Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 104.
Un lugar seguro
Charlie se las arregló relativamente fácil para conducir la camioneta por la ciudad sin llamar la atención de ningún coche policía; siempre manteniendo el límite de velocidad, y sin pasarse ninguna luz roja. Igual parecía que toda la atención se había quedado atrás en Bervely Hills, donde de seguro aún seguían buscando a los dos intrusos piso por piso y cuadra por cuadra, sin darse cuenta de que estos ya se habían dado a la fuga. Así que una vez que arribaron a la zona mucho menos concurrida del norte en donde estaba su escondite, el trayecto se volvió mucho más tranquilo; exceptuando, claro, porqué en la parte trasera del vehículo transportaba a dos chicas inconscientes, y a un hombre con una fea herida de bala en la pierna.
Con respecto a Samara y Abra no había mucho que hacer, pues no parecía que aquello que las mantenía en ese estado fuera precisamente algo físico, así que sólo quedaba esperar que volvieran en sí paulatinamente. La herida de Cole, por otro lado, no iba a mejor. Y una vez que la adrenalina y las emociones se calmaron, todo lo que quedó en su lugar fue el dolor, y el sangrado. Matilda estuvo todo el camino ajustándole su torniquete y presionando la herida, pero lo que podía hacer dadas las circunstancias era en realidad mínimo.
El refugio de Charlie y sus acompañantes era por supuesto una vieja bodega en un sector industrial; las siempre confiables bodegas amplias, apartadas, discretas y económicas (si no es que optaban por simplemente entrar a la fuerza a una que se viera inutilizada desde hace mucho). Charlie ingresó con rapidez la camioneta por la rampa principal, la estacionó y luego se bajó apresurada para cerrar la cortina de acero de nuevo; no sin antes echar un vistazo rápido alrededor para asegurarse de que nadie los estuviera vigilando o siguiendo. Todo parecía despejado, al menos a simple vista. Bajó de un jalón la cortina, y le puso rápidamente un doble candado.
Sólo hasta que ya estuvieron encerrados, y con la aparente sensación de seguridad, Charlie encendió los interruptores de los tubos fluorescentes del techo, alumbrando todo el interior con luz blanca.
Gran parte de la bodega estaba vacía cuando llegaron, salvo por unas cuantas cajas arrumbadas en un rincón, una vieja cocineta con una mesa redonda y cuatro sillas, un viejo sillón con agujeros pero que luego de una sacudida ya no estuvo tan mal, y un baño bastante rudimentario. Ellas habían guardado ahí su otra camioneta, la misma en la que habían viajado hasta ahí, la motocicleta de Charlie, un par de frigobars para comida y bebidas (en especial bebidas), y tres camas plegables para dormir aunque fuera un poco cómodas.
—Hogar, dulce hogar temporal —murmuró con algo de amargura. De seguro no había comparación con el bonito pent-house de Thorn, pero al menos servía a su propósito. Además, Charlie había pasado bastantes noches en sitios como ese a lo largo de su vida, así que no tenía de qué quejarse.
Se dirigió apresurada a la parte trasera de la camioneta y abrió las puertas por completo para que sus ocupantes pudieran bajarse (o al menos lo que podían caminar).
—Ayúdame, tenemos que bajarlo y recostarlo en algún sitio —le indicó Matilda a Charlie, estando sentada a lado de Cole mientras presionaba su pierna.
—Bajen primero a las niñas, yo estoy bien —indicó con un tono que intentó sonar firme. Y de hecho parecía calmado, incluso sonreía, a pesar de que su frente lucía aperlada por sudor, y de vez en cuando se le escapaba un discreto quejido de molestia.
—Será mejor que hagamos eso —secundó Charlie, y de inmediato se subió al auto para tomar a Abra en sus brazos. La adolescente no opuso resistencia alguna, y Charlie prácticamente la arrastró fuera de la camioneta como un simple costal.
Matilda vaciló un poco. Observó a Samara recostada a su lado, casi perdiéndose entre sus largos cabellos negros que asemejaban a una manta oscura que la cubría. Había visto lo que hizo con la mano de Cole, y aunque no comprendía con exactitud cómo lo había hecho, si las cosas empeoraban era probable que ella fuera la única que pudiera salvarle la pierna al detective. Aunque claro, primero tenía que sacarle la bala e intentar tratarla lo mejor posible.
—Enseguida vuelvo, Cole —le informó Matilda a su nuevo paciente, mirándolo con dureza a los ojos—. Intenta mantener esto presionado lo más posible, ¿de acuerdo?
—Lo haré como si mi vida dependiera de ello —bromeó Cole, colocando sus dos manos contra el paño, ya casi complemente húmedo por su sangre, que Matilda presionaba contra su herida. A Matilda no le dio gracia el comentario, pero no podía detenerse a criticarlo. El hecho de que aún mantuviera el buen humor era de cierta forma buena señal.
Matilda tomó a Samara y la sostuvo con fuerza contra sí mientras bajaba del vehículo con un salto. Sintió como la cabeza de la niña se agitaba y rebotaba un poco contra su hombro, por lo que tuvo el instinto inmediato de sostenerla por detrás con una mano. Avanzó entonces con la niña en brazos detrás de Charlie hacia el área en donde estaban las tres camas plegables, con apenas una sábana cubriendo cada una y lo que supuso Matilda era algún tipo de almohada improvisada.
—Recostemos a las bellas durmientes aquí —le indicó Charlie, mientras colocaba con particular delicadeza a Abra en la cama del extremo derecho. La joven quedó bocarriba, aunque su cabeza se ladeó un poco hacia un lado en cuanto Charlie la soltó.