Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 90. Noche de Fiesta

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 90.
Noche de Fiesta

Entrada la tarde, mientras Damien trabajaba en el estudio del pent-house en sus tareas atrasadas, Verónica hizo acto de presencia ante él, con esa misma actitud cohibida que tanto le molestaba, pero que la prefería un poco más a ese intento de desafío que había mostrado el otro día. Al inicio Damien en realidad no le puso gran atención, y apenas y separó sus ojos del monitor de la computadora cuando se dio cuenta que era ella. Aquello era como una pequeña remembranza del día en que Ann se fue y se paró igualmente justo delante del escritorio como su adorada asistente lo hacía en esos momentos. Aunque claro, el porte y la firmeza de una nada tenían que ver con la otra.

La actitud de Damien cambió un poco al escuchar el motivo por el cual Verónica había decidido entrar al estudio a interrumpirlo. Al parecer, le traía una propuesta con respecto a la petición que le había hecho sobre que investigara una forma segura de sacar a las tres niñas de Los Ángeles. Aquello resultó para Damien, a lo menos, interesante. Justo esa mañana le había dicho a Samara, Esther y Lily que no esperaba que Verónica pudiera lograr nada al respecto. Así que al menos le dio el privilegio de su curiosidad para escuchar qué había planeado.

—Estuve hablando con el encargado del equipo de logística de Thorn en nuestra sede de Los Ángeles —indicó Verónica con la mayor firmeza que le era posible—. No entré en muchos detalles sobre lo que ocupamos, aún. Sin embargo, me pareció de acuerdo a lo que dijo que sería posible introducirlas en uno de nuestros camiones de carga que salga a Chicago. Al parecer ya han hecho cosas parecidas antes… o eso quiso insinuarme… Como sea, nuestros camiones tienen libre acceso en las autopistas, y casi nunca los revisan…

—¿Casi nunca? —Musitó Damien, interrumpiéndola—. Eso no suena muy seguro.

—Aunque ocurriera, hay maneras de evitarlo —aclaró Verónica, y Damien no necesitó en realidad que le dijera más. Podía imaginarse sin problema cuales eran esas maneras.

El joven se apoyó contra el respaldo de su silla, y entrelazó sus dedos delante de su rostro al tiempo que observaba fijamente a la joven universitaria delante de él. Verónica parecía esforzarse por no temblar, o al menos esa impresión le daba.

—Entonces —murmuró Damien con elocuencia—, ¿tu propuesta es meter a las tres en la parte trasera de un camión durante un viaje de más de un día? ¿Qué clase de anfitrión sería si hiciera eso?

Verónica suspiró con frustración, y usó todo su autocontrol para no reaccionar de más.

—Damien, las tres están siendo buscadas por toda la policía. No puedes sacarlas ni por avión, tren o automóvil. Si quieres llevarlas a salvo a Chicago, tiene que ser a escondidas, y no hay muchas opciones disponibles. Ésta es la mejor que te puedo conseguir.

—Eso no lo dudo ni un poco —murmuró el muchacho con tono burlón. Aunque debía darle un poco de crédito; era más de lo que esperaba que hiciera. Quizás la pequeña mascota de su tía Ann no era tan inútil como él creía—. Bien, escucha —dijo tras un rato, parándose de su silla y rodeando el escritorio—. Dos amigos llegan mañana, y creo que ellos podrían ayudarnos con nuestro problema. Si no es así, prometo que consideraré seriamente tu propuesta del camión.

Mientras hablaba, Damien comenzó a caminar hacia la puerta, para luego salir tranquilamente del estudio. Verónica vaciló al inicio, pero luego se apresuró a alcanzarlo en el pasillo. Notó que el muchacho había sacado su teléfono, y había comenzado a revisar sus redes sociales al tiempo que caminaba.

—Pero de todas formas es probable que ellas no vayan a Chicago todavía —añadió Damien mientras marchaba hacia la sala—. Ocupo que se encarguen de algo por mí primero.

—¿Que se encarguen de qué? —Cuestionó Verónica, sonando sólo un poco impertinente, pero aún dentro de lo tolerable.

—¿Para qué quieres saberlo todo? Ah, sí, lo olvidaba; para reportárselo a Ann, ¿no? Pues no te lo dejaré tan fácil.

Damien la escuchó a sus espaldas volviendo a suspirar, o quizás soltando algún tipo de maldición silenciosa.

—¿Al menos me dirás quiénes son esos dos amigos que vendrán? ¿Son de la Hermandad?

—Claro que no —negó el muchacho, casi riendo—. Pero descuida, ya los conocerás. Son dos individuos muy interesantes.

Tan enigmático como siempre. Fue evidente para Verónica que no le sacaría nada más sobre eso, e igual no estaba muy segura si en verdad quería saberlo.

Por otro lado, la joven pasante de Thorn Industries debía aceptar que se sentía, hasta cierto punto, un poco orgullosa del resultado. Damien no la había insultado o burlado de su propuesta, ni tampoco la había rechazado absolutamente. De hecho, a su modo particular, sentía que incluso la había felicitado por su esfuerzo…

Y al darse cuenta de que se sentía casi regocijada por eso, le asustó y asqueó un poco.

¿Así eran todos en la Hermandad?, ¿incluso su madre? ¿Todos se la pasaban orbitando en torno a ese sujeto, felices de lamer del suelo las pocas muestras de aprecio o respeto que de vez en cuando era capaz de darles, y sentirse orgullosos por eso? Ella había pasado gran parte de su vida lejos de todo eso, y aún no lograba comprender del todo su manera de pensar. De hecho, ni siquiera estaba aún del todo segura de realmente adorar en Satanás, mucho menos a su supuesto hijo.




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