Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 15.
¿Nos vamos?
La estadía de Ann y Damien Thorn en Los Ángeles parecía estarse prolongando más de lo que la empresaria hubiera querido. Sus asuntos con Winston Motors, tanto los privados como los públicos, ya habían concluido. Su dosis de relaciones públicas y normalidad ante las cámaras y la gente común, había sido provechosa y bien lograda. Incluso habían dado ese pequeño recorrido por Stanford, aludiendo que era una de las principales opciones de Damien para asistir, aunque todos sabían que el plan dictaba que ingresaría a Yale; eso ya estaba más que arreglado.
En general, todo por lo que habían ido hasta ahí había salido bien. Incluso, a pesar de la inherente rebeldía de su amado sobrino, éste se había comportado bastante bien cuando era necesario. Ya sólo quedaba empacar y volver a Chicago, a su aparente rutina normal; normal al menos para personas en su posición pública y social. Eso debieron de haberlo hecho desde hace ya tres días, pero ahí seguían, ocupando el lujoso pent-house de dos niveles sobre Wilshire Boulevard.
Damien se rehusaba a abandonar Los Ángeles hasta que concluyera sus propios asuntos, asuntos de los que no hablaba con ella pero que de todas formas sabía muy bien que tenía que ver con esas niñas que tanto interés tenía en conocer. Intentó repetidas veces convencerlo de que se fueran, pero el joven heredero no escuchaba razones. No parecía importarle lo sospechoso y contraproducente que resultaba que ella estuviera ahí, y que él estuviera además faltando a clases por absolutamente ninguna razón. No tenía interés en escuchar sobre como el complejo plan que habían estado llevando a cabo desde el mero día de su nacimiento para posicionarlo como una fuerza de influencia y poder en la sociedad, era a su vez bastante delicado y debía de seguirse al pie de la letra para tener éxito. No, nada de ello lograba hacerlo razonar aunque fuera un poco en qué era lo mejor para ellos.
Fuera quien fuera, en el fondo era otro adolescente obstinado y terco que creía saberlo todo. Y desde aquel molesto incidente en New Hampshire, las cosas se habían puesto aún peores. No tardaría en recibir alguna llamada de reprimenda de Lyons, y eso la hacía sentir un nudo de molestia en el estómago. No era que le importara en lo más mínimo lo que ese viejo barbudo y egocéntrico tuviera que decir, pero la verdad no toleraba tener que soportar el mal trago de escucharlo quejarse.
Ann jamás había sido del tipo enteramente complaciente, pero la situación ameritaba un poco de cooperación para demostrarle a su protegido que de alguna u otra forma, ella estaba de su lado. Esperaba que él mismo con el tiempo recapacitara y se diera cuenta solo de que lo mejor era irse. Pero los días pasaban, y no parecía más dispuesto a dar su brazo a torcer. Por ello, esa mañana estaba decidida a sentarse con él y hablarle de frente y sin rodeos, pasara lo que tuviera que pasar.
Más temprano, había tenido una junta con una firma de abogados local, a quien les había informado que buscaba un nuevo despacho que se encargara de sus asuntos legales en California. No era cierto, o al menos no al nivel como para que la CEO de una multinacional como Thorn Enterprises tuviera que encargarse de ello de forma personal. Sólo era otra de las tantas excusas que tenía que inventarse para seguir justificando su presencia ahí, y el costo de ello fue estar sentada dos horas y media con la sonrisa falsa más creíble que le era posible hacer, escuchando su presentación, alabanzas, planes y mucho más bla, bla, bla...
Ahora subía por el ascensor del edificio de departamentos, hacia el pent-house. Dicho departamento había sido adquirido directamente por ella hacía ya un par de años, aunque formalmente era propiedad de las Industrias Thorn. La intención había sido tener un lugar seguro para quedarse cuando fueran a ajustar negocios con sus aliados locales, y también de uso cuando se requirieran de los directivos de su sede en Los Ángeles. Era prácticamente una mansión pequeña, teniendo distribuido en sus dos niveles tres habitaciones, cinco baños, una sala de estar, una sala de entretenimiento, una cocina, un estudio y biblioteca, y una enorme y acogedora terraza con su respectiva piscina privada. Algunos dirían que era demasiado considerando que era un sitio que no solían habitar seguido, pero estimaba que podría serles de mayor utilidad en un futuro; ese, y otros varios inmuebles que habían estado adquiriendo por todo el país.
Al cruzar la puerta principal del departamento, fue recibida por un abrumador silencio, que por alguna razón sentía inusual.
—¿Damien? —Exclamó con algo de fuerza esperando llamar la atención de su sobrino político, pero nadie le respondió—. ¿Dónde estás?
Dejó su abrigo y bolsa en el recibidor y caminó por el pasillo hacia la sala de estar. Luego giró hacia la derecha, en dirección al estudio. Ahí pudo al fin vislumbrar la presencia de dos hombres, altos y corpulentos, parados de pie justo frente a la puerta cerrada. Ann los reconoció de inmediato; ambos eran de su equipo de seguridad privada. Usaban trajes negros, y sus rostros tenían rasgos toscos y marcados. En cuánto la vieron, ninguno de los dos parpadeó siquiera.