Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 127.
Primera Cita
Matilda y Cole habían pactado verse a las ocho, pero la psiquiatra había comenzado a arreglarse desde dos horas antes, empezando por darse una larga ducha. Había aprovechado gran parte de la tarde para descansar, que bien le hacía falta, y por unos momentos la cita (aún no se hacía la idea de llamarla así) prácticamente se le había borrado de la memoria. Sin embargo, eso no duró mucho, y en cuanto lo consideró prudente se puso manos a la obra. No era la clase de persona que le gustaba estar mucho tiempo sin hacer nada, en especial cuando tenía algo que hacer próximamente.
Una vez que salió de la ducha, se dirigió envuelta en su bata de baño hacia su habitación, en donde en compañía de la mirada curiosa de Samara comenzó rápidamente a secarse el cabello, mientras intentaba elegir qué atuendo se pondría. Había tenido toda la tarde para hacerlo, pero no lo consideró algo tan relevante hasta ese momento.
Mientras con una mano pasaba distraídamente el secador por su cabello, y con la otra esculcaba entre las prendas colgadas en el armario, Samara la observaba desde la cama, recostada sobre su vientre, y su barbilla apoyada contra sus brazos cruzados. Matilda se había acostumbrado bastante rápido a la presencia de la niña, casi como si siempre hubieran estado juntas en esa casa, o compartiendo esa habitación; como dos viejas amigas, o como dos hermanas que se conocían de toda la vida.
Samara se mostró especialmente interesada en el momento en el que Matilda le informó que saldría con Cole esa noche.
—¿Puedo ir también? —fue lo primero que preguntó al instante, causando un par de miradas inquisitivas entre la psiquiatra y la Srta. Honey.
Luego de que Matilda le explicara, con la mayor delicadeza, que era una salida sólo para ellos dos, y que Jennifer añadiera que esa noche la pasarían juntas viendo algunas películas, Samara arrugó un poco entrecejo, pensativa, y entonces preguntó:
—¿Es una cita?
—Algo así… —pronunció Matilda, sonriendo nerviosa. Samara sólo asintió, al parecer comprensiva de lo que esto implicaba, pero aparentemente también más interesada en el asunto que antes.
Durante un rato en la tarde, la niña le estuvo preguntando qué harían, a dónde irían, si acaso Cole era su novio, o si quería que lo fuera. Matilda intentó responder a todas esas preguntas lo más abierta posible, siendo sin embargo un tanto ambigua con las que le resultaban un poco más escabrosas.
Samara hizo incluso la audaz observación de que, cuando recién conoció a Cole, le había dado la impresión de que Matilda y él no se llevaban bien. Esto sorprendió un poco a la Dra. Honey. No porque la afirmación no fuera cierta, que de hecho sí lo era, y eso ella lo sabía muy bien, sino porque no estaba segura de cómo se había dado cuenta, pues siempre había procurado tener una actitud profesional y amable con el detective estando en su presencia. Aunque claro, casi de inmediato se reprendió a sí misma al darse cuenta de que muy probablemente había sido algo que captó flotando en la superficie de sus pensamientos, más que en sus actos.
—Sí, es verdad —le había respondido Matilda con total seguridad—. A veces cuando recién conoces a alguien, puedes llegar a sentir una resistencia casi inconsciente a siquiera querer convivir con esa persona, incluso cuando en realidad no conoces nada de ella aún. Y a veces, si te tomas el tiempo para conocerla mejor… confirmas que de hecho tus primeras impresiones estaban bastante justificadas —rio divertida, y Samara le acompañó, aunque con más moderación—. Pero otras, te das cuenta de que esa obstinación inicial era más por algo que vivía en ti, que algo de la otra persona. ¿Entiendes a lo que me refiero?
—Eso creo —masculló Samara, aunque no sonando tan convencida en realidad.
—Supongo que lo que trato de decir, en pocas palabras, es que… me equivoqué en la forma en la que juzgué a Cole al inicio. Pensé que era un engreído que creía en cosas que podrían ser dañinas; para ti, y para todos. Pero la verdad es que no es nada de eso. Es de hecho una persona bastante… agradable.
—¿Entonces ahora te gusta? —insistió Samara, ya siendo para ese momento quizás la tercera vez que le preguntaba, y de seguro dándose cuenta de que Matilda no le había dado hasta ese momento una respuesta directa.
Matilda rio entre nerviosa y divertida. Y un poco más resignada para ese punto, le respondió de la mejor forma que le era posible:
—La verdad, no lo sé. Pero tener esta primera cita es un buen paso para intentar descubrirlo.
Unos minutos después de terminada esa conversación, se ruborizaría un poco ante la idea de que haberla llamado “primera cita” implicaba la posibilidad de que podría haber más. Y… ¿no era ese caso?
Incluso horas más tarde, ya en su habitación eligiendo su atuendo, seguía sintiendo las mariposas revoloteando en su estómago ante todas esas posibilidades.
«Por favor, Matilda, te comportas como un adolescentes inexperta» se decía a sí misma a modo de regaño.
—¿Qué te parece éste? —preguntó virándose hacia Samara, justo después de sacar del armario un atuendo de blusa blanca de mangas cortas y holgadas con un discreto estampado negro, acompañado de una falda larga negra de tela delgada y ligera, y sosteniendo ambos contra su cuerpo aún envuelto en la bata de baño.