Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 59. Ayudar a alguien que me necesita

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 59.
Ayudar a alguien que me necesita

Era más de medio día cuando el autobús de Daniel y Abra llegó a Hawkins. Abra era una chica de ciudad pequeña, que rara vez había incluso salido (físicamente) de New Hampshire, por lo que su idea de cómo era un pueblo pequeño entre las montañas estaba principalmente basada en películas y series. Siempre eran retratador como sitios apartados de las grandes ciudades o carreteras principales, donde la alegría y hospitalidad de los lugareños siempre escondían oscuros y escandalosos secretos. Pero claro, todo aquello era ficción, ¿no? Bien, al bajar del camión y comenzar a caminar por sus calles, Abra se sorprendió al darse cuenta de que, al menos en apariencia, era bastante similar a cómo se lo había imaginado. Edificios pequeños adornaban la calle principal, con amplias banquetas por las que mucha gente iba caminando y colocando decoraciones de Acción de Gracias en las fachadas y estanterías. Ambos, al ser rostros desconocidos, recibían unas cuantas miradas inquisitivas, pero otros les sonreían y les deseaban buena tarde con bastante gentileza. La mayoría, sin embargo, sólo pasaba de largo a lado de ellos.

—Éste lugar parece sacado de alguna película, ¿no? —Comentó con ironía la muchacha rubia, mientras miraba alrededor todas las personas y tiendas—. Debe de ser muy hermoso en Navidad.

Dan sólo esperaba que no tuvieran que quedarse ahí justamente para averiguar la veracidad de ese último comentario.

El clima era frío, por lo que Abra se cerró su chaqueta de mezclilla y se abrazó a sí misma mientras seguían las indicaciones de Google Maps en el teléfono de su tío para encontrar el hospital. De vez en cuando le llegaba algún pensamiento suelto de la multitud, pero en general había aprendido a blindar su mente, por decirlo de alguna forma, para evitar que aquello la atormentara. Eso le fue de mucha ayuda en la escuela.

Luego de caminar por al menos unas diez cuadras, llegaron ante el edificio de color marrón de cinco pisos del Hawkins Memorial Hospital. Abra lo contempló desde afuera con ciertas reservas.

—¿Seguro que es aquí?

Google me marca que hay otros tres hospitales o clínicas en el área, pero éste el más grande —indicó Danny, revisando su teléfono—. Es el único que podría tener el equipo necesario para cuidar de pacientes comatoso. Si no la han transferido a Indianápolis mientras veníamos hacia acá, lo más seguro es que esté aquí.

Abra suspiró con cansancio. Si ya no estaba ahí, el viaje de tres horas y media en autobús (sin contar el avión y la noche de hotel), habrían sido por nada. Entrar y al menos preguntar sería su mejor opción de momento.

Ingresaron por la puerta principal de recepción, y en cuanto pusieron un pie adentro el cuerpo de la joven se detuvo abruptamente en su lugar, como si la hubiera oprimido un intenso dolor. Pero no era como tal dolor sino… en realidad no sabría cómo describirlo.

—¿Qué pasa? —Le cuestionó Daniel al darse cuenta que se había detenido—. ¿Sentiste algo?

—No estoy segura… —susurró dudosa, volviéndose a abrazar—. Definitivamente fue una sensación, pero no sé si fue exactamente mala.

Reanudó su marcha un poco después como si nada hubiera ocurrido, aunque definitivamente su andar ya no era tan decidido como antes.

Ambos se aproximaron hacia el puesto de la recepcionista Violet, la misma que unas horas antes había tenido aquel incómodo altercado con Charlie McGee, alias Roberta Manders. Cuando ellos llegaron delante de ella, Violet sujetaba entre sus dedos la mitad de una rosquilla rosada, y al parecer masticaba parte de la otra mitad mientras revisaba su teléfono colocado sobre su mesa de trabajo. Cuando se pararon delante de su lugar, la mujer alzó su mirada hacia ellos, apresurándose a limpiar con algo de vergüenza cualquier rastro de dona que hubiera quedado en sus labios

—Buenos días —saludó Daniel con una cándida sonrisa—. ¿La habitación de la señora… —dudó unos instantes al no recordar el nombre, pero éste le brotó casi de inmediato, quizás por un pequeño empujoncito sutil de su acompañante—, Jane Wheeler?

La actitud de vergüenza de la recepcionista cambió abruptamente a una de sorpresa, seguida después por una seriedad casi agresiva.

—¿También son reporteros? —inquirió con voz seca.

—¿Qué?, no —se apresuró a responder Daniel—. Somos… amigos. Venimos de muy lejos para verla, a ella y a su familia.

Violet entrecerró sus ojos, mirando atentamente a aquel hombre alto y apuesto, con rastros de barba a medio crecer, que en realidad no se veía nada mal. Luego de unos instantes, la mujer se cruzó de brazos y se inclinó por completo contra el respaldo de su silla sin quitarle la mirada de encima.

—No lo creo —musitó de pronto con voz de regaño, dejando un tanto perplejos a los dos visitantes.

—¿Disculpe? —Soltó Abra casi ofendida.

—Ya hay demasiada gente arriba. Tendrán que esperar a que alguien de la familia y el médico encargado lo autoricen.

—Oiga, ¿sí escuchó que venimos de muy lejos? —Espetó Abra, dejando salir sin querer su tono más agresivo, que Dan reconoció muy bien.




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