Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 45.
¿Qué haremos ahora?
Hacía una noche agradable en Anniston, New Hampshire. El clima estaba templado, y no había ni una nube en el cielo. Abra Stone consideró que era un buen momento para sacar a pasear a su perrito Brownie para que éste se despejara un poco, pues había estado encerrado todo el día y encima de todo en compañía de su madre que no lo dejaba siquiera comer sin que hubiera un regaño de por medio.
Ambos anduvieron a paso tranquilo por la banqueta de aquel barrio suburbano pacífico, iluminado y callado; especialmente esto último. La calle se encontraba tan sola en esos momentos, que parecía casi como si todos se hubieran ido de vacaciones y ahora todas esas casas a su alrededor estuvieran vacías. A Abra esto no le incomodaba en lo absoluto. Tenía la correa de Brownie sujeta a su muñeca derecha, mientras éste caminaba animado delante de ella. Prácticamente permitía que el perrito la guiara en su recorrido nocturno, siempre y cuando no se saliera del camino de cemento de la banqueta. Por su parte, ella tenía media atención en sus pasos, y la otra media en su teléfono celular, en el que intercambiaba mensajes con su amiga Emma. La conversación en cuestión no era que le agradara del todo; otro chisme más del que a nadie le constaba nada, pero aun así todo el mundo estaba seguro de que era verdad. Y, sin embargo, sentía el deber casi moral de no dejar dicha discusión hasta obtener un desenlace favorable.
Estoy cansada de tener que ser yo la que dé explicaciones.
Si ella quiere disculparse, sabe dónde encontrarme.
La respuesta de Emma no se hizo esperar.
No lo hará. Es demasiado orgullosa.
Pues que se le vaya quitando, que no es el centro del universo.
Tenle un poco de paciencia.
Se acaba de dar cuenta de que su promedio no le alcanzará para entrar a Yale.
Abra bufó despacio con algo de fastidio. En verdad lamentaba el asunto de Yale, pero ya estaba cansada de que sacaran ese tema como justificación para cualquier cosa. Rápidamente comenzó a mover sus dedos por la pantalla para responderle.
Aún le queda un semestre.
Podría aplicarse aún si dejara de…
Sus dedos se detuvieron antes de lograr terminar y enviar el último mensaje. Le pareció escuchar claramente una voz que la llamaba por su nombre a sus espaldas, y esa presencia tan abrupta resonando entre el silencio que la envolvía, la hizo detenerse en seco, alarmada. Se giró rápidamente sobre sus pies y miró hacia alrededor; no había nadie cerca, o si acaso lo había las luces mercuriales no lo alumbraban.
—¿Hola? —Exclamó un poco fuerte para que la escucharan—. ¿Quién anda ahí?
No hubo respuesta. Todo regresó a ser tan silencioso como hace un momento.
Aquello le resultó extraño a la joven. No había sido como una de esas veces en las que uno cree escuchar su nombre repentinamente pero sólo es algún ruido malinterpretado. Estaba segura de en verdad haberlo oído, con sus tres letras. Aunque, también su nombre tan corto podía fácilmente confundirse con otras palabras o expresiones; eso no sería tan raro… si no fuera porque no veía a nadie cerca.
Luego de meditarlo por unos segundos, se encogió de hombros y siguió con su caminata, aunque ya no tan tranquila como antes.
Unos cinco minutos después, luego de terminar de dar la vuelta a la cuadra, la chica y su perrito se encaminaron de regreso a su casa.
—Ven, Brownie —exclamó Abra en cuanto abrió la puerta principal con sus llaves, y de inmediato el pequeño animal café entró corriendo con apuro a la casa—. Eso es, chiquito. Ya volvimos —avisó con fuerza para que la escucharan.
Al encaminarse hacia la sala, logró ver a su padre, David Stone, sentado en la sala del comedor con su tableta en las manos, cuya pantalla miraba con bastante concentración y picaba cada ciertos segundos con su dedo índice.
—¿Cómo estuvo la caminata? —le preguntó su padre distraídamente, sin quitar sus ojos de la tableta.
—No hubo ninguna pelea esta vez, así que se podría decir que estuvo bien —comentó con tono burlón al tiempo que se sentaba en una de las sillas del comedor, a lado de su padre. Éste sólo asintió, posiblemente sin haberla escuchado realmente.
De seguro seguía enfocado en ese juego de cartas que se acababa de bajar hace unos días, y qué prácticamente no lo dejaba hacer ninguna otra cosa. Se preguntaba cuánto tiempo le tomaría aburrirse de él, o a su madre obligarlo a que le aburriera de una vez.