Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 122. Encargarnos de otras cosas

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 122.
Encargarnos de otras cosas

A pesar de que Matilda y Cole tenían muchas preguntas que querían hacerle a su mentora, lo cierto era que la persona que había estado en coma hasta hace unos días, era Eleven y no ellos. Así que, siendo justos, la que en realidad tenía más preguntas sobre lo que había ocurrido durante todo ese tiempo, era ella. Al menos en lo que respectaba a los detalles más finos del asunto, pues al menos de manera general parecía ya haberse enterado bastante bien.

Así que turnándose un poco la palabra, ambos comenzaron a explicarle a la recién llegada qué habían hecho desde aquella noche Eola. Mucha de la conversación inicial la llevó principalmente Cole, quién detalló lo mejor posible su investigación y su encuentro con el padre Babatos y el padre Alfaro, y cómo dio con la identidad de Damien Thorn. Algunos de esos detalles la propia Matilda los conocía, pero otros no.

Matilda igualmente hizo lo propio, explicando aquella llamada que había recibido de un tal Sr. Sinclair, que fue quien le informó del paradero de Samara a cambio del apoyo de uno de los rastreadores. Le sorprendió (aunque en realidad no tanto) que Eleven ya supiera de eso, pues Mónica le había informado los detalles.

Los sucesos de hace dos días fueron más… complicados de explicar, pero igual lo hicieron lo mejor posible. Eleven los escuchó atentamente a cada momento, con rostro imperturbable. Su hija, sin embargo, sentada a su lado, parecía bastante más afectada por todo lo que escuchaba. Ni en todo el tiempo que ella había estado trabajando y ayudando en la Fundación siendo joven, había pasado por tantas como ellos dos en un par de días.

Sin embargo, sí hubo dos cosas de lo que Matilda y Cole le contaron que claramente llegaron a perturbar profundamente a la cabeza de la Fundación Eleven: la presencia de Charlene McGee, no sólo en Los Ángeles sino muy seguramente en el pent-house aquella noche… y el destino de Kali Prasad en esa abandonada bodega en la cual ellos estuvieron muy cerca de correr con la misma suerte.

Sobre todo eso último había tomado a Eleven totalmente desprevenida, y tuvo que tomarse un momento para digerirlo lo mejor posible. Su hija propuso que tomaran un descanso, pero El insistió en qué estaba bien, y tras unos instantes instó a que prosiguieran. Aunque ya no había mucho más que contar después de eso, salvo su huida de aquella bodega, la llegada a la clínica ayudados por los hombres del padre Babatos, y lo que Samara había hecho a la pierna de Cole. Lo siguiente más importante luego de eso, era justo ese momento que estaban viviendo.

—Pasaron por muchas dificultades en mi ausencia —musitó Eleven una vez que las explicaciones de Matilda y Cole habían terminado. En medio de todo la Srta. Honey les había traído un poco de té, y lo fueron bebiendo sorbo a sorbo mientras charlaban. En ese momento la taza de El ya estaba vacía, así que se estiró para colocarla de regreso en la mesita de centro—. Lamento mucho que haya tenido que ser así. Pero, por otro lado, me alegra ver que tras todo esto ambos lograron solucionar sus diferencias.

—¿Diferencias? —musitó Matilda un poco confundida, aunque casi de inmediato se le vino a la mente cómo había sido los primeros encuentros entre Cole y ella, y que muy seguramente eso había sido lo último con lo que Eleven se había quedado antes del incidente—. Ah, eso… sí —pronunció despacio—. Bueno, digamos que mucho de lo sucedido me ha ayudado a… abrir un poco más mi mente a otras posibilidades. Y en especial a darme cuenta de que efectivamente estaba siendo bastante obstinada y orgullosa. —Se viró en ese momento directo hacia Cole sentado a su lado. El detective pareció un poco sorprendido en cuanto los profundos ojos azules de la psiquiatra se posaron fijos en él—. Y me disculpo sinceramente por eso… No sé si ya lo había hecho, pero lo hago de todas formas.

—No tienes nada de qué disculparte —le respondió Cole con una media sonrisa—. No sé si ya lo había dicho, pero lo hago de todas formas.

Matilda soltó una pequeña risilla divertida como respuesta a su comentario, aunque de inmediato intentó contenerse al darse cuenta de ello. Se sintió un poco avergonzada por aquella tan “poco profesional” reacción de su parte. Eleven desde su asiento observó a ambos con una amplia sonrisa astuta. Definitivamente habían pasado más cosas de las que decían.

—Bueno, todo lo que me dicen me da una imagen más completa de lo ocurrido —señaló Eleven. Sus dedos jugaban inquietos con su bastón.

Aquel accesorio de apoyo les había llamado la atención a Matilda y Cole por igual, pues nunca habían visto que ella tuviera que usar uno antes. Sin embargo, no estaban seguros si debían, o podían, preguntar al respecto de forma directa.

—Pero ahora me toca a mí explicarles un pedazo de este asunto que creo que ninguno conoce aún —declaró Eleven con abrumadora seriedad, destanteando un poco a sus dos oyentes.

Sin muchos rodeos, comenzó a hablarles del DIC, de quién era su amigo Lucas Sinclair, y de la complica relación que ambos tenían con Charlie McGee. Pero el DIC y a lo que se dedicaban fue el tema más importante, y el que más captó la atención de sus dos protegidos. Cole ya había oído al respecto antes, más que nada por rumores. Matilda, por su lado, aunque había sido informado de los experimentos que se habían hecho en los 70’s y 80’s de boca de la propia Eleven, desconocía que dicha organización seguía funcionando. Y no sólo eso, sino que además la Fundación solía trabajar seguido con ellos; y que incluso ella lo había hecho aquella noche sin querer, al ayudar a ese hombre, Lucas Sinclair, con su asunto.




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