Resplandor entre Tinieblas

Capítulo 28. Abra

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 28.
Abra

Esa noche, poco después de hablar con Matilda, Cole y Cody, Eleven se comunicó con Mónica, quien era de manera oficial la Jefa de Informática de una empresa de consultoría bastante respetable en Des Moines, y extra oficial una ciberactivista que no temía cruzar las líneas de lo legal de vez en cuando por una buena causa; además de ser también una de las Rastreadoras de la Fundación con más años y experiencia en dicha labor. De hecho, muchas la consideraban como la líder no nombrada de ese pequeño grupo de colaboradores, ya que más de una vez le había tocado tener que coordinarlos; eso era algo que se le daba muy bien, cabe mencionar. Pero Mónica no sólo resplandecía y era capaz de ver y escuchar a alguien a kilómetros de distancia como si lo tuviera sentado a un lado, sino que complementaba muy bien dichas habilidades extrasensoriales con sus habilidades algo más mundanas y tecnológicas, para así obtener cualquier tipo de información cuando así lo requería. Esa combinación de habilidades en manos equivocadas serían de seguro armas bastantes peligrosas; por suerte, las de Mónica eran bastante correctas.

Sin embargo, la petición que Eleven le hizo esa noche fue bastante inusual, pues dentro de ésta venía incluida la indicación de evitar dentro de lo posible precisamente usar su clarividencia por el riesgo inminente que esto podía representar para ese caso. Esperaba, por consiguiente, que se valiera más de sus contactos y formas más convencionales de obtener información (si hackear, meterse a bases de datos no del todo públicas, cuentas de correos y redes sociales ajenas, podía considerarse como “convencionales”). Quizás no sería un gran problema, si no fuera porque sólo le había dado una palabra como pista para poder trabajar: Abra.

Tras haber dejado a Mónica con ese pequeño problema por resolver, se fue al fin a descansar. Aunque técnicamente no se había movido de su casa en todo el día (al menos para el ojo común), ese había sido también un día agotador para ella. Aun así, no pudo dormir mucho realmente. Lo que había ocurrido le preocupaba mucho más de lo que se permitía aceptar, incluso más de lo que le había transmitido a Cole, o a Mike cuando hicieron un repaso de todo lo ocurrido antes de apagar las luces.

Hacía mucho tiempo que no se sentía así de temerosa e indefensa, sintiendo que en cualquier momento, entre la oscuridad de su propia habitación, algo se materializaría, algo saldría de las esquinas y se abalanzaría directo a su cama, devorándola antes de permitirle siquiera gritar. Esto le hizo darse cuenta de lo cómoda, y quizás condescendiente, que se había vuelto con los años. Sin darse cuenta, se había puesto a sí misma, a su familia, a sus amigos y a sus colaboradores en un status quo en donde se sentían siempre seguros, siempre a salvo, y siempre intocables de cualquier fuerza maligna que quisiera ponerles un dedo encima. Y eso en realidad no era algo malo; era algo que se habían ganado tras todo lo vivido y perdido en el camino. Pero el problema venía cuando precisamente ocurría algo así, y llegaba de la nada a reventar su burbuja y demostrarle que en realidad no estaban tan seguros y a salvo como pensaba, ni mucho menos eran invencibles o intocables. Siempre habían estado expuestos y con la puerta trasera abierta, a la merced de cualquier lobo salvaje que rondara por el patio… y dicho lobo al fin se había aparecido.

A la mañana siguiente, luego de desayunar con su esposo y su hija, se dirigió a su despacho y se encerró a solas para hablar con Mónica. No esperaba que ya le tuviera alguna novedad tangible, pues prácticamente sólo había pasado unas cuantas horas, y no esperaba que se hubiera desvelado por ella.

—Me estás atando de manos, Eleven —murmuró con seriedad la voz de Mónica, sonando a través del altavoz del teléfono de su escritorio. Eleven se encontraba sentada en su silla, cruzada de piernas y envuelta en su bata de noche color azul.

—No esperaba ese tipo de quejas de tu parte, Mónica. No de parte de la mejor Rastreadora de la Fundación.

—Creí que esa eras tú.

—No empieces. —Eleven se recargó por completo contra su silla y apoyó sus codos en los respaldos para los brazos, entrecruzando además sus dedos sobe sus piernas—. Sé que es una tarea difícil, pero enserio es muy importante que me consigas lo más que puedas de esta persona, lo antes posible.

—Lo haría con gusto, si tan sólo me dieras algo con qué trabajar —exclamó Mónica a modo de reclamo—. Sólo me diste un nombre, que no sé si es nombre de pila, apellido, sobrenombre, diminutivo, nombre de mujer o de hombre… Me estás pidiendo que busque una aguja en un pajar, sin decirme siquiera en qué pajar es en el que debo buscar. Ni siquiera sabes si esta persona existe siquiera. Con quien te encontraste, tal vez sólo quería confundirte.




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