Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 11.
Adiós, Emily
Emily Jenkins no tuvo una niñez feliz. Su madre era una mujer con problemas, serios problemas, a los cuales acostumbraba arrastrar a su hija, consciente o inconscientemente. Trastornos de personalidad, depresión crónica, abuso de sustancias indebidas, desajustes hormonales... Las personas quisieron justificar su comportamiento con mil y un motivos diferentes, pero ninguno le fue suficiente para llegar a perdonarle todo el daño que le había hecho. Aún en esos momentos, cerca de sus cuarenta años, cada vez que miraba hacia atrás, no podía más que sentir rabia y rencor por aquella mujer, repitiéndose una y otra vez que estaba mucho mejor alejada de ella. Eso podía verlo ya con su mente madura y forjada en base a las experiencias, pero en aquel entonces su percepción distaba de ser favorable.
Antes de llegar a la adolescencia, fue apartada de ese ambiente e ingresada al sistema. Recordaba haber llorado cada noche de las semanas siguientes, añorando volver con su amada madre; ¿qué tan lejos tenía que dañar una madre a un niño para que éste dejara de verla con esa adoración que rozaba casi a lo divino? Aún después de tantos años, no tenía una respuesta clara a ello.
Pasó de un hogar temporal y adoptivo a otro, sin que ninguno resultara como lo deseara. Cuando cumplió la mayoría de edad y pudo independizarse, se dijo a sí misma que haría todo lo posible para evitar que otros niños pasaran por la misma situación que ella, y eso fue lo que la llevó a dedicarse al trabajo social; trabajo que en ocasiones podía volverse difícil y angustiante, pero que había llevado a cabo por casi veinte años con orgullo y entusiasmo... hasta que esa niña llegó a su vida.
Todo comenzó de una manera tan casual, con Wayne, su supervisor, colocando un expediente sobre su escritorio, aún después de haberle dicho que tenía otros treintaiocho abiertos. Era el caso de una pequeña niña de diez años de nombre Lilith Sullivan; Lily de cariño. Sus maestros habían reportado que frecuentemente se dormía en clase, sus calificaciones habían bajado, y se mostraba más retraída en clase y en los descansos. Tras su larga, y nada envidiable, experiencia en casos familiares, Emily había aprendido muy bien que todas esas cosas eran señales claras de problemas en casa; y al visitar por primera vez a los Sullivan, estuvo bastante segura de que así era.
La casa estaba cubierta de un aire denso de miedo y enojo. Sus padres, en especial la madre, parecían muertos vivientes, de miradas perdidas que ocultaban un océano oscuro detrás de ellas. Y Lily... era una niña tan hermosa, tan radiante, y sin embargo de apariencia tan delicada. Parecía una pequeña muñequita de rostro triste, que podría romperse al más ligero toque. Emily siempre sentía un aprecio especial por cada niño o niña que llegaba a su cargo. Sin embargo, Lily tenía algo especial. En cuanto la vio, sintió una gran empatía por ella que nunca había sentido antes; una necesidad ferviente de protegerla, y ponerla a salvo de lo que fuera que estuviera ocurriendo en esa horrible casa.
Y todas sus sospechas, y todos sus miedos, se hicieron realidad aquella horrible noche. La noticia circuló por todo Oregón, y quizás por todo el país. Sus padres intentaron asesinarla, y de la forma más horrible: durmiéndola y quemándola viva en su propio horno.
¿Qué mentes retorcidas podrían hacerle tal atrocidad a otro ser humano, especialmente a su propia hija? De no ser por la propia Emily y su amigo de la policía, el Detective Mike Barron, quién sabe qué hubiera ocurrido. Pero lograron salvarla, ponerla a salvo, y mandar a sus padres a un sanatorio mental dónde posiblemente jamás volverían a ver la luz del día. Pero lo importante ahora era Lily, su seguridad y su bienestar. Esa necesidad imperante de Emily por protegerla, se volvió aún más aguda tras lo ocurrido. Cuando tuvo que dejarla en aquel orfanato en donde esperaría a que le encontraran algún hogar adoptivo, si es que acaso lograban encontrarle alguno, se vio a sí misma, sola en aquel lugar, llorando por su propia madre a pesar de lo que le había hecho.
¿Por qué le ocurría esto con ella? ¿Por qué estaba sintiendo esto tan profundo por una niña que apenas acababa de conocer? ¿Qué tenía de especial ella en comparación con todos sus casos anteriores? No tenía idea, ni tampoco se lo cuestionó mucho. Pese a una pequeña resistencia inicial, decidió hacer algo que nunca hubiera hecho con algún otro de sus casos: decidió servir de hogar temporal para Lily.
Emily jamás consideró la posibilidad de tener hijos. Siempre usaba su trabajo como excusa, pero ella sabía que había mucho más de por medio... mucho más de lo que estaba dispuesta a hablar, incluso con su amigo Doug Ames, psicólogo infantil que trabajaba en Cuidado Familiar con ella, tratando a niños con problemas, pero que casi siempre no era del todo sutil en sus intenciones de que fueran más que amigos; sin embargo, Emily siempre lo rechazó, en cada ocasión.