Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 129. Una chica tan bonita como yo

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 129.
Una chica tan bonita como yo

La mente de Mabel se sentía difusa y pesada, pero la obligó con esfuerzo a reaccionar. Debía de alguna forma hacer el intento de entender qué había ocurrido, en dónde estaba, y qué significaba toda esa escena tan extraña que se dibujaba ante ella.

¿Qué era lo último que recordaba? Era difícil indagar en ello, como escarbar en arena húmeda y pesada sólo con las manos. Pero le parecía recordar el rostro de aquella mujer con apariencia de niña, apuntándole con su arma directo a la cara. Y el dolor; sí que sentía mucho dolor de todos los disparos que le habían dado esa noche. Y luego hubo… ¿voces?, acercándose hasta donde estaban. Y justo después ella cayó hacia atrás.

¿Y luego?

Agua, por supuesto. Ya estaba mojada de antes debido a la lluvia, pero aquel había sido un tremendo chapuzón hacia la corriente, que la llevó arrastrando como una simple bolsa de basura.

¿Y luego?

Nada… Oscuridad, si acaso.

Y luego ese momento preciso, en el que se encontraba recostada en lo que parecía ser una camilla de hospital, con el cadáver de un paleto con la garganta abierta sobre su cuerpo, y su cara y cuerpo empapados en su sangre. Y a su lado, sentada en una silla de ruedas y mirándola con una sonrisa ladina y astuta, estaba…

—Tú —masculló Mabel con voz carrasposa—. Eres la asistente de Thorn…

Verónica rio con fuerza, agitando un poco delante de ella la mano con el bisturí, aún manchado con la sangre de Miguel.

—Es la segunda vez que me reconocen así este día. Es gracioso: toda mi existencia entera reducida únicamente a que soy la “Asistente de Damien Thorn”. Y lo peor el caso es que en realidad no lo…

De pronto, y mientras Verónica estaba a mitad de su frase, Mabel se movió a una gran velocidad, como un felino al ataque. Empujó primero el cuerpo inerte de Miguel hacia un lado, tan fácil como se quitaría las sábanas de encima. Luego, se estiró hacia Verónica con un movimiento tan violento que terminó arrancándose el suelo, tomándola firmemente de su muñeca y torciéndosela con brusquedad para que soltara el bisturí lo suficiente para que pudiera arrebatárselo de los dedos. Y sin soltarla de la muñeca, empuñó firmemente el arma con la otra mano, y lo aproximó al cuello de la chica rubia, pegando la punta contra su piel lo suficiente para una pequeña gota rojiza se deslizara por su filo. Verónica, sin embargo, ni siquiera pestañeó. Se quedó calmada en su sitio, sonriendo con una extraña tranquilidad que destanteó a Mabel.

—Veo que ya te sientes mucho mejor —indicó Verónica con una voz que resultaba incluso “alegre”—. Menos mal…

Bajó entonces un poco la mirada, lo más que el bisturí contra su cuello se lo permitía, para ver el cuerpo de Miguel tirado en el piso a un lado de la camilla tras el empujón que Mabel le había dado.

—Pude sentir que este chico tenía un poco más de ese vapor que tanto les gusta a los de tu clase, pero temía que no fuera suficiente para que te despertaras. Al parecer ambas corrimos con suerte, ¡yeih!

Acompañó su exclamación de júbilo con un pequeño movimiento de celebración de sus manos hacia arriba, aunque no el suficiente par que Mabel pensara que intentaría quitarle el arma de encima y se pusiera nerviosa. Lo que menos quería era precisamente poner nerviosa a la loca con el cuchillo en su cuello.

Mabel, sin embargo, estaba más abstraída en darle una forma clara a las palabras que aquella chica acababa de pronunciar. Sabía del vapor, sabía que éste los podía curar, y que lo obtenían de los paletos… Resultaba extraño que una paleta supiera tanto de ellos pero, siendo franca, eso podía no significar nada; quizás Thorn le había contado al respecto en algún momento. Sin embargo, la Doncella no sentía que fuera el caso, y en especial le provoca incertidumbre esa forma en la que había dicho “los de tu tipo”. Había algo detrás de eso; un conocimiento y consciencia de lo que hablaba, no sólo algo que le habían contado de segunda mano.

—¿Cómo…? —susurró Mabel, pero no alcanzó a terminar su pregunta.

—¿Cómo sé todo eso? —murmuró Verónica, encogiéndose después de hombros—. Es una larga historia…

Aquella respuesta al parecer no le agradó en lo absoluto, pues al momento Mabel la tomó con mayor firmeza de su muñeca y la jaló, obligándola a pararse de su silla. El tirón provocó un dolor punzante en la herida de su vientre, pero Verónica se forzó para no reflejar dicho dolor en su rostro. El bisturí seguía contra su cuello, en el punto justo para rebanarle de un tajo su yugular.

—Tranquila, tranquila… —susurró Verónica muy despacio, alzando sus manos lentamente, como si intentara calmara a un animal salvaje—. No tienes por qué estar tan nerviosa. Damien no me mandó por ti. De hecho, él no se encuentra disponible en este momento para mandar a nadie a hacer nada. Así que ni siquiera sabe que estás aquí, o que siquiera sigues con vida. Pero esa es una ventaja que no te durará mucho, así que debes ser inteligente.

Mabel vaciló. Miraba a Verónica, la sangre que empapaba sus ropas, y al cuerpo del paramédico Miguel consecutivamente. Aún intentaba hacerse una imagen completa en su cabeza de qué rayos había pasado con exactitud. ¿Había esa chica encontrado a alguien con al menos un poco de vapor para así curarla? ¿Lo había llevado hasta ahí y cortado el cuello para eso? Si eso era lo que había pasado, ¿por qué lo había hecho? Ciertamente para entregarla a Thorn hubiera sido mucho más sencillo hacerlo mientras se encontraba indispuesta.




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