Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 107.
Al fin nos conocemos de frente
Luego de hacer sus dos llamadas, la segunda a uno de esos misteriosos sacerdotes que supuestamente podían darles una mano con esa precaria situación, Cole volvió a recostarse en la camilla lo más cómodo que le fue posible. Y ya fuera por el efecto de las medicinas o el cansancio normal de todo lo ocurrido ese día, no tardó mucho en caer dormido. Y, al menos de momento no parecía estar siendo acosado por alguna otra pesadilla, y eso ya era ventaja. Igual Matilda se mantenía cerca por si se presentaba cualquier cambio.
Por supuesto, la psiquiatra de Boston estaba también agotada. Ese día no había sido tan pesado para ella como para Cole, pero igual le estaba pasando una molesta factura. Una parte de ella igualmente tenía deseos de recostarse un poco, pero no estaba en sus planes a corto plazo hacerlo. Por un lado por qué las únicas tres camas del lugar estaban ocupadas por los heridos, y el sillón por Roberta (o Charlie, o como se llamara), y por el otro por qué para su mente resultaba simplemente imposible mantenerse tranquila más de unos cuantos minutos. Le preocupaba Cole, le preocupaba Samara, le preocupaban las personas peligrosas que quizás los estuvieran siguiendo, le preocupaba la policía, y en parte también le preocupaban esos desconocidos que irían por ellos.
Y claro, le preocupaba también esos otros temas que no había compartido directamente con ninguno de sus actuales compañeros de aventura aún; ni siquiera con Cole. Cuando volvió del baño, hizo todo lo posible para sacarle la vuelta al incidente de la billetera y la fotografía de su madre. De momento lo logró, pero era posible que el final de esa conversación tuviera que darse tarde o temprano.
Al final, todo eso acumulado no le permitía siquiera sentarse, y en su lugar sólo caminaba de un lado a otro por toda la bodega, pensativa.
—Harás un hueco en el piso si no te detienes —le comentó Kali con un tono irónico desde la mesa de la improvisada cocina.
La mujer de cabellos morados había colocado ahí su silla, y desde hace rato se encontraba muy concentrada en una laptop en la que revisaba todas las noticias y comunicados con respecto a lo ocurrido en Beverly Hills. La buena noticia era que, al menos hasta el momento, no había en internet ninguna mención directa hacia Cole o Matilda, y todos los que reportaban al respecto se limitaban a mencionarlos como “dos personas desconocidas”, y los más osados se atrevían a señalar que fueron un hombre y una mujer. Aunque claro, nada de eso les podía dar completa certeza de qué era lo que sabía la policía; o, más bien, qué versión les dio Thorn de lo ocurrido exactamente.
Como fuera, Matilda no hizo caso del comentario de la mujer en silla de ruedas, y continuó con su andar sin variación.
—¿Qué te preocupa en realidad, Maty? —musitó Charlie desde el sillón, justo cuando pasó delante de ella—. Desde hace rato te veo bastante intranquila; incluso más que nosotras. Y hasta algo pálida. ¿Te preocupan también esos padres traficantes que vendrán?
—No —respondió Matilda rápidamente—. Bueno, quizás un poco, pero no es eso… No lo entenderías…
—Pruébame —le desafió Charlie, sentándose rápidamente y haciéndose a un lado para hacerle espacio—. Siéntate y cuéntale a la tía Roberta qué te preocupa. No seré Eleven, pero tengo su misma experiencia de vida, o incluso un poco más.
Matilda se detuvo al oír su propuesta, y se volteó a verla claramente dubitativa entre aceptar o no. El que mencionara a Eleven justo en ese momento hizo más mellas en su cabeza de las que ya había; en verdad le vendría tan bien poder hablar con su antigua mentora en esos momentos…
Miró entonces a Cole de reojo; seguía profundamente dormido, y seguía también tranquilo. El ver eso le dio un poco más de seguridad, pues el asunto en cuestión tenía que ver con él de cierta forma, y lo que menos deseaba era que la escuchara. Sonaba tonto, hasta quizás un poco infantil; pero era justo como se sentía.
Se aproximó cautelosa al sillón y se sentó a lado de Charlie. Ésta la observaba atenta. Matilda respiró hondo y se sentó derecha, intentando calmar cualquier ansiedad o duda que pudiera tener, o al menos hacer que ésta no se reflejara al exterior.
—¿Usted… cree en fantasmas? —soltó la mujer castaña de golpe, tomando un poco (o mucho) por sorpresa la mujer rubia.
—¿Fantasmas? —respondió Charlie, claramente confundida.
—O demonios, o… no sé, aceptaría hasta duendes en estos momentos.
Charlie no pudo evitar soltar una pequeña risilla en ese instante, pues aquello le sonaba más como una extraña broma. Sin embargo, la seriedad que adornaba los ojos de la castaña le hacía deducir que en efecto no lo era.
—¿Por qué me preguntas eso tan de repente? —cuestionó Charlie, tomando una postura más serena—. ¿Qué tiene que ver con… cualquiera de las cosas que están pasando aquí?
Matilda guardó silencio, y su sola postura dejaba ver que no tenía muchos deseos de responder esa pregunta. Charlie tomó un sorbo más de su cerveza, tomándose además unos segundos para darle forma a sus ideas. Y entonces le respondió con un tono bastante más calmado y sereno, en especial tratándose de ella; casi parecía que lo estuviera diciendo otra persona diferente.