Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 140. Algo viejo y destructivo

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 140.
Algo viejo y destructivo

Esther en verdad dudaba de que Eli le permitiera llevarla de nuevo a la otra habitación de forma tan cooperativa, mucho menos que dejaría que la amarrara de nuevo a la llave de la tina. Para su sorpresa, la niña vampiro resultó bastante obediente en el viaje de regreso. De nuevo la cubrió con el mismo cobertor y caminaron con cuidado por el pasillo. Esther estaba tan absorta en sus pensamientos, que se le olvidó por completo la idea de quitarle el cobertor de encima para que se hiciera cenizas de una buena vez. Y aunque lo hubiera recordado, para ese punto ya se le habían quitado significativamente las ganas de hacerlo.

Esa niña, criatura o lo que fuera, resultaba realmente enigmática. Había pasado de querer hacerla pedazos la noche anterior, a ser sumamente sumisa. Incluso, una vez que estuvieron en el baño del cuarto 304, Eli se metió por sí sola al interior de la tina y se recostó en ésta. Luego además extendió sus manos en dirección a la llave, esperando paciente a que Esther hiciera lo que tuviera que hacer. Por supuesto, para Esther era difícil no pensar que estaba sopesando aún algún tipo de plan para apuñarla por la espalda en cuanto se diera la vuelta, así que no bajaba la guardia ni un instante.

—¿Qué harás ahora? —le preguntó Eli en tono casual mientras Esther le ataba de nuevo las muñecas.

—¿Acaso te importa? —le respondió Esther toscamente, aunque luego de tan sólo unos cuantos segundos igual le dio una respuesta—. Me largaré de aquí, por supuesto.

—¿Y tu amiga?

—Tendré que dejarla atrás —añadió Esther sin menor titubeo—. No hay mucho que pueda hacer por ella, ¿o sí? Supongo que le dejaré una nota. Y si despierta y decide seguirme, convertida en vampiro o no, ya será su decisión.

—¿Y qué harás conmigo? —cuestionó Eli a continuación con seriedad.

Esther detuvo su nudo a medio hacer y la miró de reojo. No había temor en su expresión al preguntar aquello, ni siquiera curiosidad. Parecía en realidad bastante indiferente a lo que Esther pudiera responderle.

—¿Qué crees tú que debería hacer contigo? —le contestó con tono retador.

Eli desvió sus ojos ligeramente hacia un lado.

—No lo sé —susurró con voz apacible—. Pero debes saber que si me dejas con vida, en cuanto el sol se meta me liberaré de estas sogas, e iré a la habitación a lado para matar a tu amiga. Se haya convertido o no.

Aquello tomó a Esther ligeramente desprevenida. No había captado el menor temblor o duda en su voz al pronunciar aquello. De hecho, lo había hecho con una soltura y naturalidad dignas de simplemente haber comentado como se encontraba el clima afuera.

Una pequeña risilla divertida se escapó abruptamente de los labios de Esther.

—Al menos nadie te puede acusar de no ser honesta —señaló al tiempo que continuaba con el nudo—. Dejaré que eso lo arreglen entre ustedes; de pequeña diablo a pequeña chupasangre. Pero lo que me interesaría saber es, si luego de hacer eso, piensas perseguirme a mí.

Eli se giró lentamente a mirarla de nuevo. Ligera incertidumbre adornaba su mirada.

—Para vengarte, me refiero —aclaró Esther con una sonrisilla burlona—. Por lo de… Oskar, ¿cierto?

Eli no respondió. Se quedó quieta, observándola fijamente sin siquiera parpadear, pero ninguna palabra surgió de ella. Quizás en el fondo tampoco estuviera del todo segura de qué haría con exactitud al respecto.

Terminado de sujetar firmemente las muñecas de Eli en su sitio, Esther se apartó de la tina y se sentó sobre la tapa cerrada de la taza del baño. Rebuscó en uno de los bolsillos de su chaqueta, extrayendo de éste la cajetilla que la había estado acompañando en todo el día. Ya no quedaban muchos cigarrillos, pero se permitió tomar uno en ese momento y colocarlo entre sus labios.

—¿Gustas? —le preguntó a su acompañante en la tina, extendiéndole la cajetilla. Ésta negó lentamente con la cabeza.

Esther entonces guardó de regreso la cajetilla y sacó en su lugar el encendedor, prendiendo la punta del cigarrillo. Aspiró, sostuvo, y luego soltó una densa nube de humo sobre su cabeza. Tras unos instantes de relajante silencio, preguntó:

—¿Puedo preguntarte por qué quieres matar tan decididamente a la Bella Durmiente de al lado? Ahora que tu apuesto amigo está muerto, una pensaría que te vendría bien la compañía de alguien. En especial si es… pues, como tú.

—No sabes nada —contestó Eli con algo de rudeza en su voz. Al parecer el comentario la había molestado de alguna forma, y no fue capaz de ocultarlo como todo lo demás.

—Pues ilústrame —insistió Esther, agitando un poco la mano con la que sujetaba su cigarrillo. Eli la observó en silencio—. ¿O qué? ¿Tienes algo mejor que hacer esta tarde?

La niña en la tina permaneció en silencio unos segundos más, quizás pensando en si valía la pena responderle o no, o qué historia lamentable y triste podía contarle para que Esther se apiadara más de ella. Cualquiera que fuera su razonamiento, al final se acomodó lo mejor que su postura actual le permitió (al menos ahora no tenía los tobillos atados) y habló al fin.




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