Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 73.
Oscuro y maligno
Damien Thorn se había acostumbrado rápidamente a siempre tener el control de cualquier situación, y especialmente a no ser tomado por sorpresa por nadie. La única que lo había logrado en los últimos tiempos era la escurridiza de Abra Stone, y de cierta forma no podía descartar que su situación actual no fuera culpa de ella, aunque fuera indirectamente. Su mente quizás se encontraba mucho más dispersa por lo ocurrido el día anterior de lo que creía, imposibilitándole prever que las tres personas que esperaba fueran a llegar justo ese día, y que se meterían en su pent-house bajo sus narices; aunque no literalmente, pues en realidad él ni siquiera se encontraba ahí cuando pasó, pero eso no lo hacía menos chocante.
Estando ahí de pie en la sala, con las tres niñas delante de él, se cuestionaba a sí mismo cómo era que aquello había ocurrido. Pero al final de cuentas no importaba; ya había pasado, y lo que debía hacer ahora era encargarse de la situación cómo siempre.
Respiró lentamente por la nariz, intentando recuperar su perpetuo temple calmado. Sonrió confiado, y se paró derecho, tomando una postura mucho más segura y menos atónita.
—Vaya, qué inesperada sorpresa —musitó el muchacho con elocuencia—. No las esperaba justo hoy...
Hizo el intentó de avanzar hacia ellas, pero en ese mismo instante Esther estiró por completo su brazo con el arma en su dirección, y escuchó el click del seguro retirándose.
—No te muevas de ahí, chico —le amenazó la mujer de Estonia con firmeza, y Damien decidió hacerle caso. Samara a su lado, pareció alarmarse un poco por esto, mientras que Lily aún no parecía dispuesta a intervenir, pero se vio más interesada en ver lo que ocurría.
Al parecer hasta hace poco las tres habían traído pelucas puestas, pues una negra, otra castaña y una rubia yacía en el suelo entre las demás cosas. Esther traía su cabello suelto sobre sus hombros, con un vestido color lila, un tanto anticuado, y botas altas. Lily usaba su camello recogido en una cola, tenis y jeans, además de un suéter rojo y una chamarra de mezclilla. Samara, por su parte, tenía su largo cabello suelto, como bien le gustaba, y traía una blusa rosada, una chaqueta marrón, y una falda blanca. Esther había cuidado bien que pudieran cambiar seguido de apariencia y así pasar desapercibidas. Astuta; se veía que sabía bien lo que hacía.
—Por favor, Leena —masculló Damien con tono burlón—. ¿Es necesaria esta hostilidad luego de este tiempo?
La mirada de Esther se tornó agresiva, y sus dedos se tensaron aún más contra el mango de su arma. Evidentemente no había superado el mal humor que le había causado su última conversación por teléfono. Aquello de hecho le trajo a Damien un recuerdo de su primer encuentro, en aquel feo y pequeño departamento en el que ella vivía. Era interesante ver que las cosas habían avanzado mucho desde aquello, pero al mismo tiempo no tanto.
Antes de que Damien pudiera decir algo más para intentar calmar las cosas, los tres guardaespaldas que lo acompañaban no tardaron en aparecer, tomando posiciones; dos detrás de él y uno más justo delante, protegiéndolo con su cuerpo.
—¡No se muevan! —Gritó el hombre de hasta adelante—. ¡Suelten sus armas y tírense al piso!, ¡ahora!
Los tres guardias tenían sus pistolas afuera y apuntaban cada uno a una de las niñas. Éstas, sin embargo, no parecieron del todo preocupadas, salvo Samara aunque no más de lo que ya estaba anteriormente. Por su lado, Esther mantuvo su brazo firme en su posición, con su arma apuntando al frente sin titubear.
—Aguarden, aguarden —intervino Damien, abriéndose paso para colocarse delante—. Todo esto es sólo un malentendido. Las señoritas son mis invitadas.
—Damien, mataron a dos de nuestros hombres —escuchó que comentaba Verónica, escondida detrás de todos los guardaespaldas.
—Nosotras no fuimos —comentó Lily de pronto con absoluta apatía, encogiéndose de hombros—. Se lo hicieron ellos mismos. Se estaban poniendo pesados, así que les di un empujón para que se calmaran. Pero lo llevaron demasiado lejos; no es nuestra culpa.
Terminó su comentario introduciendo una papa frita en su boca y comenzando a masticarla, como si lo que hubiera dicho fuera de lo más normal. Los tres guardias se miraron entre ellos, incrédulos.
—De seguro lo consideraron necesario —secundó Damien—. Yo lo entiendo, descuiden.
—Damien... —Profirió Verónica, sorprendida por tales palabras.
—Tú cállate —le reprendió Damien con molestia, volteando hacia atrás sobre su hombro—. Cuando quiera tu opinión te la pediré. Por lo pronto, no estás ayudando con tu histeria.
Verónica agachó su mirada, apenada pero también molesta. La escena tan horrible del pasillo la había hecho olvidar un poco su discusión, pero parecía estar comenzando a recordarla.
Damien se olvidó de ella por el momento y se viró de nuevo hacia las chicas. El arma de Esther seguía alzada, aunque de nuevo su ángulo de tiro se encontraba justo en dirección a la frente del joven Thorn.
—Por favor, Leena —musitó Damien, casi riendo—. Baja eso que estás poniendo nerviosos a los chicos.