Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 108.
Terminar la misión
El tan esperado momento de Mabel fue interrumpido abruptamente, cuando de nuevo el sonido de disparos cortó de tajo el embriagante silencio en el que se habían sumido todos. La Doncella se sobresaltó, y se giró por instinto hacia atrás, justo para ver cómo el último de esos repentinos disparos le daba directo a James a sus espaldas. El verdadero soltó un fuerte gemido de dolor, y su cuerpo se balanceó hacia un lado, quedando de espaldas contra una de las cajas de madera. Con una de sus manos se agarraba firmemente la parte derecha de su pecho, para cubrirse la horrible y repentina herida de bala.
Mabel miró todo aquello completamente aturdida y confundida. ¿Qué había ocurrido? ¿Quién había hecho eso?
—Arroja tu arma, ahora —escuchó como alguien exclamaba con fuerza, su voz resonando como trueno en el eco de la bodega. Se giró entonces hacia un lado, a la misma entrada frontal que ellos habían usado para ingresar. Y ahí los vio: dos personas, salidas de la nada, cada uno con armas de fuego en mano, apuntando en dirección a James y ella.
Eran un hombre fornido de cabeza calva, y una mujer de piel oscura y cabello rizado. Ambos de mirada intensa y desafiante, y sostenían sus armas sin la menor vacilación o temblor en sus manos. Se aproximaron en su dirección, comenzando a separarse para rodearlos, pero sin bajar sus armas ni un instante.
—Que arrojes tu arma —ordenó la mujer de nuevo, teniendo el cañón de su pistola apuntando justo al rostro de James—. No lo repetiré una tercera vez…
—Karina, tenga cuidado —se escuchó pronunciar con debilidad a Cole Sear desde el suelo, a los pies de James—. Tiene el poder de paralizarle el cuerpo entero si lo desea, ¡no le dé oportunidad!
Aquello desconcertó un poco a la mujer recién llegada. Notó entonces como aquel hombre, ahora herido, la miraba intensamente mientras sujetaba firmemente su herida con una mano, y con en la otra tenía su rifle de asalto colgando de su costado. No supo que le provocaba más alarma: el arma o esos intensos ojos. Cualquiera de las dos que fuera, bastó para que sin pensárselo dos veces le disparara una vez más, pero ahora a su pierna derecha.
James soltó un fuerte chillido al aire, y cayó al suelo sobre su costado. Su rifle se soltó de su mano, y rodó por el suelo lejos de él.
—James… —susurró Mabel, sorprendida y también un poco asustada por el cambio tan repentino que había ocurrido. ¿Quiénes eran esas dos personas? ¿Qué hacían ahí?
—¡Tú también suelta ese cuchillo!, ¡ahora! —gritó justo después el hombre de cabeza rapada, él teniendo su atención y su mira fija en Mabel. La verdadera lo volteó a ver sobre su hombro, y percibió rápidamente el cañón en su arma apuntándole a la espalda.
La quijada de la Doncella se tensó. Y en lugar de que sus dedos dejaran libre el mango del cuchillo, estos de hecho se apretaron aún más a éste, hasta ponerse blancos.
Desvió su vista de nuevo a Abra, recostada en el suelo y totalmente a su merced. Sólo que ahora el miedo en su mirada había menguado un poco, y más que nada estaba ahí, quieta y expectante, esperando ver qué era lo siguiente que ocurriría, aunque el dolor de su herida aún permanecía vivido en la mueca de su boca.
Estaba tan cerca; ¡la tenía ya ahí en sus manos! El dulce sabor de su vapor aún jugueteaba en su interior, y su cuerpo le incitaba a que le diera más. ¿Cómo podían exigirle que la dejara ir? ¿Cómo podían esperar que soltara su arma estando tan cerca de completar lo que tanto tiempo estuvo esperando? ¿Cómo podría seguir viviendo luego de probar ese delicioso vapor y simplemente dejarlo ir?
Incitada por su rabia y su deseo, más que por su propio raciocinio, Mabel ignoró por completo la advertencia y jaló el cuchillo hacia atrás con la intención de encajarlo de una sola puñalada en el centro del pecho de esa mocosa de una vez por todas. Y por ese pequeño instante de tiempo, pudo ver el terror volviendo a la mirada de su víctima, y sólo eso hizo que todo valiera la pena.
Pero no duró mucho.
Era difícil determinar qué sonó primero: el estruendo del primer disparo del arma de Carl, o el imponente “¡NO!” que surgió de la boca de James al darse cuenta de lo que estaba por ocurrir. Quizás ambos habían ocurrido al mismo tiempo. Como fuera, ese primer disparo le dio directo a la verdadera en el hombro izquierdo, entrando por su espalda y saliendo al frente. Su sangre brotó de su herida manchando el rostro de Abra debajo de ella; un grito de espanto de la joven fue un sonido más que acompañó esa sinfonía discorde de confusión.
Mabel arqueó su espalda, y sus ojos desorbitados si fijaron en el techo. Sus dedos se abrieron, y el cuchillo cayó al suelo a un lado de la cara de Abra. Y mientras el cuerpo de la mujer se desplomaba lentamente hacia el frente, se suscitaron tres disparos más; uno más de Carl, y dos de Karina, ambos habiendo reaccionando a la par cómo su entrenamiento así se los exigía. Y esas tres balas iban también en dirección a la misma persona. Sin embargo, ninguna dio en su blanco como la primera.
De alguna forma que resultaría imposible para una persona común, en la escasa fracción de segundos que se suscitó entre el primero y el segundo disparo, y aún a pesar de sus dos heridas, James logró sobreponerse, pararse, y prácticamente de un salto colocarse en el camino. Los tres disparos adicionales le dieron justo en su torso, sirviendo como un gran escudo humano para proteger a su mujer.