Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 33. Has despertado mi curiosidad

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 33.
Has despertado mi curiosidad

Tras dos días de reposo encerrada en esa pequeña y extraña habitación, Lily Sullivan fue capaz de levantarse de la cama y salir de ahí. Sin embargo, requirió de muletas para poder andar, pues aún le dolía demasiado al apoyar su pierna derecha; por suerte su secuestradora se las consiguió sospechosamente rápido. Le consiguió también ropa nueva, además de una peluca castaña corta y unos feos anteojos de armazón negro y grueso. Ella también se había comprado una peluca rubia, lentes algo más discretos, y un sombrero más grande que su cabeza. Se veían ridículas, al menos desde su punto de vista. Y encima de eso, Lily necesitó además de algo de maquillaje para ocultar el feo moretón de su cara, que para ese momento ya se había bajado pero seguía siendo lo suficientemente visible. Por suerte, Esther tenía bastante maquillaje para su uso personal.

Resultó que no estaban a mitad del bosque o frente a una jefatura de policía, ni en ningún otro sitio extraño. De hecho, se encontraban en un modesto y viejo hotel, en un pueblo igual de modesto y viejo algunos kilómetros al norte de Portland. Lily nunca supo el nombre de aquel sitio, y tampoco le importó. Esther les compró dos boletos para un autobús hacia Olympia, el cual abordaron bastante temprano en la mañana. El viaje duró cerca de tres horas, en las cuales al menos dos personas les preguntaron preocupados lo mismo: “¿Qué hacen dos niñas tan lindas viajando solas?” y “¿Qué te pasó en tu pierna, pequeña?”, eso en cuanto notaban las muletas de Lily, y el vendaje grueso entorno a su muslo que se notaba discretamente debajo de la falda amarilla de su atuendo. Para ambas preguntas, Esther siempre se adelantaba a responder primero, y con asombrosa tranquilidad y desenvoltura.

—Vamos a visitar a nuestra tía en Port Townsend, nuestro papá ya nos espera en Olympia —respondía a lo primero, con una amplia sonrisa amistosa e inocente, que junto con su rostro totalmente falso y maquillado la hacían ver como la criatura más adorable e inofensiva del mundo. Y sobre su pierna, sólo contestaba—: La atacó un perro, muy grande… Pero fue su culpa, ella lo molestó y se portó mal. Pero estoy segura de que aprendió su lección, ¿cierto, sis?

En esos momentos Lily prefería sólo guardar silencio, sonreír discretamente y asentir. Curiosamente nadie les cuestionó mucho más después de ello. Debía darle crédito a su captora. Podría estar loca y ser totalmente falsa de los pies a la cabeza, pero sabía cómo manipular y controlar a las personas; y lo hacía incluso sin poderes.

Se bajaron en Olympia y desaparecieron antes de que alguien les hiciera más preguntas, incluyendo el paradero de su supuesto padre que las debería estar esperando ahí. No habían mentido al decir que se dirigían a Port Townsend, aunque ese no era en realidad su destino final. Debían esperar a la salida del siguiente autobús dentro de dos horas, así que optaron por ir a comer algo. Del otro lado de la avenida frente a la estación, se encontraba una plaza comercial. A Lily le pareció que era un poco absurdo ir a un lugar tan concurrido y arriesgarse a que alguien les reconociera. Esther, por su parte, afirmó que era mejor estar precisamente en un sitio lleno de gente en el que pudieran confundirse con la multitud; había dicho algo sobre cómo mientras más personas había a su alrededor, la gente miraba menos. No le pareció coherente, pero ella era la psicópata profesional, así que algo debía de saber al respecto.

Entraron a la dichosa plaza sin mucho problema; en efecto, había bastante personas, pero todas demasiado ocupadas en sus propios asuntos como para preocuparse por las dos niñas que andaban solas por ahí. Con respecto a la comida, no se complicaron mucho: fueron directo a un McDonalds que se encontraba ahí dentro de la plaza. Habría muchos niños con sus padres, por lo que esperaban que dos niñas más no llamaran mucho la atención.

Lily se sentó en una mesa, dejando sus muletas sobra ésta, mientras Esther ordenaba. La mayor parte del día se la había pasado sentada en el autobús, y aún así lo poco que había usado las muletas había bastado para que la cansara. Y a pesar de en teoría casi no estar apoyando la pierna, igualmente le seguía doliendo. Y aún así, estaba segura que no era ni remotamente cercano a cómo le dolería si se le hubiera infectado, gangrenado y muerto. Se había estado tomando los antibióticos y antiinflamatorios como su desquiciada enfermera le había indicado, y eso sumado al reposo al parecer había ayudado. Pero temía que todo el ajetreo de ese viaje le volviera a abrir la herida, o le complicara su recuperación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.