Resurgimiento.

Capítulo 6.

Fragmento del «Manual de control y supervivencia» Creado por los gobernadores, cita:

La desobediencia siempre ha causado grandes estragos en nuestro mundo, ha acabado con vidas y hasta con naciones.

Toda desobediencia engendra una consecuencia.

La única manera de pagar son los latigazos de dolor y en caso de gravedad con la muerte.

Queda totalmente prohibido desobedecer a los superiores, ellos siempre tendrán la razón, no importa cuál sea la situación, si sea mentira. Los que los superiores dicen, se cumple.

 

La espera parecía interminable, el ritmo constante de los dedos golpeando la madera de aquel escritorio era lo único que se escuchaba en el lugar, el leve brillo del sol se colaba por la ventana, nunca había visto el sol así desde que llegó a aquella ciudad, el cielo acostumbraba a mantenerse siempre nublado. Así como su mente. Pero ese día era diferente.

El inmenso azul interminable, las pequeñas formas blancas llamadas nubes, y el sol brillante a pesar de que cada cierto tiempo una nube lo opacaba. El sonido de la aguja del reloj lo irritaba, mientras que su paciencia se iba por el desagüe. Axel no era de esperar mucho. La puerta de la oficina fue abierta, sobresaltándolo y sacándolo de su mundo. El doctor que tanto esperaba, entró a trompicones al lugar.

Un bufido salió de la garganta de Axel, mientras que su mente solo procesaba un «Al fin», esperar nunca fue lo suyo, y ese día estaba haciendo más sacrificios que de costumbre. ¿Qué le estaba pasando? El doctor tomó asiento en su escritorio, frente a él. Sus ojos arrugados miraban al muchacho, mientras que su cabello blanco le daba un toque más viejo a su imagen.

Axel levantó una ceja inquiriendo respuestas, estaba desesperado, cansado y agotado en todas las formas posibles. Desde que Angie había ingresado al hospital él se encontraba en aquella oficina, habían pasado seis horas desde el caos, y Axel seguía recordándolo como si aun lo viviera, como si aún estuviera allí.

Seis horas. Seis largas horas tenía sin saber nada acerca de Angie. Se sentía más que culpable, porque después de todo él la había llevado a aquel detestable lugar. ¿Cómo tan solo se le ocurrió? Quería golpearse a sí mismo, estaba loco y esta vez sí se lo creía. No como las demás veces en donde recordaba cosas que no eran parte de su vida, el mismo pensaba que alucinaba, que la locura estaba por consumirlo y aunque una parte rechazaba esa opción siempre, hasta esa parte se estaba convenciendo.

¿Por qué? Porque había puesto en peligro a personas que apreciaba demasiado. Angie y Sory. Sin tan solo no estuviesen bien, ya estaría muerto.

—Joven Williams, la señorita está estable —Informó el doctor con voz rasposa, los años de trabajo lo mantenían agotado. Se apoyó de su silla giratoria para terminar su informe —. Pero lamentablemente ningún medicamento la hace reaccionar.

Axel no sabía si llorar o suspirar de alivio. Respiró repetidas veces tratando de encontrarse así mismo. Mientras apretaba y estiraba sus dedos. Buscó las palabras, pero estas no brotaron de su garganta por un largo rato.

—¿Han encontrado el por qué su cuerpo colapsó? —preguntó entonces. Aunque estaba seguro de que sabía la respuesta.

—Lamento decirle que no joven, en las últimas horas hemos sometido a la señorita a estudios, pero no hemos encontrado ninguna sustancia o cosa fuera de lugar. Es complicado trabajar con su cuerpo, siendo que es alérgica a muchos medicamentos, actualmente está conectada a algunas máquinas, y monitores. Aun así seguimos en neblina, no sabemos nada.

Hasta al doctor le parecía extraño todo aquello, en sus años de experiencia nunca trató con un paciente así, la desorientación de sus ojos transmitía la inquietud que sentía.

La tensión no abandonó el cuerpo de Axel, pero el saber que no habían encontrado drogas o alcohol en el cuerpo de Angie lo alivió, lo aliviaba como nadie imaginaba. Aunque no entendía como era aquello posible. Ahora que no había nada en su sistema. Nadie podría culparla, estaba en el hospital sin razón, solo se sentía mal y punto. Una buena mentira pensó. Lo último que quería era que Angie fuera castigada por el círculo, y todo por su culpa.

—La verdad joven, no entiendo como aun sigue con vida, a pesar de estar estable, su respiración es mínima y su corazón no funciona de manera normal, ha tenido ataques, y ha enloquecido de manera extraña, sedarla fue lo mejor, pero...

—¡Me está diciendo que pudo morir, o lo puede hacer en cualquier momento!—interrumpió enloquecido—. ¡Que no está bien! ¿Y usted se encuentra aquí platicando conmigo?

La vena que cruzaba por el cuello de Axel parecía que explotaría en cualquier momento, estaba asustado, atemorizado. Ahí cayó en la cuenta de que si algo le pasaba a Angie, él moriría.

—¡Cálmese joven! Hay gente trabajando, estamos haciendo todo lo posible.

Axel odiaba mostrar quien era, pero estaba aterrado. Cada medida parecía necesaria, se incorporó de su asiento, y sacó la fina cadena de plata que tanto se empeñaba en esconder.

Los ojos del doctor se abrieron de par en par. La sorpresa fue demasiado notoria, el doctor solo bajó la mirada entendiendo. Axel era superior a él, aunque él fuera más adulto.

Irónico, pero cierto.

—Mas vale doctor, que haga todo lo que esté en sus manos para que ella esté bien. O no vivirá para contarlo —Amenazó sin una pizca de remordimiento, como si fuera lo más normal en la vida, a veces cuidar de quienes importan los impulsa a querer acabar con otros.

Sin esperar un comentario del doctor, salió a toda prisa del lugar. Al llegar a la gran recepción, busco su celular. Un poco más pequeño que el tamaño de su palma, siendo este un cuadrado perfecto. Sin demorarse, marcó el número de Sory.




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