Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 85. Su queja está anotada

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 85.
Su queja está anotada

El ratón blanco, que había estado completamente quieto por casi un minuto luego de suministrarle el compuesto, comenzó abruptamente a convulsionar y a retorcerse, soltando agudos chillidos de dolor. Sangre comenzó a brotar de sus ojos, oídos y boca, hasta después sencillamente quedar inmóvil y tieso sobre la plancha metálica, y un pequeño charco rojizo comenzó a formarse debajo de su pequeño cuerpo. El ratón al que se le había aplicado la misma porción, pero presentando la lesión en su cerebro, tuvo un resultado bastante parecido, con la excepción de que en su caso no hubo chillidos.

Lisa soltó un fuerte quejido de frustración, incluso llegando a golpear la mesa con su mano, provocando que el cadáver de los dos ratones saltara un poco.

—Y con esos ya van ocho ratones muertos, más rápido que los anteriores —señaló el Dr. Takashiro sobre su hombro—. Y ya pasaron bastante más de diez minutos, por cierto.

—No me está ayudando —musitó Lisa con molestia y pasó rápidamente a preparar a los otros dos sujetos de prueba—. ¿Decidió quedarse sólo para molestarme?

—Por curiosidad, supongo —respondió el neurólogo, encogiéndose de hombros. Lisa tuvo deseos de decirle que saciara su curiosidad en otro lado si no le iba a ser de apoyo, pero se lo guardó—. Si sirve de algo —mencionó Takashiro poco después—, puedo hacerle la radiografía a los ratones con lesiones para ver si hubo alguna mejora.

—No importa la mejora que hayan tenido las lesiones, si el sujeto muere en el proceso —señaló Lisa de mala gana. Quizás había sonado más dura de lo debido, pero ambos sabían que era la pura verdad.

La quinta y última dosis que había logrado crear en ese corto tiempo, contenía la mayor cantidad del VPX-01, superando incluso cualquier otra que se hubiera hecho antes para un ratón de prueba; al menos según las notas que tenía a la mano. Esperaba no tener que llegar a usarlo, pero era lo último que le quedaba. Si no tenía al menos un resultado significativamente diferente con esa última prueba, entonces eso sería todo.

Eligió a los dos ratones y le administró a cada uno la dosis correspondiente. Y al principio en efecto sí pasó algo diferente: una reacción casi igual a las otras, pero ocurrida justo al instante en cuanto el Lote Diez entró en sus sistemas. Ambos ratones comenzaron a convulsionar violentamente, y el que no tenía la lesión a chillar incluso más fuerte que los anteriores. Aquello fue tan extremo, que Lisa tuvo que retroceder un poco, con miedo reflejándose en su mirada. Todo fue en efecto más rápido que las veces anteriores, apenas un poco más de un minuto. La sangre comenzó a brotar de sus orificios, y tras esa al menos corta agonía, ambos quedaron totalmente inmóviles sobre la plancha.

De nuevo, evidentemente ambos muertos.

—¡Maldita sea! —espetó Lisa con enojo, retirándose las gafas de seguridad y tirándolas al suelo con frustración. Luego se dirigió a su escritorio, apoyando sus manos sobre éste y comenzando a respirar lentamente intentando calmarse.

—Debías intentarlo —oyó pronunciar a Takashiro a sus espaldas—. No te sientas mal.

Lisa no le respondió nada. En realidad, que ese sujeto intentara reconfortarla era lo que menos deseaba en esos momentos.

Si tan sólo le hubieran dado más tiempo podría haber encontrado una solución; ella sabía que sí. Pero ahora ni siquiera podía dejar alguna constancia de que su teoría del acelerador podría funcionar o no. Lo único que le quedaba por hacer, como lo haría cualquier profesional como ella, era dejar sus notas lo más claras y detalladas posibles, e intentar expresar el hilo de pensamiento que la había llevado a realizar esos últimos experimentos. De esa forma, quizás toda esa información le pudiera ser de utilidad a los que estén a cargo del Lote Once, y puedan terminar lo que ella no…

—Por Dios —escuchó de nuevo a Takashiro hablar a sus espaldas, pero estaba tan ensimismada que no le prestó bastante atención al inicio—. Mathews, mira eso. No puede ser.

—¿Qué cosa? —Musitó Lisa algo irritada, girándose a verlo sobre su hombro. Notó que el doctor miraba estupefacto hacia la plancha. Y al mirar en dicha dirección, pudo ver lo que había causado tal reacción en él: uno de los ratones se estaba moviendo.

Pero no sólo moviéndose. Al aproximarse con cautela, Lisa pudo notar que el ratón respiraba con regularidad, movía un poco sus patitas, y sus ojos estaban abriéndose. Aún con su cabeza manchada por su sangre, el ratón logró girarse sobre su lomo para quedar bocabajo, y apoyó sus patas rosadas sobre la superficie fría. Alzó entonces su cabeza, olfateando, y luego dio unos débiles pasos, casi teniendo que arrastrar su cuerpo en dirección al otro ratón. Éste seguía igual de quieto, y muerto, que hace unos momentos.

Lisa contempló todo aquello boquiabierta. Y lo más impresionante era que ese ratón… era el de la lesión, el que no era capaz de despertar y reaccionar. Y ahora ahí estaba, moviéndose. Tomó rápidamente una pluma y se la acercó al ratón, moviéndola con cuidado frente a su rostro. El ratón olfateó la pluma y giró la cabeza en la dirección en la que la pluma se movía.

—¡Increíble! —Exclamó la bioquímica, soltando una risa casi nerviosa—. Está vivo, y alerta. ¿La lesión cerebral se curó?




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