Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 93.
Se te pasará
Ya era entrada la noche cuando los invitados inesperados de Matilda Honey decidieron que era hora de retirarse. La tarde había sido bastante amena, más de lo que Matilda hubiera esperado. Charlaron del pasado, del presente, y también un poco sobre el futuro. La Srta. Honey les preparó una cena ligera, así como unos refrigerios, y entre todos se comieron a pedazos el famoso pastel de chocolate que Bruce les había traído.
Todo había sido muy divertido. Pero era ya momento de dejar el país de los recuerdos, y volver a la realidad…
—Se nos fue el tiempo volando —señaló Lavender un poco sorprendida al salir tomada de la mano de Mandy, y ver el cielo estrellado sobre ellos—. Mi mamá me va a matar. Le dije que sólo me iría un par de horas, y ella quería que le ayudará a limpiar el horno. Ahora pensará que me escapé apropósito.
—¿Y no fue así? —Cuestionó Matilda, acusadora, y Lavender sólo sonrió con complicidad.
Sacó entonces su teléfono con la intención de pedir un transporte, pero Bruce rápidamente se le adelantó.
—Yo las llevo, Lavender —le ofreció el hombre joven, sacando sus llaves y presionando el botón para abrir los seguros de su elegante sedan color gris, estacionado frente a la casa. El auto soltó un pitido, y sus luces parpadearon.
—¿Enserio? —Musitó Lavender, claramente de acuerdo con la propuesta—. Siempre tan dulce, Bruce —murmuró alegre, girándose entonces hacia Matilda con mirada suspicaz—. ¿No es realmente dulce este chico?
Matilda sólo le respondió con una media sonrisa, ya para nada dispuesta en seguirle su juego. Aunque no era que estuviera muy dispuesta a hacerlo antes, en realidad.
—Gracias por venir a verme, a ambos —agradeció la psiquiatra, aproximándose hacia Bruce para darle un gentil abrazo de despedida—. Fue un gusto que nos reuniremos los tres después de tanto tiempo.
Tras unos segundos, Matilda se apartó de Bruce y se viró ahora hacia Lavender, abrazándola también del mismo modo.
—El gusto fue nuestro, Matilda —masculló su amiga, correspondiéndole su abrazo con un brazo, mientras con su otra mano seguía sujetando a su hija para que no se apartara de ella. La pequeña en realidad ya se veía bastante adormilada, y tenía su rostro pegado contra la pierna de su madre, y sus ojitos amenazaban con cerrarse. Una vez que su abrazo terminó, Lavender la cargó, acomodándola para que recostara su cabeza en su hombro. Y en cuanto lo hizo, la niña pareció caer dormida en un chasquido—. Debemos hacer algo antes de Acción de Gracias —propuso Lavender, susurrando un poco despacio—. Incluso podemos invitar a Hortensia y a Amanda Thripp.
—Sí, estaría bien —asintió Matilda, manteniendo su escueta sonrisa inmutable.
—Que estés bien, Matilda —añadió Bruce, ofreciendo además un último ademán de su cabeza como señal de adiós—. Espero que ese brazo se cure pronto, y que encuentren a esa niña.
—Muchas gracias, Bruce —respondió Matilda, correspondiendo su gesto del mismo modo—. Vayan con cuidado a casa.
Bruce y Lavender, y Mandy en los brazos de su madre, bajaron lentamente los escalones, y Bruce se apresuró a abrirle la puerta del copiloto a su amiga para que se subiera con mayor libertad.
—Despídenos de la Srta. Honey —solicitó Lavender una vez que ya estuvo sentada en su asiento.
Bruce cerró la puerta con cuidado un instante después. Luego rodeó el vehículo por el frente, virándose una última vez haca Matilda para despedirse agitando su mano, y ella le respondió desde el pórtico haciendo lo mismo. Bruce se subió, y un poco después el vehículo se alejó por el camino de la propiedad, con sus luces internándose en la oscuridad y desaparecido.
Matilda permaneció de pie, con su hombro sano apoyado contra uno de los posters del pórtico, y su vista puesta en donde el vehículo se había ido. Sin darse cuenta, comenzó a abrazarse a sí misma, pues al parecer la noche había refrescado un poco. Decidió entonces que era momento de entrar.
Durante todo ese rato, Matilda pareció relajada, y despejada de todas esas abrumadoras preocupaciones que la oprimían. Pero lo cierto es que era todo una simple fachada. Por detrás de sus risas y comentarios divertidos, una parte importante de ella estaba aún enfocada en todo lo que le había ocurrido antes de volver a esa casa y, en especial, en todo lo que Cole le había ido a decir. Y por más que lo intentó, no pudo sacarse todo aquello de la cabeza; y quizás, en realidad, no quería hacerlo.
Todo era tan apremiante y preocupante, que el tener que fingir normalidad como si nada pasara, sencillamente le resultó agotador. Hasta el punto de sentirse un poco molesta por la visita de Lavender y Bruce, y en el fondo desear que se fueran lo más pronto posible.
Aquel pensamiento ciertamente la hizo sentir algo de culpa. Lavender y Bruce eran personas tan buenas, y habían ido hasta ahí para verla y animarla; no merecían una amiga que no pudiera disfrutar su compañía…
«Esos pensamientos no son productivos y no te llevarán a ningún lado» se dijo a sí misma, al tiempo que entraba a la casa y cerraba con cuidado la puerta con llave, colocando además su pasador. Al virarse, divisó a su madre, observándola desde el arco de la sala, con una frazada alrededor de sus hombros y brazos, de seguro para mitigar al fresco.