Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 12. Avancemos con Cautela

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 12.
Avancemos con Cautela

Matilda se sentía exhausta esa mañana, tanto que casi se quedaba dormida en el ascensor. Estuvo cabeceando un poco durante todo el trayecto de bajada, hasta que fue sacudida por el pitido que anunciaba la llegada a la planta baja. Entre hablar con el Dr. Armstrong para que le explicara a detalle todo lo que Doug le había comunicado, luego pedir ayuda para que le proporcionaran algo información adicional al respecto en la Fundación, y además hacer su propia investigación por Internet... la verdad era que casi no había dormido, y sólo hasta esos momentos su cuerpo comenzaba a resentirlo.

Definitivamente no estaba en condiciones para conducir una hora en carretera, pero si quería llegar a tiempo a la hora que había pactado con Cody, tendría que salir en ese mismo momento. Ni siquiera desayunó, y en su lugar sólo llenó su termo con café del comedor del hotel, y se dirigió de inmediato a su vehículo; su madre se hubiera enojado bastante con ella de haberse enterado de esto, así que sería mejor no comentárselo.

El café, así como algo de música resonando en el estéreo del automóvil alquilado, parecieron ser útiles en mantenerla lo suficientemente despierta para prevenir algún choque. De hecho tuvo suerte; gran parte del tramo lo recorrió casi sola. Al entrar a Portland fue cuando el tráfico la atoró un poco, y las alternativas que le ofrecía el GPS no parecían del todo favorables.

A media mañana, y entre veinte y treinta minutos después de haberse acabado el café de su termo, ya estaba transitando por la calle sobre la que se encontraba el Starbucks en el que había quedado de verse con su viejo amigo. Se estacionó en la acera de enfrente del local, pero antes de apagar el vehículo y bajarse, echó un vistazo rápido al reloj del tablero; eran las ocho con veintiséis minutos; perfecto momento para hacer la llamada que había estado procrastinando durante toda esa mañana; y no, no era la llamada a Eleven, sino otra que sabía que terminaría siendo un trago más corto, pero más amargo que esa.

Seleccionó el número del Hospital Eola de sus contactos, junto con la extensión de Dr. Scott, esperando que ya estuviera en su oficina y no tuviera que llamarlo directo a su teléfono móvil. Lo correcto hubiera sido llamarlo mucho antes para avisarle sobre su viaje exprés, pero su cabeza había sido una maleja de cosas desde el momento en el que tocó la foto de aquella niña, pasando por la llamada en la que le informaron repentinamente la muerte de Doug, hasta llegar a ese momento, en ese vehículo y en esa calle. Y claro, estaba el hecho de que era una llamada que no quería en lo absoluto hacer pero era necesaria; más por Samara que por Scott, claro está.

Para su suerte, si se le podía llamar así, el Doctor ya estaba en su oficina. Matilda no se estuvo mucho con rodeos, y le informó sobre el asunto de forma directa. Y tal como lo previó, él no lo tomó del todo bien. El día anterior había prometido compartirle un reporte de todo lo que había observado durante ese tiempo con Samara, y evidente estaba interpretando este cambio de planes a último momento como una excusa con el fin de sacarle la vuelta a dicha obligación. Poco le importaba el hecho de que había usado como motivo la muerte de un compañero psiquiatra.

—Usted y yo teníamos un trato, Dra. Honey —le recriminó John al teléfono, mientras ella bajaba del vehículo, con su maletín en mano y su bolso al hombro.

—Y no dije que no lo cumpliría, sólo que no podré hoy. —Cruzó rápidamente la calle mientras el semáforo de la esquina se encontraba en rojo—. Creo que esto que le estoy comentando claramente entra en la categoría de "emergencia personal".

—Qué conveniente.

—No hay nada conveniente en esto —le respondió con tono severo—. Un colega murió, por si no le quedó claro.

—Hace una semana, según tengo entendido.

Matilda había recién abierto la puerta de la cafetería cuando lo escuchó pronunciar ello, sacándola un poco de su serenidad. Dudó un rato en cómo reaccionar, pero se empujó a sí misma con el fin de poder hacerlo.

—¿Usted sabía de esto?

—Seguro —contestó el buen Doctor, notablemente indiferente—. No lo conocía en persona, pero era conocido de algunos amigo. La pregunta es, ¿por qué usted no lo supo hasta ahora si eran tan colegas?

Matilda sintió el inminente impulso de responderle un par de cosas a su tan hiriente comentario; un par de cosas que su madre de seguro no aprobaría en lo absoluto. Pero, como siempre, tuvo que respirar hondo, y mantenerse lo más calmada posible. Tarde o temprano eso dejaría de funcionarle, estaba segura.




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