IV. Agradecida.
Fragmento del «Manual de control y supervivencia» Creado por los gobernadores, cita:
Todos alguna vez en la vida tenemos superiores, en nuestro caso no es diferente.
Toda persona debe de respetar a su superior, serviles con eficiencia y no distorsionar su trabajo.
Depende de la gravedad del problema, el provincial será castigado.
Queda prohibido desafiar, irrespetar o distorsionar el trabajo o imagen de su superior.
Axel sonrió con agrado al ver que la tierra giraba en dirección opuesta al camino que había trazado, cosa que causó un revuelo de sensación de alivio. Era la primera vez que sonreía así, no siempre la tierra giraba a su favor y que en ese momento fuera lo contrario, le gustó. Ella estaba frente a él, cosa que pensó que no volvería a suceder nunca, pues no sabía de donde ella había salido y mucho menos si vivía en esa ciudad, la observó detenidamente invitándola a hablar cuando la vio indecisa de qué decir.
—Siento eso de irme sin avisar, sé que no fue una de mis mejores decisiones —Habló con calma dirigiéndose a él —. No creí prudente quedarme y meterte en problemas, además de que por mi estado podrías haber llamado agentes.
—¿Te suena, ser malagradecida? ¿Y... abandonar el lugar de los que te tendieron la mano? —Soltó clavando esos ojos grisáceos sobre Angie.
Abrió la boca dispuesta a decir algo, pero las palabras no parecían querer brotar de su garganta, mejor se le quedaban atoradas allí sin poder soltarlas. La cara del chico era la más cómica, era burlona y con ese matiz de curiosidad. Pero la de la chica era tensa y enojada, con las mejillas al punto de explotar de una rabia contenida, eran polos opuestos aunque muy parecidos en algunos rasgos físicos.
Miró ambos rostros con culpa.
—Creo que podríamos haberte denunciado antes de que siquiera llegaras a casa. Hacer que el círculo te castigue como a una criminal. —dijo con voz más tranquila la rubia, pero tomando la matiz de curiosidad de su acompañante.
—Debo darte las gracias —La disculpa de Angie era sincera. Realmente quería agradecerle a su salvador. —. Pequeño es el mundo.
Los primos se miraron de la misma forma y asintieron. —No queremos sonar entrometidos querida —Sonrió con ternura —; pero Axel me dijo que huías.
El terror en la cara de Angie se hizo evidente, como una persona vestida de rojo en medio de un funeral.
—Se que no debí irme sin explicar nada ayer, pero no puedo hablar sobre el tema.
Se levantó de la mesa a paso atropellado, pero antes de pensar marcharse una mano rodeó su brazo y la detuvo. Miró a la dirección del chico.
—No es necesario huir; no debes irte por una simple pregunta.
—Yo... enserio debo irme —titubeó al hablar
—No, no debes. Te vas porque crees que te delataremos al gobierno. ¿Le temes al círculo?
—No es eso —Miró el suelo buscando una respuesta, pero no la encontró. ¿Qué provincial no le temía al círculo? Después de todo ellos se encargaban de eso, de gobernar a base de miedo.
El joven la soltó al ver que ella había dejado el plan de marcharse, he hizo una seña para que se sentara a su lado. Miró cada facción de la chica e inclinó su cuerpo hacia adelante. El comedor ahora estaba más apaciguado. Las voces de los demás habían bajado de tono y todos parecían observar algo a su alrededor.
El dispositivo comunicador de un agente empezó a emitir un pitido que lastimó los oídos de Angie. Gimió en tono bajo. Trato de ignorarlo al ver que los chicos empezaban a hacerle preguntas. El joven dejó de hablar al ver que esta no prestaba atención.
—¿Te pasa algo? —preguntó, Angie rechinó los dientes.
Los dolores comenzaban a aparecer, y ella no era la mejor cuando se ponía en ese estado de nervios.
—Debo irme —musitó levantándose. La chica rubia suspiró indignada.
—Vuelvo enseguida prima, guárdame algo de comer.
—No tardes, Axel.
Tomó a la chica por el brazo para darle estabilidad y caminaron hacia la única salida vigente del lugar.
—Yo también puedo escucharlo —musitó preocupado, el sonido era molestoso para sus oídos, y el zumbido empezaba a molestarles. Pero no era así de fácil, a Angie le creaba otros síntomas.
Intentó respirar.
Los segundos que tardaron para cruzar la puerta fueron mínimos, las puertas de cristal se abrieron dándoles paso, y al llegar a la acera de concreto y mirar el cielo nublado. Una persecución se desató.
Los dos agentes de control se posicionaron frente a ellos impidiendoles el paso, la mirada amenazante decía que no dieran un paso más, mientras que los rostros de ambos chicos se contorsionaban de emociones, el miedo y terror se transportaban por sus torrentes sanguíneos con desespero, estaban atrapados, en las manos del lobo, sin escape. Sin salida.
Axel fue más rápido, su personalidad risueña y arrogante había desaparecido, se encontraba inexpresivo, cogiendo la situación en sus manos, jugando con astucia y decisión.
—¿Pasa algo superior? —Preguntó dirigiéndose al más alto.
—Necesitamos que nos acompañen —argumentó con simpleza, pero con el rostro tenso y contraído.
—La justicia no se trabaja de esa forma, ¿por qué los acompañaríamos? —Contraatacó calmadamente de manera superficial.
—¿Está usted contradiciendo a un superior? —cuestionó el otro agente apretando la mandíbula.
Angie sabia de que aquella conversación no llevaría a nada bueno, y Axel sabia de que el problema ya estaba causado, él tenía un as bajo la manga, pero no podía utilizarlo, no lo creía apropiado. Solo les queda huir, y que la suerte los acompañara.
No sabían cómo actuar, le era difícil pensar con coherencia, y los agentes parecían querer una respuesta pronto, Angie que acostumbraba a controlar su cuerpo le parecía imposible, ella entendía el final de todo. Escapar como tanto lo hacía últimamente. El asunto estaba de que ella escapaba cuando nadie sabía quién era, pero en esa situación ellos les estaban viendo la cara perfectamente, unas que no olvidarían nunca.