Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 105.
Volver a casa
Adrián Woodhouse arribó a Los Ángeles ya avanzada la tarde, en un vuelo express desde New York. Apenas pudo descansar un par de horas tras bajarse de su largo vuelo desde Grecia, pero extrañamente no se sentía cansado. Su mente estaba demasiado ocupada en pensar en tantas cosas al mismo tiempo como para darse el lujo de cansarse.
Su pequeña expedición a California sería uno de esos viajes discretos donde no llevaría ni guardaespaldas, ni asistentes, ni ningún tipo de séquito que pudiera llamar de más la atención. Si todo salía como quería, nadie se enteraría siquiera de que estaba en la ciudad, salvo la gente que fuera necesario.
Solicitó un transporte privado en el aeropuerto con otro nombre, y con su poco equipaje en la cajuela se dirigió directo a Beverly Hills. Sin embargo, a pesar de sus precauciones, su atuendo más casual y sus gafas oscuras, desde que su conductor lo miró Andy detectó con facilidad que lo había reconocido, aunque aquel hombre de momento no hizo ningún comentario. Andy esperaba que, siendo Los Ángeles, ya estuviera bastante acostumbrado a transportar celebridades en su vehículo; algunos de seguro más famosos que él.
El viaje comenzó fluido y rápido. Sin embargo, conforme fueron acercándose a su destino, su avance se fue desacelerando por el tránsito, hasta que tras unos minutos de incorporarse a una avenida principal, el vehículo prácticamente se quedó parado en el tráfico apenas avanzando un poco cada minuto.
Pasados cerca de quince minutos sin que hubieran avanzado demasiado, Andy comenzó a impacientarse un poco; algo indignó de él, en la opinión de algunas personas.
—¿Este tráfico es usual? —preguntó con tono pensativo desde el asiento trasero del Buick, mientras admiraba por la ventanilla a los demás automóviles.
—Siempre hay tráfico a esta hora, pero no a este nivel —le informó el conductor—. Debió de haber ocurrido un accidente, o quizás alguna avenida está bloqueada por obras de construcción.
—Entiendo…
Andy no era ajeno a los congestionamientos de las grandes ciudades, ni siquiera los de ahí mismo en L. A. Sin embargo, no pudo evitar cuestionarse si de nuevo la mano interventora de algo, o alguien, le ponía trabas en el camino de cumplir su encomienda actual. Y si era así, y si el responsable era quién tanto sospechaba, realmente desearía que Él fuera más claro con lo que quería que hiciera exactamente.
Aunque claro, quizás sólo sobre pensaba las cosas. Accidentes que arruinaban el tránsito podían ocurrir todos los días, sin intervención externa adicional a la propia estupidez humana.
—Sr. Woodhouse —escuchó que el conductor le hablaba de nuevo, haciéndolo dirigir su mirada hacia la parte delantera. Logró percibir los ojos serenos del hombre reflejándose en el espejo retrovisor, aunque supo sin lugar a duda que estaba viendo directo hacia su reflejo—. Sé que de seguro se lo dicen todo el tiempo, pero tengo que decirle que en verdad lo admiro. Usted es una inspiración para mí.
—Muchas gracias, lo aprecio —musito Adrián, procurando que se percibiera dicha al escucharlo, y no la absoluta indiferencia que le producía en realidad su comentario.
Pese a que habitualmente lo disfrutaría, lo que menos le interesaba a Andy en esos momentos eran los vagos halagos de un donnadie como ese que desconocía la gran importancia de ese viaje en el que era partícipe. Sin embargo, su actitud inevitablemente cambió al escuchar el siguiente comentario que le compartió aquel hombre…
—En especial me desgarró conocer la historia de su madre —musitó el chofer despacio, jalando una vez más la atención del músico hacia el reflejo de sus ojos en el espejo—. Yo... de cierta forma me identifiqué con usted cuando escuché cómo la ha cuidado todos estos años desde que la encontró, sin perder la esperanza de que algún día despierte. Sé que no es lo mismo, pero mi madre padece de Alzheimer, y estos últimos años… han sido difíciles.
Hizo una pequeña pausa reflexiva, y entonces añadió por último:
—Pero seguimos adelante; cada día hacia adelante, como usted siempre dice en sus canciones.
Su madre… por supuesto que tenía que mencionar a su madre. Casi pareciera que supiera con anticipación la pequeña reacción que tenía en él ese tema en esos momentos. ¿Otra jugarreta de su padre, acaso?
—¿Cómo te llamas? —le preguntó Andy sin muchos rodeos, tomando al conductor un poco por sorpresa.
—¿Yo? George, señor. Para servirle.
Andy inclinó entonces su cuerpo hacia el frente, posicionándose entre los dos asientos delanteros para así poder colocar una de sus manos justo sobre el hombro izquierdo del hombre. Ese sólo contacto provocó algo en el chofer; una sensación cálida que le recorrió el cuerpo entero, y que le impidió moverse o desviar su mirada en otra dirección que no fuera el camino al frente.
—George —pronunció su pasajero con voz suave y clara—. Mantén siempre esa hermosa sonrisa en tu rostro, sin importar qué. Hazlo, y te prometo que todo será mejor de aquí en adelante.
Esas simples palabras parecieron tener un curioso efecto en George. Le resultaron relajantes, como una pequeña ducha de agua caliente que se llevaba consigo cualquier preocupación o miedo; incluso aquellos que no sabía siquiera que cargaba. Y, justo como Andy le había solicitado, sus labios dibujaron una amplia sonrisa de alegría en ese momento.