Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 132.
Una verdad más simple
Era apenas un poco más de medianoche cuando Sadie y su amiga Lacey salieron del bar y se encaminaron juntas hacia el departamento que compartían a unas cuatro cuadras del lugar. Sadie había optado por comportarse más moderada esa noche, pero Lacey había escogido el camino totalmente contrario. La joven universitaria de rizos dorados había bebido, cantado y bailado hasta desfallecer, y un poco más. Y quizás para esos momentos seguiría aún haciendo eso, sino fuera por la insistencia de su compañera en que se retiraran de una vez. Al final, y un poco a regañadientes, Lacey tuvo que aceptar.
Mientras caminaban por la calle, y pese a ya no tener música de fondo, Lacey se las arreglaba para continuar la fiesta, riendo y dando brincos y giros en la acera.
—¿Segura que no te pusieron nada en la bebida? —preguntó Sadie entre risas, viendo de reojo como su amiga daba vueltas a su lado como bailarina.
—Debimos habernos quedado un poco más —respondió Lacey con voz risueña. Terminando su giro, tuvo que agarrarse firmemente de Sadie para evitar caer.
—Estás bromeando, ¿cierto? No te vas a poder levantar mañana. ¿No tienes examen o algo?
—No sé —contestó Lacey despreocupada, encogiéndose de hombros—. ¿Qué más da?, ya casi es Acción de Gracias. Nadie quiere trabajar esta semana, ni los profesores.
—Díselo a mi sinodal —señaló Sadie con tono de queja.
Ambas siguieron caminando, y para ese tramo Lacey parecía ya un poco más tranquila. Quizás la euforia del alcohol ya estaba transformándose en aletargamiento.
Cuando pasaron la segunda cuadra, prácticamente ya a la mitad de su trayecto, Sadie comenzó a ponerse un poco nerviosa al percibir la calle particularmente silenciosa y sola. Había algunos autos estacionados a un lado de la acera, las luces mercuriales alumbraban tenuemente, y algunas luces parpadeantes se escapaban desde las ventanas de algunos de los edificios circundantes. Pero, fuera de ello, todo se percibía vacío; ni un alma viva en la redonda además de ellas dos.
—Quizás debimos haber tomado un taxi —comentó Sadie, cerrándose su chaqueta y cruzando sus brazos en torno al torso como si tuviera frío, aunque en realidad ese movimiento obedecía más a una sensación distinta.
Lacey bufó con burla a su lado.
—Si estamos en corto y ya casi llegamos, miedosa —indicó extendiendo una mano al frente, en dirección a donde ya casi era visible su edificio—. Además, este barrio es muy seguro, ¿recuerdas?
—Sí, claro —sonrió Sadie intentando parecer despreocupada, pero sin poder quitarse de encima los nervios que la habían invadido.
Cuando ya se encontraban a sólo dos edificios del suyo, justo cuando pasaron frente a la entrada de un angosto callejón, un sonido diferente al de sus voces y sus pasos rompió aquel recóndito silencio; un sonido proveniente justo del callejón.
Un quejido agudo y lastimero:
¡Agh! ¡Aaaagh!
Las dos chicas se detuvieron en seco, y se miraron una a la otra, cuestionándose en silencio si acaso también lo habían escuchado.
¡Aaaagh!
Volvió a sonar una segunda vez, más estridente que la anterior. Si les había quedado alguna duda, eso les dejó claro que no se lo habían imaginado.
Lacey regresó sobre sus pasos, parándose en la entrada del callejón para echar un vistazo a éste.
—¿Hay alguien ahí? —exclamó.
—Lacey —murmuró Sadie entre dientes, claramente más nerviosa de lo que estaba.
—Sólo quiero ver si ocupa ayuda.
—Quizás es sólo un gato…
—Por favor, ayúdenme —pronunció una voz desde el interior del callejón, lastimera y adolorida; eso definitivamente no era un gato. Claramente había sido la voz de una persona, muy posiblemente una mujer.
De entre las sombras del callejón, detrás del contenedor de basura en el centro de éste, lograron captar un movimiento por el suelo; como un animal arrastrándose y gimiendo.
Lacey ingresó con paso cauteloso y Sadie, a pesar de su reticencia, la siguió de cerca.
Conforme se acercaron, aquel bulto detrás del contenedor fue adoptando cada vez más la forma de una persona. Sin embargo, estaba bastante oscuro para verla con claridad.
—Oye, amiga, ¿estás bien? —pronunció Lacey despacio, estando ya de pie frente al contenedor. Rebuscó en su bolso para extraer su teléfono y alumbrar un poco con la luz de su pantalla. En cuanto la luz tocó a aquella persona, sin embargo, un súbito terror subió por la garganta de ambas chicas, dejándolas totalmente mudas.
Era una mujer como habían pensado. Sin embargo, su cara y sus ropas se encontraban empapadas enteramente de sangre, alguna incluso ya seca pegada contra su piel. Y la tela de lo que traía puesto, algún tipo de bata como las de hospital, se había impregnado casi por completo de un tono marrón oscuro. Tenía los ojos cerrados y su cabeza apoyada hacia un lado. Parecía además respirar con agitación.