Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 60.
No enloquezcas
Abra no se dio cuenta de en qué momento se quedó sola en aquel espacio oscuro y vacío. Aquello que le había dado no sabía si lo podía llamar un ataque de pánico, pero suponía que debía acercársele lo suficiente. Cuando logró reaccionar y alzar su mirada de nuevo, la imagen de Daniel se había esfumado por completo. No sentía su presencia ni siquiera cerca de ella, en contraposición al frío que se había vuelto tan intenso que comenzó a lastimarle su piel (aunque no fuera la real) como varios piquetes consecutivos.
—¿Tío Dan…? —Inquirió con debilidad en su voz, mirando temblorosa a su alrededor. Lo único con lo que se encontró fue negrura absoluta en cualquier dirección que miraba—. Maldición… ¿a dónde fuiste? Tío Dan… no me dejes sola…
Sin proponérselo conscientemente, comenzó a recostar su cuerpo lentamente en el suelo, abrazándose y encogiéndose en sí misma como un ovillo, en un intento de mitigar el frío. No le importó si el piso estaba cubierto de agua y sus ropas quedaban empapadas; no eran sus ropas reales, después de todo.
Aquello le produjo una extraña sensación deja vu, como si hubiera vivido algo muy similar a eso no hace mucho. Recordó que cuando su tío Dan la descubrió en aquel coma hace unos días, la había descubierto también en el piso, muy parecido a cómo estaba en esos momentos. ¿Había pasado lo mismo?, ¿también había sucumbido al frío y se había dejado recostar hasta perderse a sí misma? Si ese era el caso, era probable que si se quedaba dormida terminara también en coma como en aquella ocasión. Se decía a sí misma que debía evitarlo, pero conforme cerraba sus ojos, una parte pequeña pero fuerte de su mente le decía: «¿Qué más da? Si Daniel pudo sacarte una vez de ese sueño, lo hará de nuevo, ¿no? Es su responsabilidad como el adulto a cargo. Así que cierra los ojos, sólo unos momentos, y el frío desaparecerá…»
Estuvo muy cerca de dejar que ese pensamiento se materializara por completo y dejarse llevar hacia el reconfortante y cálido sueño.
Pero en ese momento, un instante antes de que sus parpados se cerraran por completo, una fracción de consciencia destelló como las luces altas de un automóvil y la hicieron agitarse violentamente. Aquello era un recuerdo, mucho más claro y conciso que el de los borrosos acontecimientos previos a su último desmayo. Y lo supo, con absoluta claridad: esa no era la primera vez que sentía ese frío, ni tampoco lo fue hace unos días… sino más atrás, meses atrás.
—Oh, no —susurró casi por mero reflejo, sentándose rápidamente mirando a la nada—. No, no… no puede ser…
Su respiración se agitó con violencia, y sintió como pequeñas gotas de sudor comenzaban a recorrerle la frente. Ambas cosas eran sólo su mente jugándole una mala broma, pero se sentían bastante reales. Por eso mismo no quería dejar que esos pensamientos se completaran, no quería que tomaran una forma clara en su cabeza, porque eso también los haría reales. Pero al final no podía escapar de lo que ahora era tan obvio.
“¿Quién eres tú?” escuchó pronunciar justo delante de ella a la voz que ahora sabía que pertenecía a una chica de nombre Terry. Sin embargo, supo que aquello no iba para ella.
—¡No! —Exclamó con fuerza, tapándose su rostro para no ver.
“Terry, ¿a quién le hablas?” añadió justo después quien ahora sabía era el Sr. Wheeler.
Y entonces lo que siguió la dejó totalmente desarmada…
“Ah, ella puede verme. ¿Acaso es como usted?” pronunció una tercera voz… que ahora también sabía exactamente de quién era. Ya no sonaba más distorsionada y distante, sino completamente clara; tal y como ella la recordaba. “Quizás también deba hacerle una visita después de que acabe con usted, pero esta vez en persona. O aún mejor, tengo un par de amigos a los que les encantaría que se las diera como regalo; le darían un buen uso...”
Abra no quería ver, pero a la vez sí. Sentía repulsión, pero al mismo tiempo una gran curiosidad, quizás incluso semejante al anhelo, por ver si aquello que creía era cierto. Si acaso aquella voz encajaría con el rostro que tenía en su memoria, aquel con el que incluso se negaba a veces a pensar por miedo a invocarlo. Sus manos parecieron ceder ante este último deseo, y bajaron lentamente, exponiéndose a aquel aterrador cuadro delante de ella.
Todo era casi como la vez que lo vio junto con Daniel. La Sra. Wheeler sentada en aquel sillón, Terry delante de ella, y su atacante detrás rodeándole el cuello. Sólo que ahora no era una sombra sin forma ni rostro; ahora lo que veía claramente de pie detrás del sillón y de la Sra. Wheeler. De apariencia refinada, cabello negro lacio y brillante, y ojos profundos azulados que miraban con malicia hacia la imagen de Terry, mientras aprisionaba a su propia madre delante de ella. Y, en efecto, su rostro concordaba con la voz… Era él.
“Ni se te ocurra ponerle un dedo encima, bastardo”, soltó a continuación Eleven con mucho esfuerzo. “Te juro que te voy a…”
—No, por favor no —musitó Abra despacio. Ella sabía qué era lo que seguía.
“¿Qué me va a qué?, ¿eh? Por si no se ha dado cuenta, no está en posición de amenazar a nadie; y nunca más lo estará…”