Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 17. Su nuevo mejor amigo

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 17.
Su nuevo mejor amigo

Cinco patrullas acudieron al llamado del Detective Robert Vázquez por refuerzos tras un tiroteo en el Providence Medical Center, y las cinco terminarían llegando tarde. Tráfico, choques, atropellos, e incluso un poster de luz caído cubriendo el camino, fueron las diferentes explicaciones que los oficiales tuvieron que dar para justificar su tardanza. "Es como si algo no quisiera que llegáramos", había comentado uno de ellos con tono irónico, aunque no estaba del todo listo para afirmar que aquello era sólo un decir.

Por el contrario, y si eso no era ya de por sí bastante extraño, el camino que tomó la ambulancia robada por la tiradora y secuestradora se encontró totalmente despejado y libre. No fue así sin embargo para el par de patrullas que intentaron seguirle el paso, y que terminaron siendo embestidas en el cruce de una avenida por un enorme camión de carga al que los frenos le fallaron. Una vez más, parecía que "algo" estaba jugando a favor de la fugitiva.

Boletinaron la ambulancia, alertaron a todas las jefaturas, se colocaron retenes y se comenzó a detener a cuanta ambulancia cumpliera con la descripción. Uno esperaría que una ambulancia robada conducida por una niña llamaría de inmediato la atención y debería de ser fácil de localizar. Sin embargo, pasadas dos horas, no había aún ninguna noticia. Y mientras más tiempo pasaba, el rastro de la sospechosa se hacía más frío.

¿Cómo era todo eso posible?, los policías para ese momento comenzaban a dejar de cuestionárselo; nada en todo ello parecía "posible", y sin embargo ahí estaba ante sus ojos: uno de los suyos muerto, otro más con dos disparos, un guardia en estado crítico, una niña secuestrada, y todo eso perpetrado por alguien a quien todos los testigos describían como "una simple niña de nueve años". Pero, ¿cómo podría "una simple niña" haber hecho todo eso?

Luego de su llegada, los oficiales escoltaron a Cody a la sala de espera, y le indicaron que aguardara sentado en una silla y no se moviera; un oficial se quedó de pie en la puerta, y aunque no dijeron directamente que estaba ahí para cuidarlo, eso era fácil de suponer. Matilda fue llevada de momento a que le trataran la mordida de su tobillo, y le revisaran su presión pues al encontrarla se veía aún bastante agitada y pálida. Batallaron en encontrar un médico que pudiera ayudarlos, pues todos se encontraban fuera de sus puestos luego de lo ocurrido y tardaron en recuperar el ritmo. Tanto de la herida como de la presión salió bien. Cuando cuestionó del paradero de los perros que la habían atacado, le informaron que no encontraron a ningún perro en todo el hospital, y eso a ella, sin embargo, no pareció sorprenderle. Si no fuera por la mordida que ella misma podía ver en y sentir en su propia pierna, quizás dudaría siquiera de haberlos vistos realmente.

Luego de tratarla, la escoltaron a la misma sala de espera en la que tenían a Cody y le indicaron que también se sentara. De mala gana, aunque en silencio, se sentó en la silla a lado de su compañero. El oficial de la puerta permaneció en su lugar, sin quitarles los ojos de encima.

—¿Estamos bajo arresto, acaso? —murmuró la psiquiatra con sarcasmo.

—Eso quisieran, de seguro —añadió Cody, algo más tranquilo pero igual notoriamente cansado—. ¿Cuánto tiempo más nos van a tener aquí sin siquiera interrogarnos?

Matilda no respondió nada; en parte porque no tenía una respuesta a esa pregunta, y en parte porque aún no estaba con los ánimos adecuados para entablar una conversación. Lo ocurrido en aquella sala de emergencias, lo que vio, sintió y escuchó... Instintivamente llevó sus manos a su cuello, esperando tocar con la yema de sus dedos alguna marca de herida o presión en su piel, mas no había ninguna. Su cuello se encontraba totalmente intacto. Y aun así, no podía quitarse la sensación de aquella mano invisible cortándole la respiración hasta el límite de la asfixia.

El pequeño sonido de un mensaje recibido en un celular la hizo sobresaltarse de pronto, dándose sólo hasta ese momento cuenta de lo ensimismada que se había quedado en su propia cabeza. Creyó que había sido el suyo, pero Cody fue quien sacó primero su teléfono de su bolsillo y lo revisó. Se quedó viendo unos largos segundos la pantalla en silencio, y luego apagó el teléfono, guardándolo casi de inmediato y sin la menor intención visible de querer responder.

—¿Qué ocurre? —Le cuestionó Matilda casi in pensarlo, y olvidándose por unos segundo de sus pocos deseos de hablar en estos momentos. Cody se viró hacia ella, le echó una mirada rápida a través sus anteojos, y luego se recargó por completo contra su respaldo y se cruzó de brazos.




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