Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 43. Tuviste suerte esta vez

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 43.
Tuviste suerte esta vez

Esther en verdad se encontraba a unos metros de la misma salida por la que habían entrado cuando habló esa última vez para avisarle a Lily. Su recorrido había sido bastante despejado tras perder de vista a Matilda. Sólo se habían cruzado con un enfermero golpeado y aturdido que intentó detenerlas, y Esther se los quitó del camino con tres balas en el abdomen. El hombre aún respiraba (aunque con dificultad) tirado en el suelo mientras se alejaban. Samara ni siquiera pestañó.

De hecho, la niña de largos cabellos negros a la que arrastraba con ella, se había mantenido bastante callada. No hacía intento alguno de detenerse o impedir que Esther la llevara consigo; sólo miraba perdida al suelo mientras avanzaban, como si no fuera siquiera consciente de en dónde se encontraba o hacia dónde iba. Esther no sabía si sólo estaba en shock por lo que había ocurrido hace poco, o quizás en realidad estaba arrastrando por todo ese hospital a una zombi comatosa. Pero se preocuparía de eso después; de momento ese estado alelado le hacía las cosas más fáciles.

Y hasta antes de estar prácticamente cruzando la puerta, realmente todo aquello le había resultado bastante sencillo, o al menos más que cómo había sido su travesía en el Providence Medical Center de Portland, a pesar de que la cantidad de gente a la que había tenido que dispararle era relativamente mayor. Claro, en aquel entonces no tenía a la pequeña hechicera de Lily Sullivan de su lado para cuidarle las espaldas; quizás sin eso todo hubiera sido sustancialmente más complicado. Pero entonces todo se volvió un poco menos simple.

—¡Leena Klammer! —escuchó que alguien gritaba con fuerza, resonando por el pasillo, e instintivamente el oír su antiguo nombre la hizo detenerse—. Policía, tira tu arma y alza las manos.

Esther se encontraba con su cara hacia la puerta, por lo que no podía ver directamente al apuesto detective de Filadelfia a sus espaldas, que la apuntaba directo a la cabeza con el arma que acababa de pedir prestada al detective Vázquez. Aun así, sus solas palabras y la forma en las que las había dicho, le indicaron sin lugar a la duda de que en efecto era un policía, y en efecto le estaba apuntando; esto último lo sintió como un escozor caliente en la parte trasera de su cabeza.

—No intentes nada, ni siquiera des un paso de dónde estás —exigió tajantemente Cole Sear, manteniendo aún su distancia antes de atreverse a acercarse un poco más.

Esther examinó rápidamente sus opciones. Hasta ese momento, no estaba aún segura si era capaz o no de sobrevivir a un disparo con su nueva e inusual naturaleza, y en realidad no se sentía con la suficiente suerte para probarlo en esos momentos. Podría apostar a que no le dispararía, o no lo suficientemente rápido antes de que ella lo hiciera. Pero en ese sentido él tenía la ventaja (la tenía justo en mira en esos momentos), y por su voz tan firme podía notar que no tenía duda en tener que hacerlo si era necesario. Además, la había llamado Leena Klammer; sabía quién era en realidad, así que era poco probable que le causara titubeo dispararle a esa “inocente chiquilla”.

Si intentaba tomar de nuevo su radio y hablar con Lily, igualmente era probable que le disparara. Y, aunque lograra hacerlo, ¿cuánto tardaría su feliz acompañante en hacer algo para ayudarla desde donde quiera que estuviera? La otra alternativa era la niña que tenía justo a su lado, que era obvio que también tenía sus habilidades. Pero estaba tan ensimismada en sí misma (ni siquiera había reaccionado a la abrupta presencia del policía), que era poco probable que pudiera convencerla de hacer algo para ayudarla.

Decidió, de momento, hacer lo que le pedía. Hacer un poco de tiempo en lo que Lily llegaba hasta ese sitio y se encargara de ese idiota con sus habilidades únicas; si en efecto, no la dejaba morir y  decidiera irse de ese sitio ella sola. Como fuera, Esther tiró su arma al suelo y alzó sus dos manos sobre su cabeza como le habían indicado. Eso debía causar al menos un poco de confianza en ese policía, y los hombres confiados cometían errores.

—Samara, ven conmigo ahora —indicó Cole con fuerza de mando en su voz, pero la niña a la que le hablaba no respondió; no alzó siquiera su rostro, como si no lo hubiera escuchado—. ¿Samara? ¿Qué le hiciste?

—Nada, ella quiso irse conmigo por su propia voluntad —respondió Esther con simpleza, y Cole no le creyó en lo absoluto.

—Samara, soy yo, Cole; el amigo de Matilda. Ven hacia mí, yo te protegeré.

Samara siguió sin reaccionar en un inicio. Luego, poco a poco comenzó elevar su mirada en su dirección, y eso tranquilizó un poco a Cole. Sin embargo, dicha tranquilidad no le duró mucho. La expresión de Samara parecía ausente y perdida, como si estuviera caminando dormida, y esto le provocó una muy mala sensación a Cole.




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