Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 47.
Buenas amigas
Jeremy, aquel sujeto que había acordado hacerle el pequeño favor a Esther, salió del bar unos minutos después de que las niñas salieran del estacionamiento y se dirigieran al hotel. Había entrado más que nada para invitar una ronda a algunas personas en la barra y celebrar el lucrativo, aunque extraño, negocio que había hecho. Luego de terminar su trago, pagó la cuenta, se despidió de sus nuevos amigos sin nombre, y se dirigió a la salida. Pisó el estacionamiento con su teléfono celular en su oído. Desde antes de salir, y aún con la música en vivo de fondo, hizo una llamada muy especial a Sheila, su prostituta favorita, aunque también la más cara. Jeremy al parecer no había dejado de celebrar por esa noche.
—No creerás cómo fue que me gané estos billetes —murmuró entusiasmado mientras caminaba hacia su vehículo—. Fue la cosa más extraña, en cuanto llegue te lo cuento. Pero como sea, ve preparando esas bonitas piernas, que tengo suficientes verdes para tenerlas abiertas toda la noche; y estoy como roca, mami. Pero depílate un poco para mí, ¿quieres?
Luego de un corto coqueteo por teléfono, Jeremy colgó y siguió andando con el pecho en alto hacia su vehículo. No se le ocurría mejor forma de gastar ese dinero sorpresa que con Sheila. Quizás al día siguiente se arrepentiría un poco, pero lo bailado nadie se lo quitaría.
A lado de su Corolla del año pasado, estaba estacionada una vieja camioneta, pero él no reparó mucho en ella. Al pasar justo detrás de ella, tiró sus llaves al aire en un acto de triunfo; las vio elevarse, girar, comenzar a descender… y luego ya no vio nada. Las llaves siguieron su camino, pero pasaron a un lado de la mano de Jeremy sin tocar sus dedos. El hombre se había quedado totalmente paralizado, con sus ojos alzados mirando al último punto sobre él en el que había visto sus llaves, a pesar de que ya no se encontraban ahí. Su rostro ya no reflejaba emoción, sino puro y absoluto vacío.
La puerta trasera de la camioneta se abrió, y las grandes y fuertes manos de James lo tomaron de su chaqueta y lo jalaron hacia el interior con suma facilidad. Las puertas se cerraron detrás de él, y entonces ese pequeño espacio trasero se convirtió en todo el universo, en el que sólo existían James y Jeremy. El hombre de color lo colocó con fuerza contra el suelo de la camioneta y se colocó sobre él. Apretó con fuerza su mano izquierda contra su boca y nariz, mientras con la otra sujetaba un largo y afilado cuchillo militar, presionando su hoja contra su cuello. Lo liberó y lo dejó ser consciente de dónde estaba justo un instante antes de deslizar de un rápido jalón la hoja de extremo a extremo, abriéndole la garganta en una profunda herida horizontal como si se tratara de una segunda boca, que escupió un chorro de sangre, manchando las ropas y la cara de James; él no se mutó.
Jeremy comenzó a estremecerse, mirando confundido y lleno de terror a la imponente figura sobre él que lo sujetaba. No podía gritar ni respirar por la pesada mano que tenía sobre su rostro. Sólo podía sentir como su propia sangre se le acumulaba en la garganta, siendo incapaz de siquiera toserla para liberar en algo la presión. Sus manos se movieron solas, forcejeando e intentando apartar a su desconocido atacante de encima, pero era inútil. El oxígeno abandono tan rápido su cuerpo como su propia sangre, y poco a poco esos forcejeos se volvieron menores.
James lo miró atentamente, admirando toda la desesperación, miedo y dolor que alumbraron sus ojos durante todo el proceso. Desde la lucha desesperada e inútil por intentar hacer algo, hasta las inevitables convulsiones, el shock, y luego nada… James aspiró profundamente, intentando que sus pulmones se llenaran de aunque sea el más pequeño rastro de aquello que podría brotar de ese engendro. En efecto, fue poco… demasiado poco.
No había valido la pena el riesgo, pero al final de cuentas no lo había hecho por eso. Debía limpiar cualquier desastre que aquella mujer dejara atrás, como si fuera su niñero personal. Y Jeremy era un boca floja; de pura suerte no le había dicho a nadie de adentro del bar lo que pasó, pero no tardaría en hacerlo, de eso estaba seguro. Pero ahora no le diría nada a nadie.
Retiró su mano de su cara. Los ojos desorbitados de Jeremy miraban perplejos hacia el techo de la camioneta, o hacia la nada infinita que había por encima de éste. La sangre siguió saliendo de su cuello en dos pequeños borbotones más, y luego simplemente cesó. James no era un tonto que no sabía lo que hacía; le habían enseñado bien el oficio. Se había puesto guantes, gafas protectoras, además de haber colocado plásticos sobre el suelo y las paredes, pero igual no podía estar seguro de que no se hubiera manchado algo indebido: de entrada sus ropas lo estaban. Sacó el celular del hombre de su bolsillo y envolvió el cuerpo en los plásticos lo mejor que pudo, y puso el bulto contra la pared, cubriéndolo con una manta y unas cajas.