Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 152. Destrucción Fascinante

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 152.
Destrucción Fascinante

El grupo que escoltaba a Damien tuvo sus dificultades para abrirse paso entre los soldados aún leales al DIC, pero nada que no pudieran sortear con sólo unas aceptables bajas. Al final, habían logrado llevar al muchacho hasta el nivel superior, a la pista de aterrizaje en lo más elevado de la montaña.

Al salir del elevador y estar por primera vez en quién sabe cuánto tiempo en el exterior, a Damien le molestó un poco la luz del sol en los ojos. Utilizó su mano como visera para protegerse un poco, y poder mirar mejor hacia el hermoso cielo azul sobre su cabeza. Hacía un bonito día, en realidad; el clima estaba perfecto, y el aire olía fresco. No podía decir lo mismo de aquella pista, que estaba adornada en esos momentos con los cuerpos de varios soldados caídos. Damien apenas y los miró, más con curiosidad que otra cosa, mientras lo guiaban hacia uno de los helicópteros negros que aguardaba con el motor encendido para partir de inmediato.

—Mi señor —pronunció con júbilo uno de los soldados que aguardaban a lado del helicóptero al verlo acercarse, agachando su mirada con sumisión. A Damien le resultó vagamente conocido; debía ser alguno de los compañeros de Kurt—. ¿Se encuentra bien? —exclamó con fuerza para que su voz se oyera por encima del motor.

—De maravilla —ironizó Damien con voz rasposa—. Supongo que ese es mi transporte —indicó volteando a ver al helicóptero.

—Sí, mi señor. Estamos listos para partir —indicó el mismo hombre con convicción. Sin embargo, pareció vacilar un momento, y miró pensativo alrededor, en busca de algo, o alguien—. ¿Y la Capt. Cullen?

—Se quedó atrás —le informó una de las escoltas de Damien—. Se está encargando personalmente del Dir. Sinclair.

El hombre asintió, dubitativo.

—Teníamos instrucciones de sacarla de aquí también junto con él…

—Pues tus instrucciones han cambiado —declaró Damien con firmeza, y avanzó sin más de forma despreocupada hacia el helicóptero—. Vámonos ya.

El hombre titubeó un momento, pero luego respondió con mayor entereza:

—Sí, mi señor.

— — — —

Mabel colocó uno de los delgados brazos de Annie alrededor de sus hombros, y comenzó prácticamente a arrástrala fuera de la sala de observaciones, pues ésta era incapaz de sostenerse con sus propios pies por mucho tiempo. Debido a su estado, su cuerpo casi no pesaba, pero cargarla ella sola aún resultaba una tarea complicada para la Doncella. La ayuda de su rehén hubiera sido buena, pero Russel cargaba la caja transportadora llena de todos los recipientes de químico que logró meter en ella. Ese paquete, y el hombre que lo cargaba, eran justo lo que le habían solicitado sacar de ese sitio, pero de ninguna forma dejaría a su hermana ahí, y menos con esos locos mercenarios disparándole a todo lo que se moviera.

A pesar de lo mucho que le horrorizaba el estado de la Mandiles, le llenaba de una gran emoción el encontrarla, como pensó que no sería capaz de sentir otra vez. Había llegado a pensar que en verdad era la última sobreviviente del Nudo Verdadero, pero ahora veía con dicha que no era así. Si lograba hacer que Annie se recuperara, y con los poderes de Rose que había conseguido, juntas podrían volver a empezar.

Aún podía darse el lujo de tener esperanzas.

—Vamos, Annie —masculló, percibiéndose el esfuerzo en sus palabras, mientras avanzaban por el angosto pasillo lleno de soldados muertos—. Un poco más, no te detengas. Ya casi estamos en el elevador.

La Mandiles no le respondió en lo absoluto, y en realidad no estaba claro si acaso seguía consciente. Sus ojos estaban abiertos apenas lo suficiente, y sus piernas no alcanzaban a apoyarse en el suelo con la suficiente firmeza. Era lo más parecido que Mabel hubiera visto a un cadáver ambulante.

Los tres ingresaron juntos al ascensor. Mientras subían, Mabel colocó con cuidado a Annie sentada en el suelo para descansar un momento, y ésta se quedó ahí bien quieta, con su barbilla cayendo contra su pecho, y sus cabellos negros cubriéndole el rostro.

—¿Ahora cómo planeas que salgamos de aquí? —le cuestionó Russel con angustia.

—No molestes —masculló Mabel con aspereza—. Te he mantenido vivo hasta ahora, ¿o no? Más de lo que te mereces, luego de lo que le hiciste a mi hermana.

Russel tragó saliva, nerviosa. Podría haber intentado defenderse de esa acusación, pero su seguridad prefirió mejor dejarlo pasar.

—¿Quién te envió? —susurró el científico en voz baja, no dejando del todo claro si le hablaba a ella en realidad—. Muy pocas personas, incluso dentro del DIC, saben de esto —indicó alzando un poco la caja.

Mabel lo miró de soslayo, pero de inmediato se giró de nuevo hacia Annie. No podía permitir que la incertidumbre se volviera tan evidente en su rostro.

—Creo que el día de hoy demuestra claramente que no puedes confiar en tu querida organización, ¿o sí? La persona que me envió incluso sabía que este ataque a traición ocurriría, y planeó que lo usara como tapadera para infiltrarme. Así que sería más seguro suponer que cada uno de tus preciados secretitos, ya no lo son más. ¿Cómo te hace sentir eso? Muy solo, de seguro. ¿No es cierto?




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