Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 89.
No la abandonaré
Ese mismo día en la tarde, Matilda tenía una cita con el Dr. Shawn, un viejo amigo pediatra de Jennifer Honey que había sido el encargado de tratar prácticamente cualquier mal de su hija adoptiva, desde que era niña y hasta antes de que se fuera a estudiar la universidad. Siendo ya una mujer adulta de casi treinta años, a Matilda le resultaba un poco extraño el ir consultar a un pediatra, y aún más considerando que su motivo para verlo era una herida de bala; si hay algo en lo que un pediatra tiene experiencia, es en heridas bala, ¿no? Bueno, puede que en algunos casos tristemente fuera así…
Como fuera, lo único que necesitaba era a alguien de confianza que le diera seguimiento, y le retirara los puntos llegado el momento; en especial antes de que se decidiera a hacerlo ella misma.
El consultorio actual del Dr. Shawn se encontraba en el Torrance Memorial Medical Center al sur de Los Angeles, lo que implicaba un viaje de un poco más de media hora desde la residencia de las Honey en Arcadia. Jennifer de inmediato se ofreció a acompañarla y llevarla en su vehículo, sin lugar alguno a la negociación. Durante todos esos días, la maestra se había comportado incluso más sobreprotectora de lo que Matilda había esperado. Y en parte estaba bien, pues ese reposo casi absoluto era quizás lo que le estaba ayudando a recuperarse rápido.
Luego de aguardar unos quince minutos en la sala de espera, las hicieron pasar al fin a la oficina del Dr. Shawn. El pediatra era un hombre de cabello casi enteramente gris, a pesar de que no era de hecho mucho mayor que Jennifer, de nariz aguileña y sonrisa afable. Salvo por su cabello, no había cambiado mucho de cómo Matilda lo recordaba de cuando era niña.
Después de unos minutos de saludos, ponerse al día, y los habituales “qué grande estás”, “¿cómo has estado?”, “recuerdo cuando eras de este tamaño”, y varias otras expresiones similares, Matilda se sentó en la mesa de exploración (con un curioso forro de grabados de colores en él). El doctor le ayudó a retirarse el cabestrillo, y posteriormente ella misma se retiró su chaqueta y se abrió lo suficiente su blusa.
—Muy bien, vamos a revisar esa herida, ¿quieren? —propuso Shawn mientras pasaba a usar unas tijeras para retirar el vendaje.
Jennifer, que aguardaba sentada en una silla, tuvo por mero reflejo que desviar su mirada hacia otro lado. Ver directamente la herida de su hija había sido de las cosas más difíciles que la profesora había tenido que hacer esos días, y muchas veces le había tenido que pedir a Maxima que ella se encargara de cambiarle su vendaje y limpiarle la herida; ella parecía tener mayor tolerancia a ello.
Sin embargo, si Jennifer se hubiera atrevido a ver, se hubiera sorprendido de que para esos momentos el hombro de Matilda estaba muchísimo mejor.
—Se ve muy bien —indicó Shawn con bastante optimizo. Aún no estaba completamente cerrada obviamente, pero no había rastro alguno de infección ni de ninguna complicación. Matilda misma se había dado cuenta al verla en el espejo, pero el visto bueno de otro médico era tranquilizante—. Esta semana de reposo se ve que le ha servido, Dra. Honey.
—Reposo se queda corto —bromeó Matilda, volteando hacia Jennifer con cierto reproche en su mirada—. Mi madre apenas y me deja levantarme de la cama.
Jennifer se sobresaltó, un poco apenada al parecer por la forma tan repentina en la que la acababan de poner en evidencia.
—Es sólo que a veces eres un poco difícil, Matilda —carraspeó Jennifer con sus mejillas enrojecidas.
El Dr. Shawn rio de forma casi estridente por su reacción, y añadió:
—Pues su madre hace bien. Hágale caso y ese hombro estará listo para lanzar bolas rápidas más pronto de lo que cree.
Matilda solamente sonrió como respuesta a su comentario, tentada a decirle lo únicas que eran sus bolas rápidas con curva cuando era niña (aunque llevaban un poco de ayuda psíquica con ellas).
El doctor pasó entonces a limpiarle la herida y a revisarla con más detenimiento a través de sus gruesos anteojos.
—La herida se ve limpia y está cicatrizando bien —concluyó tras unos minutos—. Creo que podemos ya dejarla respirar sin el vendaje. Sólo hay que tener cuidado, mantenerla limpia, y aplicarle un ungüento antiséptico. A este ritmo creo que podríamos quitarle los puntos la semana siguiente.
—Qué bueno oírlo —suspiró Matilda, más que aliviada. Moría por ya dejar eso de lado de una vez.
—¿Tiene que seguir usando el cabestrillo? —preguntó Jennifer, notándosele igualmente aliviada y emocionada por el diagnostico.
—Sería bueno, pero no indispensable —respondió Shawn, encogiéndose de hombros—. Si ya se hartó de él, sólo procure no hacer esfuerzos ni cargar cosas pesadas, al menos por una semana más.
—Descuide —murmuró Matilda—. Cargar cosas pesadas nunca ha sido un problema para mí.
—¿Cómo dice? —musitó Shawn, un poco confundido por el comentario.
—No le haga caso —se adelantó Jennifer rápidamente a responder; ella definitivamente había entendido la broma oculta detrás de esa afirmación—. Yo me encargaré de que se porte bien y no se fuerce.