Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 97. Reunidos como una familia unida

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 97.
Reunidos como una familia unida

Matilda se despertó temprano al día siguiente y se dio una ducha rápida. Su idea original había sido hacerlo anoche, pero esa repentina llamada del misterioso Lucas Sinclair fue la guirnalda que le faltaba en su complicado día. Y entre eso e intentar convencer a Mónica de que le hiciera ese “favor” que ocupaba DIC a cambio de su información, sus energías simplemente terminaron por agotarse y sólo se dejó caer a la cama justo después de eso. Aun así, no había dormido casi nada en realidad.

Gran parte de la noche la había pasado pensando. Ya tenía en sus manos la información que requería; tanto la que le había dado Cole como la de Lucas Sinclair. Ahora tenía que resolver lo que haría con ella, y en efecto lo hizo.

Se bañó, vistió, peinó y maquilló con bastante cuidado, como si fuera camino a una cita o una entrevista de trabajo. Aquello le hizo recordar fugazmente su primera semana en Eola, cuando había hecho algo parecido para su llamada con Eleven en la que la puso al tanto de cómo iba el caso. Qué lejanos sentía esos días, donde todo ese asunto sólo era un caso más de la Fundación, y Samara otro niño que ocupaba de su ayuda como tantos antes, y no requería de “otro tipo de experiencia” para hacerlo. Esos días en los que Eleven aún estaba a una llamada de distancia, de celular o psíquica, para poder pedirle su consejo…

Toda esa locura había comenzado justo con ella, y de alguna u otra forma la terminaría.

Se vio una última vez en el espejo, cuidando de no tener ningún cabello fuera del lugar. Tomó entonces su teléfono y pidió un vehículo en su aplicación predilecta, el cual no tardó mucho en responder. Así que mientras el pequeño icono de automóvil se acercaba por el mapa a su residencia, Matilda salió con paso firme de su cuarto, y se dirigió a la planta baja con su vista firme al frente.

—Buenos días, cariño —escuchó pronunciar la voz de su madre cuando estaba ya a la mitad de la escalera. Se viró hacia un lado y la notó asomándose por la puerta que llevaba al a cocina.

—Buenos días —respondió Matilda despacio, y bajó entonces el resto de los escalones con más calma.

—¿Vas a salir? —Le cuestionó Jennifer Honey, al parecer un tanto sorprendida al verla tan arreglada.

—Voy a la ciudad —se explicó Matilda con seriedad, mientras tomaba su bolso del perchero de la entrada y se lo colgaba al hombro—. Tengo unos asuntos que resolver.

—¿Quieres que te lleve?

—No hace falta, ya pedí un vehículo.

La actitud un tanto ausente y estoica de la psiquiatra no pasó desapercibida para su madre adoptiva, y quizás Matilda tampoco se esforzaba demasiado en ocultarla; su mente estaba bastante concentrada en otra cosa.

—¿Está todo bien, Matilda? —Murmuró Jennifer con cautela, aproximándosele—. ¿Esos asuntos tienen que ver con lo que ese hombre te vino a decir anoche?

Matilda alzó su vista hacia su madre, contemplando con pesar la preocupación latente con la que ésta la miraba. Vino a su mente en ese momento la conversación que había tenido con Cole en Silverdale, justo después de hablar con Evelyn. Ahí sentados, él le había sugerido por primera vez la idea de que ella pudiera adoptar a Samara si las cosas no funcionaban con sus padres, a lo que ella había respondido con un “no estoy lista para eso.” Y Cole, elocuente, le había contestado:

“¿Y su madre sí lo estaba en aquel entonces?”

¿Jennifer Honey estaba lista aquella tarde para admitir en su casa y en su vida a una niña de seis años y medio que le pedía que le adoptara y le diera una vida mejor a la que podía tener con sus horribles padres? Tal vez no. Tal vez le agradaba la compañía de esa pequeña, pero eso no significaba que estuviera lista para ser su madre. Pero aun así la aceptó, e hizo todo lo que pudo con lo que tenía y sabía, convirtiéndose quizás en una madre mucho más allá de lo que se merecía…

¿Estaba ella lista para hacer lo que estaba pensando hacer? Tal vez tampoco lo estaba. Pero haría justo lo que esa mujer frente a ella le había enseñado: hacer todo lo que podía, lo mejor que podía…

Matilda le sonrió con gentileza, pero también con bastante gratitud. Se le aproximó y la rodeó fuerte con sus brazos.

—Tranquila, todo está bien —le susurró despacio a su aún bastante confundida madre—. Esto es algo que necesito resolver, como te dije. Gracias por cuidarme tanto mientras me recuperaba de mi herida, pero ya no puedo seguir escondiéndome aquí. Necesito terminar lo que comencé, como tú me enseñaste.

Jennifer no fue capaz de responderle nada. Aunque no entendiera del todo de qué le estaba hablando, estaba convencida de que no había nada que pudiera decirle, ya fuera para ayudarla o persuadirla. Su pequeña Matilda ya era una mujer adulta, después de todo; más adulta de lo que ella misma había sido alguna vez.

La bocina del vehículo sonó justo delante de la casa, indicando de esa forma su arribo. Matilda se apartó de su madre al oírlo, y se viró rápidamente hacia la puerta sin mirarla directamente.

—Volveré en cuanto pueda.




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