Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 66. Amor y fe

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 66.
Amor y fe

Luego de despedir a Mark en el vestíbulo, Ann subió las escaleras hacia la planta alta y caminó por el pasillo hacia el cuarto de su sobrino, parándose firme delante de su puerta. Tuvo el tic, casi nervioso, de pasar sus dedos por cabello para acomodarlo, y entonces tocó a la puerta con delicadeza.

—¿Damien?

—Pasa, tía —le respondió una voz juvenil desde el interior del cuarto, y Ann le tomó la palabra.

Al abrir la puerta, encontró al joven Damien Thorn de doce años, de pie frente a su ventana abierta que daba al patio (el mismo que ella vigilaba hace unos minutos), con su nueva cámara profesional delante de su rostro, enfocando hacia el exterior. Tenía sus cabellos negros cortos peinados de lado, con su flequillo cayendo sobre el lado derecho de su frente. Usaba el mismo uniforme y abrigo que su primo Mark. Y, en cuestión de buena apariencia, no tenía nada que enviarle a su primo; si acaso el hecho de que éste era notablemente más alto que él, incluso considerando el hecho de que Mark era un año mayor.

—¿Ya estás listo? —le preguntó Ann, aproximándosele por un lado.

—Más o menos —respondió Damien un tanto reticente, tomando entonces una fotografía, y un segundo después una más.

—¿Estás tomando fotos del patio otra vez? ¿No tuviste suficiente tiempo estos días para hacer eso?

—Sólo quería experimentar un poco más con la cámara nueva antes de irme. El invierno se acerca, y los árboles están tomando un bello color. —Bajó en ese momento el dispositivo y comenzó a revisar las fotografías que había tomado, intentando elegir la mejor—. En la Academia ni siquiera me dejaran tenerla.

Damien era bueno en muchas cosas (por no decir en todas), pero en realidad no mostraba un interés genuino en casi ninguna. Uno de esos escasos gustos, y quizás el más importante, era la fotografía. Había comenzado a mostrarse atraído a ello recién ese año. Y aunque en inicio sus tíos y su primo creyeron que sería algo que se le olvidaría pronto, de momento parecía que no sería así.

—Te prometo encargarme personalmente de llevarla a la casa del lago —indicó Ann, y entonces le retiró delicadamente la cámara de sus manos y la extendió hacia el escritorio para colocarla sana y salva sobre éste—. Te aseguro que cuando estemos allá podrás tomar muchas fotos mejores que éstas.

—Gracias, tía —masculló Damien con una discreta sonrisa.

—Déjame verte —le pidió Ann, y similar a como había hecho con Mark se paró delante del muchacho, arreglándole sólo un poco su cabello, pues su corbata estaba perfecta en su sitio—. Te ves tan guapo y elegante. Tu madre estaría orgullosa de ver el increíble muchacho en el que te has convertido.

—¿Y mi padre? —Cuestionó Damien de pronto con genuina curiosidad. Ann vaciló unos segundos antes de responder, pero sin romper su sonrisa.

—Tu padre también —respondió entonces con tono cauteloso—. Vamos, Mark te espera en el auto.

Damien asintió, y sin más tomó la maleta que reposaba sobre su cama y se dirigió a la puerta junto con su tía. Ya en el pasillo, Ann lo rodeó con su brazo y así fueron andando todo el camino.

—¿Y el tío Richard? —Le preguntó el chico de cabellos negros a su tía, justo cuando terminaron de bajar las escaleras y giraron hacia el vestíbulo.

—Tuvo que salir muy temprano a la oficina, por eso se despidió de ustedes desde anoche. Le mandaré tus saludos…

Justo cuando ya tuvieron la puerta principal de la mansión en su rango de visión, ambos se detuvieron en seco al vislumbrar al mismo tiempo a una persona de pie delante de ésta. Una mujer muy mayor, delgada, de cabello canoso corto y rizado, rostro blanco muy bien maquillado. Lucía un vestido azul con una pequeña chaqueta a juego, y una bufanda azul con blanco rodeándole el cuello. La mujer se viró lentamente hacia ellos al sentir su presencia, fijando sus duros e inexpresivos ojos azules en ambos, curveando sus labios pintados de rojo en una marcada mueca de desagrado.

Pasada la impresión inicial, Damien fue el primero en recuperar la compostura y dar un paso adelante.

—Tía Marion, hola —murmuró el chico con tono jovial—. No sabía que vendrías.

—Esa era la idea —señaló tajantemente la mujer, virándose hacia otro lado para no mirarlo—. Esperaba que ya te hubieras ido cuando llegara.

—Lamento decepcionarte —ironizó Damien, dando unos pasos en su dirección, aunque su intención era más bien acercarse a la puerta—. Pero ya me voy. Es un gusto verte…

Al pasar a su lado, el chico se inclinó hacia ella para darle un beso en la mejilla, pero la mujer alejó su rostro de manera despectiva para evitarlo.

—No seas mentiroso —masculló de mala gana, sin mirarlo aún.

—Tía Marion, por favor —exclamó Ann a tono de reclamo. Miró entonces a Damien y le indicó con un gesto de su cabeza que se retirara. Damien no lo pensó dos veces y de inmediato continuó con su camino a la puerta, no sin antes virarse en el umbral a ver a Marion, sacándole la lengua y agitando su mano libre en un gesto de burla mientras la mujer le daba la espalda. Ann tuvo que disimular las ganas de reírse, cubriendo su boca con su mano.




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