Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 133. Yo no necesito nada

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 133.
Yo no necesito nada

Mabel no despertó de nuevo hasta que unos agudos alaridos, reemplazados por momentos por una estridente risa, la hicieron salir abruptamente del sueño y estremecerse. Al abrir los ojos, estos fueron golpeados por la brillante luz de la mañana, lastimándoselos un poco. Lo siguiente que sus sentidos percibieron fue un dolor de espalda, provocado muy seguramente por la incómoda posición que había tomado para dormir en la circunferencia de la alcantarilla.

—No puede ser —murmuró incrédula para sí misma, mientras intentaba enfocar su mirada lo suficiente para apreciar el cielo azul sobre ella. Había dormido toda la noche; ¿cómo podía haber sido tan estúpida? Ahora tendría que moverse bajo la luz del día, el doble de expuesta de lo que ya se encontraba.

—¿Y tú qué haces ahí, muñeca? —captó de pronto la voz gangosa de alguien que le hablaba; la misma voz que al parecer la había despertado.

Al bajar la mirada del cielo, Mabel miró directamente un rostro cubierto casi por completo por una sucia y desaliñada barba oscura, y unos ojos pequeños que la miraban fijamente. Era un hombre, vistiendo ropa vieja muy sucia y desgastada, además de un gorro tejido y una chaqueta. Con las manos empujaba un carrito de supermercado, en esos momentos totalmente lleno de bolsas, latas y algunas cajas.

—¿Escapaste de casa, mi cielo? —le cuestionó aquel hombre, claramente un vagabundo, y uno muy audaz además—. Esa en donde estás es mi cueva privada. Pero si quieres la compartimos.

El canturreo que había acompañado a esas últimas palabras claramente tenía detrás una intención que no se esforzaba mucho por ocultar.

Mabel resopló y salió de la alcantarilla con un salto, para luego comenzar a alejarse de aquel sitio sin mirar ni contestarle nada a aquel extraño.

—¿A dónde vas, mi amor? —le gritó el vagabundo a sus espaldas con tono pícaro—. Si apenas iba a comenzar lo divertido.

Completó su comentario con otra estridente y socarrona risa.

Era peligroso dejar a alguien que la hubiera visto con vida, pero más peligroso aún intentar deshacerse de él a plena luz del día, y en especial utilizar las reservas de energía que le quedaban en ello. No sabía lo que le esperaba, y lo mejor era dejar el rastro de cadáveres lo menor posible, aunque a esas alturas quizás ya era un poco tarde para dicha consideración.

Mientras intentaba decidir su próximo movimiento y avanzaba hacia la escalera de servicio que la sacaría del canal y la devolvería a la calle, de nuevo una voz se hizo presente a sus espaldas, pero en esta ocasión no era la de aquel pordiosero.

—Dormir en las alcantarillas —masculló con tono burlón—. Cuando pensé que no podías caer más bajo, Doncella.

Mabel se detuvo en seco y se giró rápidamente hacia atrás. A sólo unos cuantos pasos de ella, a mitad del canal como si fuera cualquier cosa, la imagen de Rose la Chistera se hacía presente, mirándola con sus profundos ojos asomándose de debajo de la pronunciada sombra que dibujaba el ala de su sombrero.

—Lo que me faltaba —exclamó Mabel con marcada molestia—. Creía que el golpe en la cabeza me había librado al fin de ti.

Antes de que la aparición de Rose, alucinación o lo que fuera, abriera la boca, Mabel intentó ignorarla y seguir su camino hacia la escalera. La escuchó pronunciar algo, pero no le prestó la menor atención. En su lugar, trepó apresurada por la escalera, subió con cuidado por la loma y atravesó el mismo agujero de malla por el que se había colado. Sin embargo, al estar al otro lado del agujero y enderezarse, Rose ya estaba ahí de pie delante de ella, algo que en realidad no le resultó tan sorprendente.

—No has entendido ni un poco lo que está ocurriendo —le recriminó Rose con severidad.

—Lo único que entiendo es que James está muerto, y tú eres un producto de mi imaginación —le respondió con firmeza, al tiempo que le sacaba la vuelta y comenzaba a andar con paso veloz por la acera, sin ningún rumbo fijo en realidad—. Estoy sola, es probable que toda la jodida policía de esta ciudad me esté buscando, y no tengo ni idea de dónde está el mocoso paleto, Abra o cualquiera de las otras chiquillas, ni las fuerzas suficientes para intentar rastrear a alguno en mi estado actual. Y aunque no fuera el caso, no ganaría nada con ello. Lo único que puedo hacer es largarme de aquí lo antes posible, y huir lo más lejos que pueda de todo esto. Así que si no tienes una buena idea de cómo podría salir de la ciudad a salvo, mejor cállate. O mejor aún, desaparece.

—No puedes irte aún, tonta —dijo la voz de Rose de pronto, justo a su lado, como si se hubiera materializado en un instante en esa posición (y muy probablemente así fue).

—Sólo mírame —le respondió Mabel con voz astuta.

—Necesitas volver a la casa rodante.

—¿Estás loca? ¿Qué digo?, si la loca soy yo.

—El termo, niña tonta —espetó Rose, casi con violencia—. El termo con el vapor, el que la Sombra te llevó. Aún sigue ahí.

—Sí, ya había pensado en eso, gracias. Pero para llegar al parque de remolques tendría que cruzar hasta el otro lado de la ciudad y un poco más. Es muy arriesgado. Y, además, a lo mucho le quedaba la mitad del vapor o un poco más. No vale el riesgo.




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