Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 100.
Soy Samara Morgan
El duelo mortal entre Damien y Abra continuaba, llegando a perturbar visiblemente el espacio a su alrededor, como las ondulaciones del agua cuando arrojas una enorme piedra al lago. Al inicio Abra estaba segura de poder tener la ventaja, pero Damien no tardó demasiado en contraatacar. Y a pesar de no estar físicamente ahí, el dolor que le causaba era bastante. Y no sólo su mente lo resentía, sino también su cuerpo. Resistió lo más posible, aplicó cada fracción de sus fuerzas en empujar la mente de ese bastado, y de estallarle la cabeza en pedazos si le era posible. Y a pesar de que por instante pudo sentir que estaba cerca de lo lograrlo… al final, la chica de Anniston terminó golpeándose duramente contra sus propias limitaciones.
Las manos de Abra se soltaron abruptamente de la cabeza de Damien, como si alguien las hubiera empujado lejos con agresividad. Su cuerpo se desplomó de rodillas a la alfombra, totalmente paralizada a la merced de su oponente.
«¡No!» Pensó Mabel incrédula, sintiendo que perdía en ese momento su única esperanza.
Por su lado, Damien sonrió con satisfacción.
—Tanto esfuerzo en buscarte y vienes directo a mí. Y encima me encaras creyendo que podrás hacer algo contra mí. Pero no tienes ni idea del alcance de lo que soy capaz. No eres más que una tonta…
Y comenzó entonces a consumirla poco a poco, haciendo que toda esa oscuridad envolviera la figura proyectada de la joven a sus pies.
—¡¡AAAAAAAAAAAAAAH!! —Gritó Abra con todas sus fuerzas, siendo oída sólo por los pocos en esa sala que podían verla, y por Charlie y Kali en la van estacionada al frente del edificio. Y todos ellos sólo pudieron mirarla impotentes, sabiendo que no había nada que más pudieran hacer…
«Tío Dan… Papá… Mamá… lo siento…» Fue el último pensamiento que Abra logró crear de forma consciente, sintiendo como poco a poco se perdía a sí misma; justo como le ocurrió a la Sra. Wheeler…
Un fuerte estruendo se escuchó de golpe, y ante los ojos incrédulos de los presentes la puerta principal del departamento se desprendió de sus bisagras, volando hacia el frente un par de metros, antes de caer pesada en el centro del pasillo principal.
Aquello llamó de inmediato la atención de todos, incluso de Damien que se viró sobre su hombro para ver hacia la entrada. Y al hacerlo, pudo de ver directamente a la mujer castaña que entró caminando lentamente al departamento, en línea recta y sin detenerse hacia la sala, pasando incluso encima de la puerta que ella misma acababa de derribar.
—¿Matilda? —Pronunció Cole aún en el suelo, incrédulo al verla aproximarse y pensando por un momento que quizás estaba alucinando. Pero no, aquello era muy real. Y a diferencia de Abra, todos y cada uno de los presentes la vieron también.
—Usted es… —pronunció Damien estupefacto en el momento en el que la vio con claridad pues, efectivamente, ya la había visto antes, aunque no frente a frente. Y Matilda también lo reconoció a él...
* * * *
…antes de que pudiera siquiera enfocarse, algo la detuvo. En un inicio fue como un frío que creció de golpe en su pecho, y luego subió hasta acumularse en su garganta. Después, sintió como ésta se le cerraba y le imposibilitaba el hacer aunque fuera la más mínima inhalación de aire, comenzando así a ahogarse.
Su cuerpo se elevó de pronto por el aire como si hubiera sido golpeado por un auto, y se estrelló contra la pared a un lado de la puerta. Descendió con la espalda pegada contra ésta, quedando sentada en el piso. Su mirada estaba desorbitada y borrosa, y se sentía más y más sofocada, y cada alarido débil y lastimero que daba era totalmente inútil.
Entre toda su desesperación y confusión, entre un tintineo de las luces y otro, le pareció ver algo. Estaba ahí cuando la luz brillaba, y desaparecía al siguiente instante. Era algo, o más bien alguien, de pie justo al frente, con su brazo extendido hacia ella, y suponía que su mano era la que se aprisionaba contra su cuello. Y entonces, las luces se apagaron por completo, pero sólo en ese momento logró verlo con completa claridad.
Entre las sombras, distinguió su rostro blanco y joven, sus ojos azul cielo, su cabello negro y lacio, perfectamente peinado hacia un lado. Era un chico, que no reconoció en lo más mínimo, pero estaba ahí ante ella, aprisionándola mientras la miraba fijamente con unos ojos carentes de cualquier rastro de humanidad en ellos, y una sonrisa torcida que sólo transmitía un enfermizo placer.
"No sé quién seas, pero lo que hiciste fue impresionante. Es una lástima tener que hacer esto. Pero, ¿qué se le hace?"
Sintió como esos dedos invisibles se apretaron aún más, imposibilitándole siquiera el gemir o gritar de dolor. Las fuerzas comenzaron a abandonar su cuerpo, y sus ojos a cerrarse, siendo ese rostro cruel que se regocijaba con su agonía lo último que vería…
* * * *
Pero en esa ocasión, era Matilda quien llegaba de sorpresa.
Estaba enfocada y concentrada, y el fuego de su estufa mental estaba en lo alto…