Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 162.
Será la Voluntad de Dios
Luego de cenar, la pequeña Loren de doce años se había sentado en la estancia frente al televisor, saltando entre los canales en busca de algo que captara su interés. En su primera casa no tenían un televisor, o al menos no uno que ella tuviera permitido ver. Así que todo resultaba una experiencia nueva para ella. Había tomado cierto gusto por algunos dibujos animados que, en opinión de Katherine, eran para un público un poco más joven que ella; manera bonita de decirle que eran caricaturas demasiado infantiles para alguien de su edad. Pero quizás Loren no pensaba o veía las cosas del mismo modo que alguien de su edad, así que no debería haber nada malo con que se entretuviera de esa forma.
Esa noche Katherine y ella esperaban una visita. Gran parte del tiempo que había estado viviendo ahí en Baton Rouge, se le había pasado prácticamente escondida. Y si algún vecino o conocido de Katherine llegaba a verla, ésta la presentaba como una sobrina que había ido a pasar una temporada con ella, sin entrar en más detalles. Ambas sabían que esa mentira no sería sostenible por mucho tiempo; tarde o temprano alguien se haría preguntas.
Por suerte, si todo salía bien, esa visita que estaban por tener podría darles una solución. Como fuera, ella estaba conforme con ver a alguien más. Aunque su vida anterior el Haven la había acostumbrado a la soledad, había adquirido rápidamente un gusto por estar cerca de la gente; en especial aquella que no lo deseaba directamente la muerte…
Loren logró sentir al visitante en cuanto su taxi se estacionó frente a la casa. A su mente llegaron una marea de pensamientos y sensaciones que supo de inmediato que no le pertenecían ni a Katherine ni a ella. Desvió su mirada ligeramente hacia la ventana que daba al frente de la casa, pero no se asomó por ella. No lo necesitaba; aun así en su mente pudo visualizar claramente la imagen de aquel hombre avanzando hacia la puerta. Pero Loren no sintió en ningún momento amenaza alguna viniendo de aquel individuo. De hecho, su presencia parecía venir cargada de cierta paz.
Escuchó escuetamente la conversación de Katherine y el invitado en el vestíbulo, pero cuando fue claro que irían a la cocina primero, decidió enfocarse de nuevo en el show animado que se proyectaba en el televisor ante ella. Sabía que bien podría espiar un poco aquella conversación sin moverse del sillón, con tan sólo concentrarse un poco. Pero no lo hizo. Sabía bien también que Katherine compartiría con ella lo que sentía que debía saber; confiaba en ella.
De todas formas la plática de los dos adultos no fue muy larga, y no tardó en escuchar sus pasos aproximándose por el pasillo. Loren desvió su mirada del televisor hacia la entrada de la estancia, en donde Katherine y el invitado aparecieron tras un rato. La niña se enfocó principalmente en este último.
Era un hombre alto, de cabellera de un negro muy oscuro, salvo por la presencia de algunas canas que comenzaban a brotar por aquí y por allá, y un bigote elegantemente recortado, en el mismo tono y cantidad de canas que su cabello. Usaba un atuendo totalmente negro de saco, camisa y pantalón, con esa pieza de vestimenta blanca alrededor del cuello que ella había visto usar a los sacerdotes en la televisión. El hombre se paró en el umbral de la estancia, la miró, y le sonrió con gentileza.
A Loren por un instante aquella sonrisa le recordó al profesor Doug, y cómo solía sonreírle parecido… Pero intentó desterrar esa idea de su cabeza lo más pronto que pudo.
—Loren —pronunció Katherine con voz suave, aproximándose hacia ella hasta tomar asiento en el sillón a su lado—. Él es el amigo del que te hablé; el padre Alfaro, de la Santa Sede. Viene a conocerte.
—Hola, pequeña dama —pronunció el sacerdote con voz alegre, atreviéndose en ese momento a avanzar hacia ellas—. Un gusto conocerte.
Le extendió entonces su mano a la niña, ofreciéndosela. Loren la miró un instante, pero casi de inmediato volteó a mirarlo de nuevo a los ojos, sin ninguna intención aparente de estrecharle la mano, como él parecía querer.
—Eres de pocas palabras, ¿cierto? —pronunció Jaime, y bajó su mano, pero sin dejar que su sonrisa menguara.
—Es que ha pasado por mucho —se justificó Katherine, colocando una mano sobre la espalda de la pequeña de forma protectora.
—Lo entiendo —comentó el sacerdote, asintiendo—. No hay motivo para estar nerviosa. Por hoy, sólo quiero que conversemos un poco y nos conozcamos. ¿De acuerdo?
Jaime dejó una pausa en el aire para darle oportunidad a Loren de responder, más ésta siguió en silencio.
No era que no quisiera responderle, sino que simplemente no entendía bien qué o cómo debía hacerlo. No desde que “eso” dentro de ella despertó. No desde que era capaz de sentir y saber cosas de la gente incluso antes de que abrieran la boca. No sabía qué podía y qué hacer en esos casos. Así que la acción más segura, la mayoría de las veces, era guardar silencio.
Pero pudo sentir que aquel sacerdote no lo interpretaba de esa forma, o no del todo. Sólo le inundó en ese instante la idea de que aquello sería un poco más complicado de lo que había previsto; y Loren igualmente lo pensó por su propia cuenta.
—¿Podría dejarnos solos unos minutos? —pidió Jaime, dirigiéndose hacia Katherine. Ésta vaciló un momento, dudando entre sería una buena idea o no. La mirada de Jaime, sin embargo, le indicaba que no era del todo una petición; no sí quería seguir adelante con ese proceso.