Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 40.
Usted me lo prometió
El viaje de tres horas de Boston a Chamberlain le resultó eterno a Matilda. Cruzó la línea estatal de New Hampshire un poco después de las 9:00, y veinte minutos después ya estaba entrando a Maine. De ahí en adelante condujo por la carretera 95 como una desquiciada, a una velocidad que definitivamente no estaba para nada acostumbrada a utilizar. De hecho, un rápido auto diagnostico le hubiera revelado sin lugar a duda que estaba fuera de control, pero sólo se volvió ligeramente consciente de ello la segunda vez que su vehículo casi se salió del camino al tomar demasiado a rápido una curva. Sólo entonces se cuestionó a sí misma si acaso no debía mejor dar la vuelta y volver, pues en realidad no tenía nada concreto que pudiera indicarle que pasaba algo malo en aquel sitio; o al menos no algo tan malo que ameritara ese viaje tan repentino.
Sin embargo, esa visión había sido tan horrible, y la sensación que la acompañó tan agobiante, que no podía sacársela de la cabeza. Ni siquiera sabía qué significaba o si era algo que había ocurrido o estaba por ocurrir. Pero fuera lo que fuera, la empujaba a seguir conduciendo. Sentía que debía ir y asegurarse de que Carrie estuviera bien; sólo así podría estar tranquila.
En algún punto alrededor de las 11:00, el vehículo de la psiquiatra pasó volando a un lado del letrero que mostraba en letras grandes y coloridas: “Bienvenido a Chamberlain”. Poco después de aquel punto, se forzó a sí misma a reducir la velocidad pues ya se encontraba entrando a zona urbana, y lo que menos necesitaba en ese momento es que alguna patrulla la detuviera. Pero no tardaría en darse cuenta de que nadie la hubiera multado, aunque hubiera ido a cien kilómetros por hora.
Cuando ingresó a la avenida principal del pueblo, tuvo que frenar en seco al ver una estampida de gente que corría despavorida por la calle. Detrás de ellos, se distinguían un fulgor anaranjado que sobresalía sobre los edificios, además de un denso humo que comenzaba a cubrir el cielo. Los gritos y aullidos de las personas, eran acompañados por el sonar de las sirenas. Una ambulancia pasó abruptamente a un costado de su vehículo, tan cerca que casi se llevaba el espejo retrovisor. El vehículo de emergencia tuvo que reducir la velocidad un poco más adelante, y comenzó a sonar su bocina con insistencia para hacer que la gente se hiciera un lado y la dejara pasar.
Todo fue demasiado repentino. Matilda había pasado del silencio y la quietud casi adormecedora de la carretera, a entrar de lleno en una confusión en la locura. Bajó rápidamente de su vehículo. La gente corría a su alrededor, pasándola de largo como si ni siquiera la vieran. Todos parecían asustados, o a lo menos bastante confundidos. ¿Qué era lo que estaba causando tal histeria?
Comenzó a avanzar en la dirección contraria a la que se dirigía la marea de gente. Al doblar en una esquina sobre otra de las avenidas principales, miró atónita el escenario casi irreal que se cernía ante ella: edificios de ambos lados de la calle se encontraban en llamas, posters de luz se estaban caídos, a los menos tres autos se encontraban volcados. El pavimento se había desquebrajado, creando largos surcos en él. Pedazos de piedra, vidrio y metal se encontraban esparcidos por todos lados. Y entre todos esos escombros, logró ver además a varias personas tiradas; algunos se movían y retorcían del dolor… otros no.
La policía intentaba alejar a la gente de aquel sitio, y algunos paramédicos hacían lo posible para acercarse y ayudar a los heridos. Había tres camiones de bomberos intentando apagar los incendios, pero a simple vista se veía que no se daban abasto.
Era como la escena de desastre de alguna película, pero era algo totalmente real.
Matilda se forzó a avanzar un poco más, acercándose cómo pudo a un policía que ayudaba a avanzar a una mujer; ésta tenía un tremendo golpe en la frente, y la sangre que brotaba de la herida le bañaba la cara.
—Permítame, soy doctora —le indicó con ímpetu para que la escuchara. El oficial se detuvo y entonces Matilda tomó el rostro de la mujer y revisó el golpe, así como sus pupilas para verificar su estado—. ¿Puede escucharme? Siga mi dedo… —Extendió su dedo índice y comenzó a moverlo de un lado a otro frente al rostro de la mujer; ésta lo siguió únicamente moviendo los ojos a su mismo ritmo. Estaba aturdida y el shock, pero parecía relativamente bien; aunque sólo un radiografía podría confirmarlo—. Que le vendan ese golpe y la lleven al hospital.
—Si es que aún queda un hospital al cuál llevar a toda esa gente —respondió el policía con tono de frustración, aunque aquello era quizás un comentario más para sí mismo.