Una noche cerrada. Sin luna. Un monte tupido.
Ese era el entorno. Un infinito de sonidos me rodeaba: insectos, aves nocturnas, animales sigilosos. Estaba inmerso en ese mar de ruido.
Me encontraba rodeado de una densa vegetación, con un suelo movedizo por la humedad.
Mi andar era inestable; tambaleaba, esquivando ramas y troncos, agachándome, buscando un camino que, sabía, nunca iba a encontrar.Mi única brújula era mi instinto.
Me guiaba, me empujaba hacia donde me sentía más resguardado, pero esa guía empezó a nublarse, a perderse en la negrura.
Me sentía vulnerable, el miedo me estaba devorando, completamente expuesto, casi doblegado y sin fuerzas.
Un sonido que le daba más tensión al momento un búho que no podía ver pero lo escuchaba cerca de pronto espantado por mi miedo levantó vuelo perdiéndose entre las ramas
El rocío de la noche se confundía con mi transpiración mi respiración se aceleraba mis ojos bien abiertos mis sentidos todos puesto en cualquier movimiento que me pueda hacer no podía descuidarme no podía distraerme no podía convertirme en la presa .