Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 39.
El Baile Negro
La limosina alquilada los llevó justo a las puertas de la escuela. Desde la mera entrada, el lugar ya se encontraba decorado casi de ensueño. Había luces en todos los árboles, y desde la banqueta hacia la puerta habían extendido una larga alfombra azul, como si fuera la entrada de alguna premiación. Habían colgado lunas y estrellas alumbradas, asemejando de seguro un cielo estrellado. Desde su ventana, Carrie pudo ver que un número significativo de invitados iban arribando, todos con hermosos trajes y vestidos de colores primaverales. Todos reían y hablaban entre ellos, notándoseles una gran alegría y entusiasmo.
Por un momento, la joven se sintió agobiada y muy asustada. Tommy hizo el ademán de querer abrir su puerta, pero ella por mero reflejo extendió su mano hacia él para detenerlo.
—¿Podemos esperar un momento? —le murmuró despacio, casi como una súplica.
Tommy la miró un poco desconcertado.
—Sí, claro. Todo el tiempo que quieras.
Carrie asintió con gratitud, y entonces se quedó contemplando un rato por su ventana al resto de las personas que pasaban cerca de su limosina, y se dirigían al interior de la escuela.
—¿Estás asustada?
—Me temo que todo esto pudiera haber sido un error —susurró la joven en voz baja.
—No son tan malos, enserio —añadió Tommy con un tono burlón—. Además, te necesito allá. Estar bailando yo solo de seguro se vería muy tonto.
Una pequeña risilla se escapó de los labios de la muchacha sin que ésta se lo propusiera realmente. Ese sólo comentario de alguna forma logró aligerarle un poco la pesada carga que traía consigo; quizás no toda, pero sí parte de ella.
—Está bien, vamos.
Tommy bajó primero y le dio la vuelta por detrás al vehículo para abrirle su puerta. Ambos caminaron uno a lado del otro por la alfombra azul hacia la entrada, y cada paso Carrie lo sintió acompañado de los intensos latidos de su corazón. Pero más importante aún que ir tomada del brazo de Tommy Ross, era la sensación de ir entrando a aquel sitio junto con todos los demás asistentes, como una más de ellos. Todo estaban ahí por el mismo motivo: disfrutar esa noche y divertirse como nunca. Y ella era ahora parte de eso, no más y no menos.
El golpe inicial de la música fuerte y las luces, fue al principio algo aturdidor para Carrie. El sitio estaba casi a oscuras, excepto por los grandes reflectores en los techos que reflejaban luces de diferentes colores y formas por todos lados, y la música del DJ resonaba con gran fuerza en el eco natural del gimnasio, retumbando un poco sus sensibles oídos más acostumbrados al silencio y la calma de su hogar.
Pasada la primera impresión, y una vez que sus oídos y ojos se acostumbraron, logró apreciar de nuevo todo aquello mejor. Durante los días normales de escuela, siempre veía a los chicos de su escuela como seres tan ajenos a ella, pero en ese momento todos lucían tan hermosos, casi etéreos. Pero Carrie no se sentía intimidada, sino más bien fascinada. Era como entrar en un mundo de fantasía, con brillos, colores y sonidos que no podían existir de dónde ella venía. Y todos los otros eran personajes de ese curioso cuento.
Mientras ingresaban, Tommy le presentó a su amigo George y a su novia Frieda, ambos bastante simpáticos. Por un momento Tommy se concentró en saludar a George, bastante efusivamente, y Frieda se encargó de platicar con ella mientras se dirigían a su mesa; a ella incluso le impresionó su vestido, y se le dificultó creer que ella lo había hecho.
Los cuatro se sentaron en la mesa; incluso la decoración de ésta, con sus manteles blancos y centros, le parecieron a Carrie hermosos. Tommy platicaba animosamente con sus dos conocidos, y Carrie en general se limitaba a sólo oír y sonreír. No había mucho que pudiera agregar a su conversación, y eso le avergonzaba. Estaba tan poco acostumbrada a convivir con la gente, que no tenía realmente temas de conversación normales, más allá de interpretaciones bíblicas, la costura, y recientemente poderes psíquicos. Pero estaba segura que ninguno de esos temas sería del interés de personas como Tommy y sus amigos.
Su mayor deleite, o quizás sufrimiento, era mirar alrededor para apreciar a los demás. Todos se veían tan felices con sus amigos, tomándose fotos y bailando. Había ya varias personas bailando una canción de lo más movida, moviéndose con bastante gracia y ritmo. Carrie se vio a sí misma de pronto casi hipnotizada por los movimientos que realizaban, y varios de ellos le parecieron que rosaban en lo obsceno. Las mujeres agitando sus traseros en sus ajustados vestidos, deleitándose con el hecho de que las vieran. Los hombres pegando sus cuerpos contra sus parejas, restregando sus entrepiernas contra éstas. Carrie se sintió horrorizada por unos momentos por todo aquello, pero intentó no dejarse dominar por ese sentimiento. Así era cómo reaccionaría su madre (o en realidad mucho peor), pero no ella. A ella todo aquello le tenía que parecer lo más normal posible… tenía qué.