Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 49. Lo mejor es dejarlos ir

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 49.
Lo mejor es dejarlos ir

Una vez que la policía los dejó irse, Matilda, Cody y Cole inevitablemente volvieron a cruzarse en la entrada del hospital, pese a que su última conversación había sido prácticamente una despedida. El aire entre ellos se había vuelto particularmente incómodo, y además el agotamiento era más que notable en sus rostros y posturas. Lo único que Matilda deseaba en esos momentos era llegar a su hotel, bañarse lo mejor posible que su herida le permitiera, y dormir… igualmente lo mejor que esa horrible herida le permitiera. Pero antes de eso, tendría que preparar todo para su salida hacia Arcadia, para descansar unos días en casa de su madre hasta que su salud mejorase. Con su brazo en ese estado era poco recomendable volar en avión, por lo que su opción más viable sería el tren, lo cual le tomaría quizás más de un día entero de viaje hasta Los Ángeles. Y tenía también que investigar la forma de entregar el vehículo que había alquilado en Salem, sin tener que ir hasta Portland para ello.

Y hablando de su auto alquilado, había otra complicación que se interponía en los deseos inmediatos de la psiquiatra. Debido a todos los medicamentos que le habían dado, incluyendo el calmante que la había hecho dormir, y adicionalmente su brazo derecho inmovilizado, no era tampoco recomendable que condujera, aunque la distancia entre ese punto y su hotel no era tanta. Sin embargo, Cole se ofreció a hacerlo por ella, pues de todas formas irían al mismo sitio; Matilda aceptó de una forma un tanto fría.

—Yo también me quedaré en Salem —señaló Cody, tomando por sorpresa a sus dos compañeros.

—¿Estás seguro? —Le cuestionó Matilda, insegura—. ¿Qué hay de tus…?

—No hay forma de que pueda dormir sin tener pesadillas esta noche —aseguró con cierto pesar, y entonces palpó su saco, en específico el bolsillo en el interior de éste, haciendo que sonara un tintineo similar al de una sonaja—. Tendré que usar mis pastillas. Además, estoy muy agotado para ir hasta Seattle.

Matilda y Cole no le dijeron nada. Esperaban que realmente supiera lo que hacía.

El viaje hasta Salem fue realmente silencioso. Cole tenía su vista fija en la carretera, Matilda miraba pensativa por la ventana del copiloto, y Cody luchaba por no quedarse dormido en el asiento trasero; lo que menos querían era que se les apareciera de frente alguna de las vividas ilusiones del profesor ahí en medio del camino. Ninguno dijo mucho, no más de unos cuantos comentarios al azar, la mayoría provenientes de Cole, y ninguno de la mujer californiana  su lado.

Una vez que llegaron al hotel y Cole acomodó el vehículo en el estacionamiento, Matilda salió disparada en dirección al interior, sólo ofreciéndoles un escueto “buenas noches” a ambos, sin mirarlos. Entró a la recepción antes de que cualquiera la detuviera o le dirigiera la palabra, y se perdió rápidamente de sus vistas. Cole se bajó poco después, azotando con algo de fuerza la puerta como señal de su frustración.

—Recuerda que es rentado —murmuró Cody con voz apagada, bajándose también. Al menos no la había pateado como aquella silla.

—Necesito un trago —murmuró el policía, pasando su mano por su rostro.

—Me imagino que sí. Pero yo tengo que ir a ver si consigo una habitación, así que…

Cole agitó una mano en el aire, indicándole que se fuera con confianza. Cody le tomó la palabra e ingresó al interior del hotel por la misma puerta por la que había pasado Matilda. Y una vez más, Cole se quedó solo.

Permaneció un rato a un lado del vehículo, pensando en qué hacer. ¿Iría por ese trago él solo? ¿Tomaría ese cigarrillo que no había podido, o quizás querido, fumar en toda esa noche? ¿O seguiría el ejemplo de sus amigos y se iría directo a dormir? La última opción no le apetecía, pero las primeras dos quizás sí.

Sacó su cajetilla, tomó un cigarrillo entre sus labios y ahora sí lo encendió sin titubear, y comenzó a fumarlo tranquilamente intentando calmarse… si es que acaso eso era posible. Después de todo, no había nada en todo eso que fuera digno de inspirar calma. Alzó su mirada hacia el cielo estrellado de Salem, y dejó que el humo saliera lentamente por su boca y se concentrara sobre él como una nube grisácea y sucia, ocultándole por unos momentos las estrellas. Así se sentía, como si tuviera una gran nube oscura sobre su cabeza, esperando el mejor momento para dejarle caer encima una pesada lluvia, y quizás algunos relámpagos.




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