Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 119.
Bienvenida al Nido
Fue difícil para Lucas Sinclair soltar todo lo que estaba ocurriendo en el Nido y darse el tiempo para ir a dormir, aunque fuera un par de horas. Terminó siendo, para bien o para mal, un poco más que eso, pues su cuerpo agotado no le permitió levantarse de la cama hasta cerca del mediodía. La buena noticia era que en toda la mañana nadie había ido a molestarlo con alguna emergencia, así que era seguro decir que todo debía estar corriendo de forma correcta con sus dos prisioneros, incluso sin que tuviera que tener su ojo vigilante pegado a cada paso de la operación.
Lo primero que hizo al despertar fue pedir que le llevaran el desayuno (aunque para ese momento era más un almuerzo) a su habitación privada. Mientras éste llegaba, tomó una ducha rápida, que en verdad ya le hacía falta, y se rasuró la cara. Uno de los encargados de la cafetería apareció una media hora después en su puerta, cargando una bandeja con su desayuno: huevos estrellados, papas, pan y jugo de naranja.
—Buenos días, señor —le saludó aquel jovencito, entregándole la charola.
—Buenos días —respondió Lucas recibiendo el encargo—. ¿Alguna novedad que reportar?
—Ninguna, señor. Todo está muy tranquilo.
—Qué siga así —asintió Lucas, despidiéndose poco después.
Ya solo, colocó la charola sobre al escritorio de la habitación y se sentó a comer tranquilo y sin apuro; sería quizás el único momento del día en que pudiera darse ese lujo. Y su predicción se volvió prácticamente una profecía, pues después de comer y mientras se lavaba los dientes en el baño, escuchó como la voz de alguien surgía abruptamente desde el radio comunicador en la otra habitación. Escupió rápidamente en el lavabo y se apresuró a la radio para responder, justo después del segundo llamado.
—Aquí el Dir. Sinclair —pronunció con solemnidad—. ¿Qué ocurre?
—Sólo quería informarle que el helicóptero que transporta a la Sra. Chief ya está por aterrizar en el helipuerto, aproximadamente en unos veinte o veinticinco minutos.
—¿Qué? —exclamó Lucas, incapaz de esconder completamente su confusión—. ¿Madeleine Chief?
—Sí, señor —pronunció con desconcierto la voz de la persona al otro lado de esa llamada. Evidentemente, por el tono que usaba Lucas en ese momento, estaba sorteando la posibilidad de quizás haber metido la pata con algo, idea que Lucas de momento no descartaba del todo.
—¿Quién autorizó su ingreso a la base para el día de hoy? —cuestionó, ya notándosele un claro indicio de enojo.
La persona al otro lado musitó nerviosa, y se escuchó como comenzaba a mover papeles, quizás en busca de alguna respuesta satisfactoria que darle.
—No importa —soltó Lucas tras un tortuoso minuto. Al final daba igual quién o cómo había sido. Madeleine bien lo había dicho la noche anterior: aún tenía amigos de los que podía cobrarse algunos favores. Lo que le sorprendía de verdad era lo rápido que se había movido; no habían pasado ni quince horas desde que hablaron, y ahora ahí estaba a veinte minutos de arribar.
Una prueba más de que no era una persona que convenía subestimar.
Tras unos instantes de reflexión, Lucas respondió al fin, ahora con mucha más calma.
—Subiré a recibirla. Y díganle al Dr. Shepherd que se comunique lo antes posible conmigo. Necesito un informe inmediato del estado de Charlene McGee.
—Sí, señor.
Cortaron la comunicación en ese instante, y Lucas se apresuró al momento a terminar de arreglarse lo más pronto posible. Esperaba tener un par de días para prepararse antes de tener que enfrentar de nuevo a Madeleine Chief, pero evidentemente su antigua mentora tenía otros planes. Ahora debía recibirla con todas las cortesías que se merecía, o al menos que creía merecer.
El helicóptero tardó de hecho un poco más de veinte o veinticinco minutos en arribar, pero cuando lo hizo Lucas ya se encontraba ahí de pie en el helipuerto, contemplando la oscura nave descender lentamente hacia la pista. Colocaron una escalera especial a un costado, y al menos tres soldados se tomaron la molestia de ayudar a la Sra. Chief a descender. La antigua jefa del DIC vestía muy parecido a como Lucas esperaría que lo hiciera una abuela de casi ochenta años, con un holgado y un tanto anticuado atuendo de falda ancha y larga color morado, una blusa blanca y un blazer sobre ésta del mismo tono que su falda. Y encima de todo eso, un grueso y elegante abrigo color oscuro, y una afelpada estola gris sobre sus hombros.
Una vez que tuvo sus pies en el piso, la mujer mayor comenzó a avanzar por su propia cuenta, a paso lento mientras se apoyaba marcadamente en su brillante bastón de aluminio. Algunos de los hombres intentaron ayudarla, pero los rechazó a todos agitando su mano libre en el aire.
Típico de Madeleine Chief; siempre tenía que esforzarse por no mostrarse débil.
—Cuando una idea se te mete a la cabeza, es difícil que la sueltes, ¿cierto? —exclamó Lucas con fuerza para ser oído por encima del sonido del motor, una vez que la mujer estuvo lo suficientemente cerca de él.