Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 116.
Una buena persona
Ese lunes en la mañana, Mark se encontraba listo para partir a Davidson desde temprano, y sin necesidad de que alguien fuera a despertarlo o a echarle una mano. A diferencia de su primo Damien que tenía mayor reticencia a volver a la escuela tan pronto, Mark de hecho se encontraba un poco más impaciente por emprender el camino. Claro, no era que el mayor de los primos Thorn fuera precisamente el estudiante modelo, ni tampoco que le tuviera un “cariño” particular a la academia militar. Y ciertamente estar en casa resultaba mucho más cómodo. Y aun así, siempre le había encontrado un encanto particular a libertad que daba el vivir lejos de casa, y lejos de su padre y su madrastra.
Claro, pocos llamarían “libertad” el estar encerrado en aquel sitio en donde tenían siempre que comportarse, y donde les tenían puesto el ojo todo el día. Pero Mark sentía que se había acoplado bien al ritmo de Davidson. Además, había encontrado muy buenos amigos ahí, y siempre había contado con la compañía de su primo Damien. Y por más complicada que se pusieran las cosas, si estaban juntos había forma de sobrellevarlo.
Eso incluía su pequeña suspensión del semestre pasado.
De hecho había sido en ese lapso de tiempo, en el que estuvieron encerrados y castigados en casa, en el que se dio cuenta que de hecho sí extrañaba la academia, a sus amigos, e incluso las tediosas ceremonias. Eso, o quizás había surgido en él una necesidad apremiante por recuperar la confianza de sus padres y maestros por aquel horrible incidente que tanto había lastimado a Charles Powell, a pesar de que todos insistían en que no había sido culpa de nadie.
Cuando bajó a la planta baja de la mansión, ya traía su uniforme puesto, su maleta en una mano, y en la otra sujetaba su teléfono, el cuál revisaba distraídamente. Había subido la noche anterior algunas fotografías de su fin de semana largo, entre ellas algunas de la cena de Acción de Gracias de los Thorn, y revisaba los comentarios y las reacciones de la gente; todos muy positivos. Mark siempre había sido bastante sociable. Había en él un “algo” que lo hacía fácil de tratar, y en especial de querer. Una cualidad que algunos, como su tía Marion, dirían que era muy propia de un Thorn.
—Mark, ¿ya están listos? —escuchó de pronto que alguien le hablaba cuando ya estaba prácticamente en el vestíbulo. Al alzar su mirada, observó a su madrastra, Ann Thorn, aproximándose hacia él con una radiante sonrisa—. Murray ya los está esperando en el auto.
—Yo sí estoy listo —respondió Mark guardando el teléfono en su bolsillo—. Damien… no sé qué tanto se está arreglando. Quizás no quiere que se acaben tan pronto las vacaciones.
Ann se aproximó al muchacho con cautela, parándose justo delante él. Pasó entonces su dedos por los cabellos rubios y brillantes de Mark, acomodándolos como solía hacerlo seguido con su primo y él.
—Siempre me ha encantado lo apuestos que se ven con estos uniformes —señaló Ann con orgullo, acomodándole también el nudo de su corbata.
—Como adornos de pastel, ¿no?
—No bromees. Aun así, siempre he creído que esto de las escuelas militares sólo para hombres es tan anticuado y poco natural.
—Davidson es una gran academia. No cualquier chico termina su escuela intermedia sabiendo cómo disparar de manera correcta un rifle.
—Sí, eso definitivamente será algo que impresionará a las chicas. Porque, admítelo, no te molestaría ir a una escuela donde hubiera algunas lindas jovencitas, ¿o sí?
Los labios de Mark dibujaron una escueta sonrisa, y sus mejillas se pintaron de rojo. El comentario al parecer le había provocado la suficiente pena como para voltearse hacia otro lado para disimularlo.
—Sólo un semestre más y veremos entonces, ¿sí? —susurró Ann con tono de complicidad—. Adelántate al auto, yo iré a ver qué hace tu primo.
Mark asintió, y tras acomodarse mejor su maleta al hombro, se dirigió rápidamente a la puerta, mientras Anna iba hacia las escaleras.
Si Mark tuviera que definir en aquel entonces qué opinión o relación tenía exactamente con Ann, hacerlo le resultaría ciertamente… complicado. Era la segunda esposa de su padre, y por lo tanto su madrastra; eso lo tenía bastante claro. Además de que se había casado con su padre cuando él tenía tres o cuatro años. Eso implicaba que había estado ahí con él durante casi toda su vida; mucho más que su madre biológica, a la que apenas y recordaba. Le era casi imposible retomar algún recuerdo de su infancia en dónde la hermosa mujer de cabellos oscuros y labios rojos no estuviera presente.
Y aun así, le era muy difícil poder verla como una verdadera figura materna. No la odiaba ni nada parecido; de hecho hasta podría decir que le tenía aprecio. Pero quería pensar que el sentimiento que le debía inspirar una madre verdadera debía ser más que sólo eso. Pero, ¿qué sabía él de madres en realidad?
Al salir por la puerta principal, vio el vehículo negro en el que Murray los llevaría a la academia. Pero también se sorprendió al notar un taxi color amarillo estacionado detrás de éste, del cual se estaba justo bajando su pasajero. Al reconocer a aquella persona, Mark se apresuró a bajar los escalones de la entrada para ir a su encuentro.