Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 159.
Nos vamos las tres
Al salir de la habitación, Esther caminó sin ningún rumbo fijo. Sólo avanzó presurosa por el pasillo interior, rodeó el edificio principal, y cuando menos se dio cuenta, ya se encontraba de regreso en el estacionamiento frontal. La camioneta seguía contra la jardinera, justo donde la habían dejado, y las luces mercuriales alumbraban el espacio con una opaca luz anaranjada,
Se detuvo un instante para respirar hondo, e intentar serenarse lo mejor posible. Palpó el bolsillo interno de su chaqueta, y para su deleite encontró ahí justo lo que buscaba: la cajetilla de cigarrillos y el encendedor que había tomado de la camioneta. Definitivamente necesitaba uno; y un trago, pero se conformaría de momento sólo con el cigarrillo.
Sacó uno de la cajetilla, lo colocó entre sus labios, y lo encendió con algo de desesperación al hacerlo. En cuanto la punta del cigarrillo comenzó a brillar, dio una larga calada de éste. Seguía siendo tan malo como la primera vez, pero era mejor que nada.
Tras dar un par de bocanadas pequeñas, se sintió un poco más en calma. Se dirigió entonces hacia los escalones delante de la puerta principal, y se sentó en ellos. Contempló distraída hacia la carretera oscura, mientras seguía dando un par de caladas más, y expulsaba el humo como neblina sobre su cabeza. En todo ese rato que estuvo a solas, sólo le tocó ver pasar a un camión, a quizás más velocidad de la que debía, para luego perderse a la distancia.
Unos segundos después que el sonido del camión se disipó en el aire, a sus oídos llegó uno distinto: pasos en la nieve dirigiéndose a su dirección. Ni siquiera tuvo que voltear para saber que se trataba de Lily adulta, envuelta en una de las gruesas chaquetas que había comprado, y enfundada en unas botas para nieve que también había comprado por internet. Se paró a unos metros de ella con los brazos cruzados, observándola desde su altura con expresión de desaprobación.
—Dije que necesitaba un momento —espetó Esther con irritación.
—¿Y desde cuándo hago lo que tú me dices? —le respondió Lily, encogiéndose de hombros. Avanzó entonces cortando la distancia que las separaba, y se sentó en el escalón a su lado—. ¿Ya se te pasó el berrinche? —le cuestionó con tono irónico. Esther no le respondió, y simplemente siguió fumando con su atención puesta al frente.
Lily resopló, pero por un rato permaneció también en silencio. Ambas se quedaron calladas, observando hacia la oscuridad de la carretera. Las luces de otro vehículo se hicieron presentes tras un rato, pero no tardaron en disiparse también a la distancia.
—¿Me das para probar? —preguntó Lily de pronto, tomando a Esther un poco desprevenida. Al girarse a verla, notó que la muchacha tenía su atención puesta en el cigarrillo de sus dedos.
—¿En serio? —masculló Esther, divertida—. ¿Ahora sí te atreves?
Lily endureció su expresión, y extendió su mano con seguridad hacia ella. Esther soltó una pequeña risilla, y sin más le pasó el cigarrillo, curiosa por saber lo que pasaría a continuación. Lily tomó el pitillo entre dos de sus dedos, y lo observó atenta, como si se tratara de un objeto de lo más extraño, y de cierta forma para ella lo era.
Tras vacilar un rato, aproximó el otro extremo del cigarrillo a sus labios, e inhaló con fuerza como si sorbiera de un popote. Un instante después, sus ojos se abrieron grandes, alejó el cigarrillo de su boca, e inclinó el cuerpo hacia adelante, comenzando a toser con tanta fuerza y desesperación como si estuviera por escupir sus entrañas enteras en el proceso.
Esther no se contuvo ni un poco, y comenzó a reír tan fuerte que incluso se tomó la pansa con ambas manos.
—¡Pero qué asco! —espetó Lily al aire con voz rasposa—. Fue como respirar humo sobre una fogata. ¿Por qué les gusta esta cosa?
—No es sólo humo —aclaró Esther entre risas, y se apresuró a quitarle el cigarrillo de los dedos, antes de que se le ocurriera tirarlo. Ella misma dio una calada más de éste, por supuesto no reaccionando en lo absoluto parecido a su joven amiga—. Tiene otras cosas que te relajan, pero también te envenena poco a poco. Y a los adultos nos encanta envenenarnos a nosotros mismos. Así que olvida lo que te dije hace rato; no te apresures por ser una adulta. Aún te queda mucho por crecer y aprender. Disfrútalo mientras puedas.
—¿Disfrutar qué? —espetó Lily, tallándose la boca con una mano, como intentando limpiarse alguna mancha del rostro que sólo ella veía—. ¿Qué es lo que te pasa ahora? Estás tan rara como cuando te emborrachaste aquella noche en Malibú.
—¿Ah sí? —masculló Esther con tono ausente. Siguió fumando un poco más con su mirada perdida en el horizonte, y su mente quizás divagando en algún sitio mucho más alejado—. Quizás puedas hacer que te veas así —comentó de pronto, señalándola con la mano con la que sujetaba el cigarrillo—. Pero en el fondo eres la misma mocosa odiosa. Y eso está muy bien. Porque algún día, esa ilusión será real. Tendrás un cuerpo de adulta. Podrás hacer todo lo que a mí se privó desde que nací. Incluso quizás puedas casarte y tener hijos algún día. Por otro lado, por más que me hagas lucir a mí así con tu magia, sería falso. Una simple mentira, como siempre lo he sido.
Lily arqueó una ceja, confusa por toda esa palabrería salida de quién sabía dónde.