma? Una pequeña lágrima se desliza por mi mejilla; estoy comenzando a pensar que el venir hacia donde Devan ha sido una terrible idea. Ha de pensar que lo abandone, está bien que no quiera verme más. Solo necesito que entienda que nunca lo deje, que lo sigo amando como el primer día. Agradecerle por enseñarme lo que era la felicidad.

Una punzada ataca mi pecho, tomo una pequeña bocanada de aire, niego despacio, negándome a seguir llorando.

—Mama, hambe—bajo la mirada a esos ojitos verdes.

Por un momento me sumerjo dentro de mi cabeza, siempre he hecho lo mejor para Dawson, he tratado de hacer lo mejor por él y lo que he hecho hace unas horas ha sido por él. Y aunque no lo quiera ver... ha sido por mí también.

Ha sido por ambos, porque aquello no es vida, no es vida para un niño de 1 año y medio y tampoco para una adolescente de 18. No deberían existir estás atrocidades, ninguna mujer, de ninguna edad, debería de pasar por esto. Ninguna persona. Me he preguntado muchas veces, ¿por qué lo hacía, Joan? ¿A caso le daba más hombría gritarme? ¿Golpearme? ¿Abusar de mí le hacía volverse más hombre?

Tal vez el miedo te ciega, te ciega de una manera que no puedes ver cómo salir. Yo juraba que terminaría muerta en alguna de sus golpizas. Y solo le pedía a Dios que mi pequeño no se quedara con él.

Mi labio inferior arde cuando trato de humedecerlos con mi lengua. No dudo tener algún morado en alguna parte del rostro o cuerpo, le encantaba golpearme por cualquier cosa. Sé también que por salud mental debo de ir con un psicólogo. Solo espero poder vivir con esto, no tener ninguna pesadilla que tenga que ver con él, con las asquerosidades que me hacía.

—¿Solecito?

Por un momento el oxígeno abandono mi cuerpo, no me prepare lo suficiente para este reencuentro. Y es que nadie me dijo que solo de escuchar su voz mi corazón iba a acelerarse, justo como ocurría siempre. Me siento tan pequeña en este momento, necesito que sus brazos envuelvan mi cuerpo quebrantado, hasta que los pedazos de mi alma vuelvan a unirse.

Mis ojos se llenan de lágrimas cuando se topan con los suyos, sus ojos están rojos, tiene unas grandes ojeras debajo de ellos. Su cuerpo no tarda mucho en envolver el mío cubriendo también a Dawson que lo mira serio.

—Amor... Mi vida, dime algo —sollozo bajito escondiendo el rostro en su cuello. No puedo verlo, no después de todo lo que he pasado—. Por favor May.

Siento como eleva mi cuerpo para meterme al departamento, las manitas de Dawson se aferran a mí para no caer. Estoy tan cansada de llorar, de sentirme usada y débil. ¿A caso todas las mujeres son propensas de pasar por lo mismo que yo? Estoy harta de este mundo lleno de personas asquerosas, nadie puede obligarte a hacer cosas que no quieres. Y si nunca denuncie a Joan fue por el estúpido miedo hacia él, miedo al qué dirán, si me miraran diferente o si me trataran de otra manera. ¿Qué mierda importa ahora? Tal vez si lo hubiese hecho antes nada de esto habría pasado. Aquel monstruo no hubiera abusado de mí las veces que se le diera la gana. Y ahora no me importa, ¿qué mierda interesa lo que diga la gente? Si les doy lastima o no es algo que ya me tiene sin cuidado.

No dejare a Joan fuera para que arruine otra vida, merece pagar por lo que ha hecho y si abuso de mi madre tengo que investigarlo en la caja que me lleve de aquella fría casa.

Hambe, hambe.

El susurro de mi pequeño a la lejanía me hace sonreír con tristeza. Estoy consciente de que tanto Dawson como yo no comíamos muy bien allá, incluso estamos más delgados. Me remuevo en la cama para poder quitarme las sabanas que cubren mi cuerpo. En cuanto el chico de ojos azules me puso en su cama me hice la dormida para no darle explicaciones aun. Sé que en algún momento tengo que dárselas, pero lo que más quiero ahora es olvidarme de todo. Meter esos horrorosos sucesos en alguna caja negra de mi cerebro y arrumbarla en la esquina más recóndita.

Recargo la mitad de mi cuerpo en la encimera mientras los veo a los dos preparar un sándwich, Devan le va indicando que es lo que tiene que poner en el pan. Mi pecho duele al verlos, él chico de ojos azules se ve cansado, hasta podría llegar a decir que está más pálido de lo normal. Se ve que la ha estado pasando mal. Lo que no sé es si yo soy la culpable de eso o se trata de otra cosa.

—¿Quieres un sándwich?

Su voz en mi oído me saca de mis cavilaciones, ni siquiera sentí cuando fue que se acercó tanto. Levanto la cabeza para conectar nuestros ojos. Ambos estamos tristes, destrozados, podía echarme a llorar a sus brazos como si fuese una bebé. Sus brazos no tardan mucho en rodearme, pega su frente a la mía.

¿Cómo debo de sentirme en este momento? Las ganas de llorar incrementan, pero ya no quiero llorar. Las lágrimas no arreglan nada ni borran el tiempo y mucho menos los recuerdos. Lo he repetido muchas veces.




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