Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 115. El Príncipe de Chicago

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 115.
El Príncipe de Chicago

Si Damien Thorn tuviera que señalar la última vez que su vida fue algo remotamente parecido a “feliz” o “tranquila”, en retrospectiva lo más acertado sería decir que en realidad nunca lo fue, ya que desde su propio nacimiento, o incluso antes de éste, su vida había sido un agujero negro de tragedias que arrastraba y aniquilaba a todos los que estuvieran aunque fuera un poco cerca de él.

Pero sí hubo una época en la que ciertamente era gran parte ignorante de esa realidad. Una época en la que era un adolescente normal, con una vida normal, y una familia “casi” normal. Tenía un tío que había sido casi como su padre; una tía que había sido casi como su madre; y un primo… que había sido su hermano.

Y esa época ciertamente sí tuvo un final, uno que comenzó a darse paso a paso justo después de Acción de Gracias del 2012.

Damien era en aquel entonces un jovencito de doce años, cumplidos el junio anterior. Como en los años anteriores, le habían dado libre desde el jueves hasta el domingo, por lo que tuvo la oportunidad de dejar la Academia Davidson y pasar el feriado en su elegante casa en Chicago, en compañía de su tío Richard, su tía Ann, y su primo Mark. Los días habían sido relativamente calmados. Habían tenido una cena tranquila sólo los cuatro, en la cual su tía había hecho lucir sus dotes de ama de casa convencional. El viernes fueron de compras, y Damien agregó a su colección de cámaras fotográficas una de nueva generación, con un lente mucho más potente que las otras, y a un precio casi regalado por las ofertas del Black Friday. Aunque claro, lo cierto era que ninguno necesitaba de ese tipo de ofertas para adquirir algo como eso, pero daba una cierta satisfacción hacerlo de todas formas.

El sábado y domingo fueron básicamente para descansar, pasar el tiempo en “familia”, y en el caso de Damien probar su nueva cámara.

Pero el lunes llegó más pronto que tarde, y era momento de que tanto Damien como Mark volvieran a la Academia, el sitio que había sido más su hogar en el último par de años que su actual hogar.

Damien nunca había sentido un desdén en particular por la escuela, ni siquiera por una tan estirada como la Academia Militar Davidson. Siempre se había caracterizado por ser un estudiante ejemplar en la mayoría de las materias, y al menos sobresaliente o bueno en las demás. Pero lo cierto era que eso no lo lograba por genuino interés, sino más bien todo lo contrario. La verdad era que mientras iba creciendo, menos interés le provocaba… bueno, casi todo.

Pasatiempos, películas, series, libros, personas… todas solían aburrirle bastante pronto. Quería pensar que se trataba sólo de la inminente adolescencia pegándole con fuerza. O quizás problemas sin resolver por la muerte de su padres, y el sentirse siempre como un invitado en la casa de su tíos, por más que estos se esforzaran por hacerlo sentir como parte de su familia. O también podría ser esa creciente e inexplicable sensación que cada día lo agobiaba más, que lo hacía ver a las personas a su alrededor como simples maniquís sin rostros que poco o nada tenían que ver con él.

Aunque claro, había sus excepciones a esto. La fotografía, por ejemplo, era una afición que había comenzado a explorar hace menos de un año, y que de momento parecía mantener su interés. Como algunos años después le describiría a una joven de su misma edad que respondía al nombre de Abra, le atraía bastante cómo era posible capturar un instante específico de una persona, congelada en el curso del tiempo junto con todo lo que pensaba y sentía en ese instante. Aunque sabía bien que quizás era algo que sólo él podía distinguir con tal nitidez.

Esa mañana de lunes se levantó muy temprano, empacó lo que faltaba (aunque en realidad no había llevado demasiado), se vistió con el uniforme gris de la Academia, y se peinó. En el inter, una de las sirvientas de la casa le había llevado su desayuno, el cual apenas y había tocado un poco. En su lugar, dedicó los minutos siguientes a abrir las ventanas de su habitación que daban al amplio patio trasero de la propiedad, enfocar el lente de su cámara hacia éste, y tomar algunas fotos de prueba. Había tomado ya varias parecidas durante el fin de semana, pero la tonalidad de esa mañana, y el color del follaje en los árboles del patio, ciertamente lo habían atraído para probar un poco más las diferentes opciones que traía su nuevo dispositivo.

Fotografiar paisajes no le resultaba tan interesante como fotografías personas, pero a veces una combinación adecuada de colores proporcionada por la madre naturaleza era difícil de ignorar.

Estaba bastante concentrado en su labor, aunque no lo suficiente para no percibir la presencia de alguien aproximándose a su puerta, llamando a ésta con sus nudillos delgados cuando estuvo ya delante de ella. Supo que se trataba de su tía Ann unos segundos antes de que tocara. Esa era otra de las peculiaridades que había empezado a notar en él; su facilidad para notar y distinguir a las personas que conocía sin tener que verlas.

«Quizás sólo me estoy volviendo loco» pensó con cierto humor.

—¿Damien? —escuchó pronunciar la voz de su tía al otro lado de la puerta, por si acaso aún le quedaba alguna duda de que se trataba de ella.




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