Resurgimiento.

Capítulo 2.

II. Contrarreloj

 

Fragmento del «Manual de control y supervivencia» creado por los gobernadores, cita:

 

Atentar contra el gobierno trae consecuencias, lo que a nosotros nos perjudica, a ustedes les perjudica el doble.

Estar con nosotros no es una opción, sino una obligación, porque nos lo deben, nos deben toda la paz y seguridad que le damos al mundo. Cualquier atentado contra el gobierno, traición, el avivamiento de una revolución o el desobedecer las leyes tendrá consecuencias

Queda prohibido desobedecer al Círculo.

 

Sus oídos dejaron de escuchar los pasos desesperados, los gritos enardecidos y el sonido de las armas y balas al tocar el duro material de la estructura. Frunció el ceño. ¿El caos había terminado? No se sentía como si eso hubiera sucedido, seguía respirando con fuerza y el ambiente se encontraba demasiado tenso, tanto silencio la abrumó, comenzó a sentirse confundida y desorientada. 

Miró, como tanto lo había hecho en los últimos momentos, hacia la puerta que aún permanecía cerrada. Redujo el estúpido impulso de llenarla de balas, una puerta no podía causar tantos problemas, después de todo tan solo era una puerta.

Con el profundo pensamiento de que esa puerta, tan solo era una simple  más. Se permitió respirar.

Con el corazón en las manos y todos sus sentidos alerta, buscó otra puerta, era la única opción y la encontró. Era como todas, comun, las normales que existían en el nuevo mundo. De aspecto fino y de metal precioso, brillante a la vista, horriblemente avanzada y costosa, como todo lo que venía de parte del Círculo.

Tomó la manija con miedo, pero todos sus músculos se relajaron al momento de que esta cedió, y le dio la bienvenida una habitación oscura y de un aspecto sobrio. Tanteó con sus manos las paredes en busca de interruptores, y rogó que esa fuera la sala que estaba buscando, no estaba exactamente de ánimos como para que su cuerpo fuera llenado de balas.

Aunque a nadie en realidad le gustaría estar en una situación así.

Sintió algo sobresalir de la pared, y sonrió a medias. Pulsó el interruptor y unas exageradas luces blanquecinas iluminaron el lugar. A pesar de llevar lentes oscuros se sobresaltó con la luz, cerró sus ojos por varios segundos, volvió a abrirlos e inspeccionó la estancia.

—¿Por qué demonios están estas cosas aquí? —exclamó al borde de la confusión, su ceño se frunció al máximo y sus labios terminaron en una mueca.

Frente a ella, se encontraban cientos de máquinas médicas, camillas, tubos, bolsas de sangre, tanques de oxígeno, y muchos instrumentos de medicina. Angie se encontraba en un quirófano, por lo que veía.

Sus pasos eran lentos, y su mirada vagaba por el lugar en el cual se encontraba, a la derecha encontró ordenadores marcando signos y estados que ella desconocía, y por lo tanto tampoco entendía, volteó sobre su eje y de sus labios salió un jadeo de sorpresa, miedo y horror ligados en una extraña alianza.

Cinco personas de diferentes edades se encontraban encerradas dentro de tubos de cristales frente a ella, se mantenían vivos por el tubo que suministraba el oxígeno hasta su nariz, podría decirse que flotaban allí dentro, y que permanecían con sus ojos cerrados en un sueño obligatorio.

—¿Pero, qué? —Volvió a preguntarse ella misma incrédula.

Siguió caminando estupefacta, tenían allí encerradas personas que usaban como ratas de laboratorio, para un proyecto sin buenas intenciones aunque Angie no lo supiera.

Su vista viajó al final del lugar en donde se encontraba, una pared de vidrio resistente se extendía desde el suelo hasta el techo, mostrando más allá otra habitación bien iluminada, aunque diferente.

Rodeó una máquina que emitía un pitido molesto y se acercó a aquel cristal que, por lo que pudo palpar, era bastante duro. Esa habitación parecía una oficina compartida, mesas, ordenadores, paneles de control, y muchos documentos por doquier. De aquella habitación a la cual no podía acceder, escuchó un carraspeo, de inmediato se asustó, pero al mirar por el cristal transparente no pudo divisar a nadie, un sonido de pitidos empezó, y después una voz ronca y clara empezó a hablar:

—Anotaciones de la semana cinco —Aquella voz volvió a carraspear —: Los signos vitales de los cuerpos han minimizado en su función, el veneno de flor de loto aún no funciona tan letal como nosotros queremos, el avance del proyecto es mínimo, pero aún hay esperanzas, las cosechas de las flores van en perfecto estado, y esperamos que algún día llene nuestras expectativas, que es acabar de manera inmediata con…

 El caos volvió a iniciar, un sonido estruendoso hizo temblar el lugar, una de las tres bombas que habían colocado los Protestantes había estallado, derribando todo lo que podía y consumiendo todo lo que quería. El cuerpo de Angie cayó sobre unas maquinas con lo sucedido, se había golpeado el rostro, y uno que otro lado, mientras sangre goteaba de su nariz y un extenso dolor martillaba en su cabeza.

Se encontraba aturdida y desorientada. Había perdido la noción del tiempo y de la situación sus sentidos se encontraban entumecidos y débiles. A duras penas pudo levantarse sin olvidar el gran escándalo que escuchaba, tendría que salir de allí cuanto antes.

Pero, ¿quién dijo que sería fácil?

Al incorporarse, se tambaleó sin poder evitarlo, caminó unos pequeños pasos, y por poco vuelve a caer nuevamente al tropezar con algo: el arma que había robado se le había caído. La tomó con una mano, sintiendo su mundo dar vueltas y escurrirse entre sus dedos, la colocó nuevamente en sus vaqueros, y camino para salir de aquel lugar. Salió de aquel quirófano, el cual estaba ubicado en la última planta, de una manera solitaria, con el pañuelo negro, que ya no colgaba de su rostro, limpió los rastros de sangre que se extendían desde su nariz, en línea hasta su barbilla.




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