Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 158. Puede ser de utilidad

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 158.
Puede ser de utilidad

La cómoda estadía de Esther y Lily en el Motel Blackberg se había tenido que alargar un poco más de lo que a cualquiera de las dos le hubiera gustado. Aunque, considerando todo el panorama completo de las cosas, resultaba ser un refugio ideal, al menos temporalmente.

De manera oficial el motel había permanecido cerrado por remodelación desde aquella bonita noche en la que Oskar, Owen, o como sea que se llamase, huyó rompiendo la puerta principal de recepción; aunque esto ayudaba a darle credibilidad a su coartada de la remodelación. La realidad, sin embargo, era que ambas niñas prófugas se habían apoderado del sitio, y hacían uso de él como querían. Aunque claro, técnicamente no eran las únicas dos ahí.

La nueva habilidad que Lily había despertado, y que le permitía adoptar la forma de una mujer adulta a voluntad, tenía el potencial suficiente para serles muy útil a futuro. Una niña y una chica veinteañera, que bien pudiera ser su hermana mayor, su niñera, o incluso su tutora legal, llamarían muchísimo menos la atención que dos niñas viajando solas. Aunque claro, no sólo era la apariencia lo importante, sino también su actitud. Y es por esto último que Esther había pasado esos últimos días instruyendo a Lily sobre cómo comportarse; qué decir y qué hacer, y qué no.

Era un poco gracioso, si se detenían a pensarlo. Esther era una mujer adulta que había pasado gran parte de su vida intentando aprender cómo actuar como una niña, y ahora tenía que enseñarle a una niña cómo actuar como una mujer adulta.

Por suerte Lily contaba con una dosis bastante decente del cinismo y fastidio inherente en cualquier adulto, que hacía que su actitud fuera bastante convincente. Ya habían hecho algunas pruebas enviándola a hacer algunos recados, como obtener un poco de gasolina, comida, recibir paquetes y encargos, y nadie se detenía a cuestionarse si aquella chica era lo que parecía ser o no. Aunque claro, todo eso sólo confirmaba aún más la idea de Esther de que la gente en general era estúpida, y fácil de engañar si maquillabas las cosas sólo un poco.

Sin embargo, aunque las clases de comportamiento resultaron todo un éxito, había aún una lección que resultaba más retadora que las otras, y el motivo principal por el que seguían ahí tras ese tiempo: conducir.

Ya con la gasolina y las llaves de la camioneta del motel, huir de aquel sitio en su nuevo vehículo sería la decisión más obvia. Sin embargo, Esther deseaba aprovechar la oportunidad para obtener una nueva ventaja a su favor. Y es que si lograba que Lily, usando su nueva apariencia adulta, condujera la camioneta en su lugar, eso les ayudaría a llamar mucho menos la atención; en especial la de la policía.

Quizás había pecado un poco de inocente al pensar que sólo le tomaría un día enseñarle a una niña con apariencia de adulta a conducir una camioneta de gran tamaño. Pero ese era ya su tercer día, y no parecían tener de momento un gran avance.

Lily ya había aprendido bien a encender el motor con la llave, a presionar el freno y el acelerador, y que al mover el volante se movía el vehículo; lo básico y, quizás, suficiente. El problema de momento era que parecía ser incapaz de permitir que la camioneta avanzara más de medio metro, antes de instintivamente presionar el freno con toda la planta del pie y hacer que se detuviera de golpe.

Esa tarde del tercer día, cerca del atardecer, cualquiera que pasara por la carretera vería la camioneta roja moverse a paso cortado, frenando y avanzando a ritmo inconstante, por el estacionamiento frontal del motel. Lily se encontraba por supuesto al volante del vehículo, y Esther en el asiento del copiloto; ambas con el cinturón de seguridad bien puesto, necesario debido a los seguidos y repetitivos frenados de la conductora.

—¿Quieres dejar de frenar cada cinco segundos? —le reclamó Esther con coraje, girándose a verla, ya para ese entonces más que harta.

Lily, con su apariencia de una joven mujer veinteañera, tenía sus manos firmemente aferradas al volante, tan fuerte que sus dedos se tornaban blancos; como si temiera que al soltarlo se fuera a caer al vacío.

—Sólo me pareció que estaba perdiendo un poco el control, eso es todo —masculló Lily despacio, mirando de reojo a su acompañante.

—¿Y las veinte ocasiones anteriores también? —le recriminó Esther con agresividad. Esto, por supuesto, no le simpatizaba ni un poco a la conductora.

—Para ti es muy sencillo, anciana. Apuesto a que conduces desde que se inventaron los automóviles.

—No es ciencia de cohetes, y menos esta camioneta que es automática. Pisas el acelerador para avanzar, pisas el freno para detenerte. Pero tienes que avanzar al menos un metro y subir de diez kilómetros por hora antes de detenerte. Hasta un mono sabe hacerlo.

—Entonces quizás debas traer a un mono para que lo haga —exclamó Lily molesta, cruzándose de brazos y apoyándose por completo contra el respaldo.

—No es mala idea; apuesto a que me haría más caso.

—Pues haz eso, y me avisar cómo te va.

Y lanzada esa casi amenaza al aire, Lily abrió la puerta de su lado con la intención de salirse de automóvil. Esther resopló, y al instante se estiró hacia ella.




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