La memoria es como un lienzo desgastado con el paso de los años, pero muchos recuerdos han permanecido en mi mente, como si hubieran sucedido ayer, especialmente todos los malos que recuerdos, que aunque desearía poder olvidarlos, se que todo eso fue parte de mi crecimiento personal, posiblemente te estes preguntando con respecto a los malos momentos que tuve, claro es lógico que tengas dudas, y con el tiempo intentare responder a todas las preguntas que puedas tener, pero por el momento, no puedo responder, pero creo que he olvidado mis modales querido lector, mi nombre es Eleanor Loughty, actualmente tengo 62 años de edad, empecé a escribir esto, por recomendación de mi nieta Arabella, dijo que mi historia debería saberse, y que ayudaría a muchas mujeres que alguna vez estuvieron en alguna de las situaciones que he vivido. Creo que has de estar muy aburrida leyendo esto, así que creo que debería iniciar esta historia con algo no tan crudo...
Cuando era niña mi madre Isabella me conto una historia sobre mi nombre, uno pensaría que sería una hermosa historia, pero no fue así, antes de que yo naciera mi madre tuvo una hija llamada Eleonor, decían que era una linda bebé, y que tendría una buena vida, eso fue un error, mi hermana falleció cuando tenía un año de edad, ella estaba en su cuna dormida, mientras mi madre cocinaba, un escorpio subió por la cuna de mi hermana, y su piquete fue mortal, cuando mi madre se dio cuenta era demasiado tarde, ella ya estaba muerta.
Tiempo después mi madre quedo embarazada de mí, y cuando me dio a luz, mi padre dijo que era idéntica a mi hermana muerta, así que, pensaron que la mejor manera de honrar a esa niña fue nombrar a su siguiente hija con su nombre.
Como te dije, anteriormente la historia de mi nombre no era muy agradable, pero, aun así. yo nunca dude del amor que me tenían mi mamá.
Después de mi nacimiento, mi madre tuvo más hijos, un aborto y dos más de mis hermanos murieron, la gente de nuestro pueblo empezó a creer que mi madre, había sido maldecida, pues sufrir la muerte de 4 hijos no era algo normal, y más que a mi padre no le importara la muerte de sus hijos.
La gente empezó a evitar a mi madre. Algunas vecinas ya no se le acercaban en el mercado, y los rezos en la iglesia parecían más bien hablar mal de la señora Loughty, y a mirarla con desdén. Ellos decían "Esa mujer arrastra la muerte" como si el dolor fuera contagioso. Yo no entendía mucho sobre lo que pasaba, pero recuerdo que cuando yo tenía aproximadamente 5 años, una vecina de la cual no puedo recordar ni su nombre ni su rostro, me dio como obsequió un collar bendito con la imagen del Dios Aegis, al recibirlo ella me susurro al oído; "Para que no te alcance la maldición derramada en tu familia, espero que con esto pueda traerte tranquilidad y te dé luz en un camino de oscuridad".

Aquel collar, sirvió como consuelo, al corazón de mi pobre madre, porque, ella al ser fiel creyente del Dios Aegis (dios de la luz, el agua y la protección), decía que este collar era el mejor regalo que podían darme, pues, significaba que a pesar de que nuestra familia, siempre fue s.eñalada con un dedo, por las personas a nuestro alrededor, había alguien ajeno a mi familia, que deseaba mi bienestar y rezaba por mi protección.
Mi madre nunca lloraba en público, en nuestro hogar tampoco, pero yo la podía escuchar por las noches, yo sabía distinguir sus sollozos, del ruido que hacían los pisos o de los sonidos producidos por los insectos. Era un llanto contenido, como si no quisiera que la tristeza saliera completa por miedo a vaciarse del todo.
Mi padre en cambio, jamás cambio, el era un borracho, que siempre estaba fuera de casa, el trabajaba transportando comida y varios productos a la región del sur, así que fue extremadamente rara la situación, en la que convivíamos toda mi familia junta, de hecho en muchas ocasiones mi padre, se gastaba todo su dinero en alcohol y nos dejaba sin comer a mi madre y a mis hermanos, no podíamos vivir así, por lo que mi hermano Byron, tomo la responsabilidad por la familia, abandono sus estudios y empezó a trabajar como conductor de carruajes de la nobleza baja, aunque no era un oficio que le gustara, le daba el dinero suficiente para que nosotros pudiéramos comer aunque sea un pedazo de pan.
Pese a todo, hubo belleza en medio de tantas desgracias. Mis charlas con mi hermano Byron, cuando jugaba a las muñecas con mis hermanas, cuando mi madre cepillaba mi cabello, y me hablaba sobre sus días de juventud, la primera vez que comí un postre y muchas cosas más, que, aunque parezcan insignificantes para algunos, son momentos preciosos para mí. Y el momento en que mi querida nieta Arabella me dijo: "Abuela, tus heridas no han cicatrizado, aunque me digas lo contrario sé que siguen abiertas, pero al escribir sobre todo tu dolor, al fin podrán sanar de manera adecuada, y esas cicatrices pueden ser mapas para quienes aún caminan a oscuras."
A los 9 años empecé a entender que mi infancia no sería para mí un tiempo de inocencia, sino una etapa de resistencia silenciosa. Mientras las niñas adineradas de mi edad jugaban entre flores y cantaban, yo ayudaba a mi madre en las tareas del hogar, cuidaba a mis hermanas menores durante unas horas, y después iba a la escuela, mi vida era así una rutina constante, que muy pocas veces cambiaba, sentía que el tiempo pasaba muy lento, como si todo lo demás siguiera su curso, y yo me quedara estancada.
Debí haber apreciado esos momentos de calma, aunque a mí me parecieran aburridos y sin gracia, un momento de tranquilidad, es lo mejor que te puede pasar.
A los diez años, comencé a escribir pequeños fragmentos en hojas sueltas que encontraba en la escuela o que mi madre me daba cuando envolvía el pan. No eran poemas ni cuentos, eran pensamientos sueltos, como si mi alma necesitara vaciarse en papel para no ahogarse. A veces escribía sobre el collar del Dios Aegis, preguntándome si realmente me protegía o si simplemente era un símbolo de esperanza que alguien quiso regalarme.