Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 136. Miedo Irracional

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 136.
Miedo Irracional

Un día como cualquier otro, Emily llevó a Lily a Westmoreland Park para que pasaran la tarde juntas. Era sábado, no había escuela y Emily tampoco debía trabajar, así que era el momento perfecto de una salida divertida y tranquila para que ambas se conocieran un poco mejor.

Era apenas la segunda semana que la pequeña de diez años llevaba viviendo en casa de la trabajadora social, así que se podría decir que eran los momentos en donde todo estaba bien entre ambas; sin enemistad, sin gritos, sin miedo, sin deseos homicidas la una por la otra… Y normalmente eso resultaría aburrido para la niña Sullivan. Sin embargo, lo cierto era que estaba tomándole cierto gusto a esa vida cotidiana y pacífica, con puertas sin seguros, sin intentos de drogarla y cocinarla en el horno, ni el constante aire deprimente que siempre cargaban sus padres consigo, y que llegado un punto resultaba asfixiante.

Con Emily los días eran comidas deliciosas, dulces, salidas, tés calientes antes de dormir, incluso una que otra canción o cuento. Una cama cómoda, una pantalla plana, televisión por cable e internet. Era ciertamente una mejora considerable a su situación anterior.

Lily sabía que eso no duraría por siempre. Y no sólo por el hecho de que su estadía con Emily era algo temporal y tarde o tempano tendría que irse con otra familia adoptiva, sino porque ella sabía bien que terminaría por aburrirse de todo eso, y tendría que dejar a un lado aquella casa, sus comodidades y, por supuesto, a Emily. Pero antes de que eso pasara, se las arreglaría para disfrutarlo, y quizás divertirse un poco a expensas de su trabajadora social personal. Aunque claro, eso último dependía de qué tan bien ésta se portara con ella.

Como le había dicho a sus padres, mientras hicieran lo que ella les dijera, y se comportaran como ella quisiera, podrían tener una vida tranquila y armoniosa. Sólo quizás una pequeña pesadilla ocasional cada vez que alguno metía la pata, para recordarles quién era la que mandaba. Y por un tiempo eso funcionó, hasta que fue más que evidente que sus padres no estaban dispuestos a vivir más tiempo de esa forma, y… bueno, pasó lo que pasó.

Si de ella hubiera dependido, ambos estarían en ese momento bien muertos, o algo peor. Y claro, esa opción aún estaba sobre la mesa para cuando quisiera tomarla. Pero de momento, una temporada estando encerrados meditando en lo que habían hecho para terminar así les haría bien. Siempre podía mandarles unas cuántas pesadillas desde dónde estaba para recordarles que seguía ahí, y que esas paredes y guardias no podían protegerlos de ella.

Como fuera, pensar en sus padres no se encontraba en sus prioridades de esa tarde. Y tras caminar un rato por aquel parque y jugar en las áreas de juegos, Emily la llevó hacia el estanque de los patos. Y aquel no era un simple nombre, pues en efecto había decenas de patos, nadando o caminando por la orilla de aquel pequeño cuerpo de agua. Lily no creía haber visto antes a tantos en un sólo lugar.

Emily le preguntó si quería alimentarlos. Por dentro Lily no estaba muy segura de qué opinar de tal propuesta; ¿se suponía que eso era algo divertido que los niños de su edad hacían? No obstante, por fuera se permitió esbozar una amplia sonrisa de emoción y pronunciar en alto:

—¡Sí!

Emily compró un vaso entero de comida para aves que vendían ahí mismo y se lo entregó. Y mientras buscaba dónde poder comprar un par de botellas de agua, dejó a Lily en el estanque para que se entretuviera con los patos. La niña se quedó de pie con el vaso con comida en una mano, mientras contemplaba a los ansiosos animales, agitándose delante de ella y soltando sus molestos graznidos (¿así se decía?) al aire. Parecían bastante conscientes de lo que la niña tenía en su mano.

—¿En serio quieren esto? —preguntó Lily con mordacidad. Tomó entonces un poco entre sus dedos y lo arrojó lejos de ella. Algunos de los patos corrieron ansiosos hacia la comida, recolectándola de inmediato del suelo con sus picos.

«Qué divertido» pensó, el sarcasmo tan denso que casi escurría por su cara.

Arrojó más pizcas de comida de un lado a otro, contemplando como los patos saltaban intentando alcanzarla antes que los otros.

«Qué animales tan simples y aburridos» pensó Lily. «Sólo viven para comer, y poco más»

No resultaban ser mucho mejores que algunas personas con las que ella se había cruzado en su corta vida, pero igual le parecían bastante sosos.

Comenzó a preguntarse a qué le temerían seres tan inferiores como esos. ¿Comprenderían siquiera lo que era el miedo en realidad? Por su experiencia en ese terreno, el miedo iba la mayor parte del tiempo ligado al deseo. Dudaba que los animales desearan. Las personas sí que deseaban cosas, y perderlas les asustaba. Su dinero, su reputación, su salud, su familia, su pareja, su seguridad, su vida…

«Su vida» pensó Lily, llegando a su mente como una revelación.

Vertió algo de comida sobre su palma y se colocó de cuclillas. Los patos se acercaron presurosos hacia ella para tomar la comida de su mano.

—¿Le temen ustedes acaso a la muerte? —cuestionó de pronto en voz baja mientras los patos comían de su mano—. Vamos a averiguarlo…




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