Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 09. Mátala

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 09.
Mátala

Había sido una semana bastantes silenciosa en los momentos de sesión entre Matilda y Samara. El día siguiente de lo ocurrido en el jardín, y de la plática sobre Carrie, Samara no había querido verla, alegando sin embargo que “quizás mañana”; al menos así le había pasado el mensaje el Dr. Scott.

Matilda llegó a pensar que quizás el incidente había sido mucho más serio para Samara de lo que había previsto. Para su suerte, al día siguiente Samara sí aceptó verla, tal y como había prometido. Pero dicho día, y los dos que le siguieron, la apertura de la niña se vio bastante mermada, por no decir que era prácticamente inexistente. Casi no respondía a sus preguntas, y la mayor parte del tiempo se mantenía callada en su lugar. Cuando Matilda le pedía hacer algo en especial sobre el papel, sin embargo, aceptaba hacerlo en silencio, pero no más. Intentó un par de veces hablar con ella directamente de lo sucedido, pero se mantuvo renuente.

En ese cuarto día, a media sesión, Matilda le mencionó de Cody; de cómo le gustaría que lo conociera, y que ambos platicaran un poco. Le dijo que eso podría ayudarle mucho. Samara, sin embargo, sólo la miró de reojo en silencio, pero no le respondió absolutamente nada.

Al quinto día, la actitud de Samara mejoró un poco. Ya se encontraba más receptiva, aunque algo ausente. Le respondía más, y ya no se veía molesta… pero sí algo más. Matilda no lo identificó de inmediato, pero le pareció que podría haber sido pena. Casi terminando la sesión, le preguntó de nuevo si quería hablar de lo ocurrido el otro día, pero ella sólo negó con su cabeza.

El sexto día parecía que sería un poco igual al anterior. Se encontraban en la misma habitación con temática infantil, sentadas en esa pequeña mesa para la que ambas resultaban ser relativamente grandes. Samara trazaba imágenes en el papel, cada vez de una forma mucho más controlada y rápida, aunque cada una seguía transmitiendo una sensación bastante fría y oscura.

Matilda se encontraba en su silla, observándola, y de vez en cuando anotando em su libreta dichas observaciones. Se encontraba realmente ensimismada en sus propios pensamientos, que se situaban entre el momento presente, pero en su mayoría en toda la situación en general que las había venido acompañando durante ya casi una semana.

De pronto, algo cambió abruptamente.

—Lo siento —escuchó que Samara pronunciaba de la nada; despacio, pero claro, después de casi media hora de absoluto silencio.

Matilda alzó su mirada, casi alarmada. Samara la miraba por el rabillo del ojo desde el otro extremo de la pequeña mesa, con sus largos cabellos cayéndole al frente.

—¿Cómo dices, querida?

Samara agachó su mirada, apenada. Sus dedos se apretaban entre ellos sobre la mesa, de forma nerviosa.

—Lamento lo que dije el otro día en el jardín —Susurró despacio, sin atreverse a verla directamente—. Y lamento cómo me he comportado contigo estos días. ¿Estás molesta conmigo?

Matilda se sintió realmente confundida por tan repentino cambio. No esperaba que se fuera a disculpar tan abruptamente, o que pensara en disculparse siquiera. La había tomado desprevenida, pero no podía dejar que dicha situación se le escapara de las manos.

—No, claro que no, pequeña; descuida —le respondió rápidamente, sonriéndole con toda la amabilidad que le era posible, pues no le era muy sencillo fingir que lo ocurrido no le afectaba en lo absoluto—. Yo lamento si te hice sentir mal de alguna manera. Pero lo que te he dicho desde la primera vez que nos vimos, es la pura verdad.

Extendió entonces su mano por encima de la mesa, muy despacio, hasta colocarla sobre las de ella. Creyó por un momento que las apartaría, pero no lo hizo. Las dejó ahí; y al fin la volteó a verla, y pudo notar cierto brillo de esperanza en su mirada.

—Estoy aquí para ayudarte a salir de aquí y volver con tus padres. Y te vuelvo a prometer que haré todo, todo lo posible para que eso ocurra. ¿Confías en mí?

Samara no respondió de inmediato, pero al final asintió con su cabeza; al principio despacio, pero luego con un poco más efusividad.

—Confío en ti, Matilda. Por eso no quiero que estés molesta conmigo. Tú me agradas; no eres como los otros doctores, o como los otros adultos. A ti no te doy miedo.




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